
Queen of Mystery. (Mystery Queen): Pocas cosas hay mas relajantes que tumbarse a la bartola con el te en la taza, las galletitas en el platillo y la novela de crímenes espeluznantes en la mejor tradición de la novela de detectives clásica, con sus Diez Mandamientos de Knox seguidos al dedillo. A ratos lees, a ratos te pones el libro en la cara para roncar a gusto. Lo mismo vale para estas series de corte clásico, que las vas siguiendo en el sofá y si alguien pretende cambiar de canal, balbuceas: “no m’ cambiesh que la’ stoy shiguiendooooo” y rematas con un ronquido. Si pierdes el hilo, cuando te espabilas retrocedes y te pones al día.

Pues fue otra vez mi sensei quien me aconsejó este k-drama. En la mejor tradición de las mujeres maduras detectives que nos han acompañado en la adolescencia y juventud, he aquí una versión de Miss Marple mas joven y oriental. La vida cotidiana de un ama de casa que, cual Jessica Fletcher, alterna las excursiones en el mundo del crimen con la ensalada de repollo. En vez de escribir novelas de misterio, nuestra coreana se dedica ahacer las faenas de la casa, pero igualmente incluye en sus funciones chinchar al sufrido policía de turno de la comisaría del barrio para que proceda a detener al culpable, y tiene su refugio secreto en la habitación que le tiene cedida una amiga en su trastienda, donde esconde sus archivos y la biblioteca de criminología que repasa con avidez. Que menudo panorama tiene en casa durante la primera temporada: una suegra mandona que la emplea de criada, una cuñada frívola y consentida y un marido ausente que no es malo, y a su manera la quiere, pero que ni la entiende ni la conoce. Ella aguanta ser la chacha de la familia en agradecimiento a haberla criado y aceptado cuando perdió a sus padres, pero a la que puede se escamotea para ir a husmear en cuanto sucede a su alcance. Así es como conoce a un detective exiliado a la comisaría del barrio por revoltoso, y evidentemente ni el uno la aguanta ni la otra se deja mandar, así que topan como dos carneros (¡BLAMMMMM!). Un k-drama sin romance (¡increíble!) para divertirnos con los conflictos entre los personajes (tranquilos, nunca llega la sangre al río), su misterio y su suspense bien dosificados, y mas de una broma “de montaje” (que al final del episodio 7 suene en la radio del asesino el “Quizás, quizás, quizás” del cubano Osvaldo Farré en la versión de Nat King Cole cantando ¡en español! NO TIENE PRECIO)

Veremos muchas caras conocidas, como las cuatro marujas del principio, el poli vago, el poli jovencito (que también fue abogado), el detective duro (anda, el dueño de la cadena Dondon, portero del Inframundo, mafioso en el negocio de los inmuebles…)…Lástima que para la segunda temporada, muchos de los actores no repitieran, porque me hubiera encantado volver a ver a las cuatro señoronas haciendo de las suyas entre capuchinos y cafés ice americanos. Los que si repiten y llevan el peso son los dos protagonistas: Choi Kang Hee , que como maruja cotilla no lo hace nada mal (y ente producccion y producción tiene su propio programa de radio y maneja una marca de ropa) y Kwon Sang-woo, ue empezó siendo cabeza del movimiento mom-zzang («cuerpazo», o sea modelos cachas para deleite de los compradores de ropa ), y antes de ver decaer el six-pack abdominal se pasó a la interpretación. Ah, y como de nombre de pila se puso Francisco, podemos llamarle Paco…

