
Pues acabando ya las fiestas del Pilar (todavía hoy lunes es la Ofrenda de Frutos, para mucha gente un acto mas emotivo e íntimo que la ofrenda de flores), vamos a hacer un repasito a dos series que tienen en común disfrutar de la comida. Que ya desde tiempos inmemoriales, los seres humanos hemos celebrado, conmemorado o justificado de cualquier manera el yantar con gracia y abundancia. Si es motivo de jolgorio, porque es mas divertido reunirse y zampar con calma, y si es luctuoso, ea, las penas con pan (o arroz) son menos dolorosas. En eso, mediterráneos y orientales estamos hechos con el mismo molde. Así que he juntado dos series cuyo denominador común es la salsa de soja y todos los platillos que van saliendo a la mesa

Bon Appetit, Your Majesty (Chef of Tyrants; The Tyrant’s Chef): esta me la recomendó encarecidamente mi sensei (senseiiiiiiiii) con el argumento de que giraba en torno a la comida y salían muchas recetas. Y es cierto, pero lo que la hace mas interesante son los detalles de ciencia de los alimentos que la adornan. Como esa explicación de la reacción de Maillard del primer episodio (bioquímica bromatológica con la cual doy la brasa en el bar por la mañana, explicando porqué elijo siempre la rosquilla o el pan mas tostado, rechazando esas masas medio crudas e indigestas que nos hacen creer que somos “intolerantes al gluten”, cuando lo que nuestro cuerpo rechaza es la comida a medio hacer).

Lo de los viajes al pasado, o al tiempo actual desde un tiempo remoto (generalmente, ir y venir de la época Joseon) es un género lleno de ejemplos en las producciones orientales. En todos ellos esperamos el momento “Alonso de Entrerríos” (esa escena abriendo y cerrando la puerta del frigorífico es ANTOLOGICA).

Aquí le toca a la protagonista (la recién premiada chef de cocina dedicada a reinterpretar la cocina regia de la época Joseon), que por arte de birlibirloque acaba haciendo un stage brutal en su fuente de inspiración, porque sin pisar la Tardis es arrastrada a la cocina de palacio, condenada a satisfacer el gourmetísimo paladar del rey (con el cual empieza dándose de topetazos y peleando, y acaba en amorosa comunión)

Lo de tirano viene porque el rey sufre dolores de cabeza, crisis de rabia y patologías varias (algunas típicas de los señoritos malcriados, otras de las intrigas de la corte, y otras se controlarían estupendamente con medicación para el trastorno explosivo intermitente). Bueno, ella trabaja la parte que le toca, creando exquisitos platillos de fusion royal cuisine para agradar al rey (y para salvar su cabeza). Que os podéis imaginar que me toca hacer un repaso rápido de la serie para tomar nota en un particular Mangunrok (el libro de registro donde el rey apunta las recetas y que hace referencia a los auténticos libros de cocina de la época).

Y será lo que mas aproveche de la misma, porque aunque la producción, la actuación, la fotografía, las coreografias de peleas etc de la misma es bastante meritoria, el guión es una chapuza blanda y aburrida. Que no lo digo yo sola, lo comenta mucha gente en las críticas.

Mira que tiene a un puñado de actores estupendos y veteranos: Lim Yoon-A es la cocinera (que antes estuvo haciendo de feliz familia del poli sureño), Choi Gwi-Hwa el tío perverso (es que tiene cara de malo, no lo puede evitar… bueno, a veces es poli. O pringao en chandal…), Park Jun-Myun, la catadora, está fenomenal (como estuvo de jefa de forenses), Jang Gwang el eunuco agobiado (ha sido director de museo, mayordomo divino…). De los que no teníamos aviso eran la aprendiza (Yoon Seo-A, me partooooo me partooooooo) y sobre todo el rey (Lee Chae-Min, idol reciclado), al que todos arropan en su papel. Y tan bien, oigan. Hay más, muchos más conocidos… ostras, en la embajada china están el incombustible Kim Hyung-Mook (que tambien fue chef- pero malo-, y torturador de curillas) y Jo Jae-Yun (empleado del metro, encargado fullero, parca con abanico…)

