
Dali and cocky prince (Dal-Ri and Gamjatang, Dali and the Cocky Prince): Cuando empezaron a anunciar este k-drama, tuve mis dudas viendo el primer cartel. Una pija con aspecto de muñeca y un tipo vestido de hortera de extrarradio. No sé, no sé… el resumen tampoco me llamaba la atención, que si choque de personalidades, que si surge el amor… ufffff otra de esas de “chica luchadora-rico de pétreo puño y corazón esperando la mano de nieve”. Enfin, pensé, las producciones coreanas suelen tener un acabado técnico excelente, las comedias tienen mucha marcha, y está ambientada en el mundo del Arte, concretamente galerías y museos de arte contemporáneo… habría que echarle un vistazo… ah, nuevo poster que es talmente un Renoir… uy, esto ya me interesa más… Bien hice en echar un ojo a esta screwball comedy, porque luego la he disfrutado como si me estuviera zampando un perolazo de gamjatang, la popular sopa de espinazo de cerdo que en Corea es sinónimo de plato tan popular como vulgar, comparable a los españoles atascaburras, ollas podridas, cocidos y potajes mil que escandalizarían a los comensales en un gastrobar de sofisticada clientela.

Son las cazuelas de cuchara contundentes y desinhibidas las que marcan tantas distancias entre los dos mundos que asoman en el guión: el de las élites educadas en el lujo y la alta cultura, y los nuevos ricos que siguen teniendo los pies firmemente metidos en el barro y las manos pringosas

Lo dicho, la idea fundamental no es original: ya Sancho Panza fue insultado y apaleado por los poderosos de su tiempo, que se reían de sus aspiraciones de ascender en la escala social. Muchas otras obras han contado la historia del parvenu que se esfuerza en encajar en un peldaño de escalera superior al que “le corresponde”, a veces a fuerza de talonario, a veces con el esfuerzo del estudio (ay, maravillosa nuestra Eliza). En este caso, el protagonista, supercurrante, inteligente, sufrido y luchador hijo de un gran empresario de la carne de cerdo, que aunque lleve un vestuario de príncipe del cabaret lisérgico (sus trajes son pura apoteosis y un arte en si mismos) y a veces se disfrace de duro gánster o tiburón de los negocios, es una bendita alma. No me extraña que la chica se enamore hasta el último rizo. Encima de que es guapetón y tiene una sonrisa luminosa de oreja a oreja, el actor (Kim Min Jae, también rapero y bailarín, aún poco CV pero bien preparado) lo ha llenado de vida, literalmente lo ha danzado, con una gran exhibición de control físico. Sí, nos creemos que ese hijo del jefe que se arremanga y se mete en las cocinas a fregar pucheros y lo que haga falta, guarde en su almario debajo del delantal un rico mundo emocional, y cuando una persona como el, sensible pero no condicionada/contaminada/estupidizada entra en el concepto y conecta, es capaz de sentir muchas cosas (como cuando recuerda a su madre metido en el ataúd)

Menos aun cuando recordamos que en la cultura tradicional coreana los carniceros eran los parias de la pirámide social. Todo el mundo disfrutaba la carne, pero a los que la preparaban y vendían los mantenían como una casta intocable. Que diferencia con los carniceros en Europa, que siempre han sido considerados “gente de posibles”, y de los cuales se podían burlar por su materialismo y falta de educación, pero todos envidiaban por sus buenos lomos bien engrasados. Aun hoy, en Corea los carniceros son despreciados por su faena, así que ascender en la escala social con mecenazgos y codeándose con el artisteo haciendo mecenazgos es una estrategia bien elegida.

La intrusión del rico paleto (pero no tonto o insensible, ya quisieran muchos que presumen de espirituales tener su capacidad empática) pone todo patas arriba. Yo como originaria del medio rural empatizo con él y su conocimiento del porcino, menuda lección les da a los de la exposición en Amsterdam. Un genio, este chico es un genio. No digamos con el resto de opiniones y argumentos con que desguaza el complaciente mudillo artístico. La frescura del protagonista y sus opiniones sobre los pedigüeños que hacen caridad con dinero ajeno… NO TIENEN PRECIO. Llama a la basura, basura (y no tiene reparo en arremangarse y recogerla), se indigna porque la gente se fija en la joyería de la chica y no en sus moretones, estalla en santa ira cuando detecta violencia contra una mujer…