En la temporada 2, ya no han podido evitarlo: el estilo buddy movie cambia a romance story. Para evitar líos, la protagonista está ahora divorciada del marido (hala, por canelo e infiel), y comparte piso con la amiga de la tienda de takeaway, que ha cerrado para prepararse el examen de entrada en la academia de policía. Me pregunto de que vivirán las dos… enfin… Su estilismo ha dado un giro, claro, ya no es la marujona desatada de la primera temporada. El detective creía que había resuelto el misterio de la desaparición de su novia años atrás, pero resulta que no es así. Las tramas se van enredando y complicando, y los “casos de la semana” quedan completamente diluidos. Demasiado presupuesto, yo que sé… Lo cierto es que al final de temporada yo tiré la toalla de enterarme de algo y dejé que siguieran cometiendo errores y cayendo en incongruencias (¿pero no estabas tan decidido que le habías comprado un anillo? ¿porqué le das tan poca importancia a su pérdida?). La realización técnica es tan impecable como en la primera parte, aunque se cuelan gazapos (a ver, si el internado estaba “aislado en las montañas”, a dos horas en coche de la “civilización”, es incongruente que en los planos de exteriores se vean los grandes edificios de una ciudad, un paseo de media hora y llegas a un núcleo urbano) y los personajes están perfilados a brochazo gordo (el forense medio chiflado, el perfilador robótico, la niña de papá…). Los dos actores principales salvan el papel con oficio y buenas maneras, pero ya no hay esa chispa de la temporada anterior. Acaba la serie con una resolución apresurada y un cliffhanguer tremendo para una tercera temporada que nunca ocurrió.

Tiene miga esto del divorcio en Corea… como en otros países del Sudeste Asiático, este es un tema tabú y que si bien en el hombre se considera “un tropezón”, en la mujer aun arrastra un estigma social marcado a fuego que llega a destruir a la interesada. Ya viene de antiguo, ya, porque en un modelo social confuciano la mujer, ser defectivo y completamente subordinado a los hombres de la familia, debía casarse rápido y vivir encerrada tras los muros de las lujosas residencias, dedicada a la vida contemplativa de la caída de la hoja y a soportar los sucesivos embarazos. Las clases bajas y trabajadoras estaba obligadas a abrir la puerta de la cerca y dejar a las mujeres eslomarse en el campo, sudar en las factorías, fregar suelos ajenos… si eras viuda, pues bueno, mala suerte (eso si, las leyes en Joseon prohibían a las viudas volver a casarse, aunque los viudos podían consolarse con una nueva esposa cuando la difunta aun no estaba en el agujero), pero si la interesada estaba hasta el gorro de su marido, lo mandaba a esparragar e intentaba ganarse el miso por su cuenta… ¡cataclismo social!. Sólo el marido podía pedir el divorcio. Que diréis que algo hemos mejorado actualmente, desde que el divorcio es legal para las dos partes desde 1922, pero ojito: la primera legislación castigaba a la mujer que se divorciaba (que tenia que aportar alguna razón como la enorme cornamenta impuesta o la conducta criminal del marido) con la pérdida de propiedades y prerrogativas sociales (algo se ha ido arreglando desde entonces). Actualmente (2021), el porcentaje bruto de divorcios es del 2,00% (101.673 divorcios en ese año), y el concepto social empieza a cambiar lentamente: una divorciada ya no es una bruja desmelenada de exagerada apetencia sexual o frígida indiferencia, o una fracasada en sus tareas domésticas que maltrata al marido, pobrecito. La enorme mano de obra femenina, explotada y mal pagada en empleos miserables, ha levantado sobre sus sudores y lágrimas buena parte del milagro económico del Tigre del Sur, y muchas currantes necesitan seguir trabajando después del matrimonio, cuando antes solían retirarse. Así que ya puestos… que le den puerta al zángano del sofá, a su familia de tiranos y a todo el vecindario. Las productoras audiovisuales no han perdido comba en los nuevos vientos de la audiencia, y van ofreciendo roles de protagonistas a personajes femeninos divorciados y muy positivos: trabajadoras, dignas, honradas, orgullosas y valientes.

Ya sabia yo que el «Quiza, Quizas, Quizas» te molaria tanto como a mi. ays esa primer temporada.
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Pues no la tenía en lista, y el tema mola, la buscaré, muchas gracias 😊😊
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