Tastefully Yours (Your Taste, El sabor de lo nuestro): esta vez no nos vamos al pasado y lo llenamos de magia, naaaaa, nos quedamos en esta época y el mundillo de los restaurantes boutique de haute cuisine. Esos que tienen unas pocas mesas y los costes se comen los beneficios. Una chef que cocina como si ejerciera el sacerdocio y un tiburón de la hostelería que ha sido castigado por su madre a vivir sin tarjeta ni coche ni ná de ná, hala búscate la vida si quieres heredar el imperio que he levantado. El señorito expulsado hace contacto para intentar robar el recetario de la superchef, pero acaba abducido por su pasión gastronómica. Primero me llevo mal, luego pacto una alianza y luego, como es previsible, acabo enredado con la cocinera cual gatos en una madeja. Ella aporta el sentido creativo, y el, la gestión rigurosa. Que lo uno no puede ir sin lo otro

Los actores son solventes desde luego. Kang Ha Neul se pega todo el tiempo en pantalla asi como con cara de boxeador noqueado, un ojo mas cerrado que el otro y la nariz aplastada (bueno, la que tiene, que ya lo vimos en el laberinto calamitoso), poniendo cara de alucinado y/o perrito apaleado cada vez que mira a la cocinera (Go Min Si, anda, la amiga de la bruja). Dos secundarios que se comen la pantalla son la subchef (Kim Shin Rok, ufff, nos quedamos abducidos con esa cara de ídolo impávido, qué cambiazo de registro) y el camarero(Yoo Soo Bin, hahahahaha nasío pa matá). Hay mas caras conocidas por ahí, y en general es un buen show, corto pero llevadero, sin que sea demasiado rompedor. Lástima que a los cuatro episodios intenten estirar el chicle con tropos y chicles estirados, dejando sin explorar líneas interesantes como era madre de corazón helado, o meter mas comensales con historias originales. Por lo demás, buena factura, buena fotografía, y sólo por ver al protagonista haciendo muecas y la poareja de graciosos ya merece la pena verlo a saltos. Como la he visto yo, echando un ojo a la comida mientras esperaba a mi medio pomelo

Hoy el apunte cultureta se lo dedicamos al rey sibarita. Para que luego nos quejemos de que si tal o cual película se ha pasado la realidad real por el forro de la silla del director. El K-drama se ubica exactamente durante el reinado de Yeonsangun, quien gobernó a inicios del siglo XVI, de 1494 a 1506. Aquí cambia el nombre del gobernante Yeonsangun por Lee Heon (también conocido como Yi Heon), convirtiéndolo de esta forma en un personaje ficticio, pero adjudicándole (vamos, calcándole encima) características del original. El susodicho, además de atribuirse varias muertes, también fue conocido por secuestrar a un millar de niñas y mujeres de las provincias para que le sirvieran como animadoras en el palacio. Ejerció una brutal represión a la libertad de expresión y la educación: se apropió de la sala de estudio Seonggyungwan para convertirle en su campo de placer personal (o sea, su follódromo); ordenó dos sangrientas purgas de la élite seonbi; demolió una gran zona residencial en la capital; desalojó a 20,000 habitantes de pueblos y aldeas para convertir sus terrenos en un coto de caza real; mandó arbitrariamente a mucha gente a trabajos forzados; cerró la universidad real; mató a diestro y siniestro… Después de 12 años de estar en el poder, Yeonsangun fue derrocado en septiembre de 1506 y enviado al exilio en Ganghwado, donde murió a las pocas semanas. Él tenía 30 años. Su consorte Jang Nok-su, a quien atribuyeron en parte el mal gobierno, fue decapitada, al igual que los hijos que tuvo con el tirano. Muchos de estos datos reales salen en la serie, pero dulcificados. Y cuando ya se arrejunta con la chef, oyes, pelillos a la mar. Muchas series y películas lo han reflejado más ajustadamente, pero aquí como es guapo y protagonista toooodo se le perdona. Lo dicho, si vas a lavarle tanto la cara (o ensuciársela) a un personaje real, asegúrate de que aplicas un filtro mágico y lo sitúas en un universo paralelo o como un personaje a lo Brian (yep, el que siempre miraba el lado brillante de la vida), que se parece sólo como una versión del original, y te puedes permitir muchos lujos; si no, la cosa cruje


Deja un comentario