Al principio Dali, (Park Gyu Young, más CV que su compañero y con más registros de los que creíamos en una carita infantil como la suya), es presentada como poco práctica y alma frágil que vive en un mundo aparte, pero ojo…primero tiene que afrontar la muerte de su padre, luego la pérdida de su legado (incluyendo su casa), la traición de los que creía los suyos, luego un robo con violencia… Poco a poco nos van mostrando su fortaleza. Y caray con la niña… ni tonta ni moñas, puño de hierro en guante de seda y alta costura (por cierto, los modelitos son fantásticos, una gran promoción de la moda coreana). Cuando enchufa el radar, no le cuelan ni una: la entrada al museo con los mostrencos tatuados en plan gang es apoteósica, el protagonista con los tatuajes-calcomanía de aplaudir con las orejas (la chica lo detectó al primer vistazo), y la doma de los brutos escuajeringante. Hay que fastidiarse, el único que la ve como una mujer capaz, inteligente y valiente es el carnicero, los demás la infravaloran. Por lo demás, y como analizan en esta página, haciendo cuentas en la vida real no dura ni una semana el museo desde el minuto 0 que lo abrió su padre, con semejantes números de caja. Mas vale que te dediques a tratar con los artistas y le dejes la gestión a alguien mas preparado, como ese chico tan majo de las chaquetas horripilantes

En una de estas suelta el amigo poli de la chica: “no merezco ser humano…”. Anda claro, porque antes eras un zorro de nueve colas veterinario jajajajaj. Si, es Hwang Hee, que no sé qué desayunaba para rodar pero hace un papel explosivo, pura gimnasia y pólvora. No para, este hombre no para, y cuando está quieto es como un fleje apretado dispuesto a soltarse y BANGGGGG restallar en pantalla. Cuando nos cuentan su historia y cómo llegó a ser amigo fiel de Dali, puedes rumiar que esa energía empaquetada fue un problema hasta que logró encauzarla. Anda mira, igual que cuando andaba de casero del zorro mayor… No es el único conocido: el padre carnicero ya coincidió en plan figura paternal con el zorro místico, el superempresario villano lo descubrimos en Haechi, el padre ha salido en montones de k-dramas (menudo CV tiene el buen señor), el cocinero jovencito andaba esperando su turno en el pueblecito de las almas perdidas…a la secretaria con los trajes enormes y fenomenal compañera de equipo con su jefe no la teníamos localizada, y eso que ha currado un montón, pero la actriz ha asumido el papel de tom boy hasta el fondo. ¡Por fin una leal secretaria sin conflictos amorosos!


La producción de la serie es excelente, delicada como un juego de té de porcelana haciendo clinclinclin, como se esperaba. Colores brillantes y buenas imágenes de las obras de arte que salen en los planos (por cierto, el museo existe, es el MMCA Gwacheon, rama principal del Museo Nacional de Arte Moderno y Contemporáneo, y que está localizado en medio de un precioso parque). Seamos sinceros, hay mejores obras para sacar en pantalla que esos engendros que asoman en la serie, igual por un problema de propiedad intelectual (o para remarcar la escasa atracción de las obras exhibidas y hacernos mas cercana la postura del protagonista… yo no pondría en casa ni una sola de las obras de la galería que salen en la serie)

Muchos planos son ecos y recreaciones de cuadros conocidos, eso se queda haciendo cricrí en la memoria, donde habré visto yo esto antes…
Me parece a mí que el buen carnicero y yo tenemos el mismo convencimiento: El problema del arte moderno es que no sublima o elabora los conceptos. Mucho discurso, poco sudor. La misma idea de los restos que quedan tras la muerte, puesto en una escultura, una pintura… es apreciable. Pero limitarse a pillar la basura y ponerla ahí… Encima parece que es la tendencia actual, porque ojo al parche con los artistas coreanos contemporáneos. Espero que en la pujante oleada de arte moderno que está moviéndose en Seul (actualmente uno de los mercados en ascenso, como un cohete van) haya mejores cosas que pendrives cutres, montones de huesos viejos y zapatos rotos.

De mis favoritas del 2021,
Me gustaMe gusta
Para el que le guste el arte , la cocina y la moda….son intercambiables
Me gustaMe gusta