
The Fiery Priest 2: Tres añitos, tres, han tardado en traer de nuevo a nuestro cura mas cañero. Si, ese mismo, el que reparte hostias que, aunque no están consagradas, te infunden la gracia divina a mamporros. Uno que antes fue agente de Operaciones Especiales caído en la depresión mas terrible, y un buen sacerdote (auténtico pescador de hombres) rescató de la basura (literalmente) para reciclarlo en la Iglesia. Para que cuide y proteja a sus feligreses, a Dios rogando y con el mazo dando. Esta vez, empezando por su monaguillo, al que han acosado en el colegio una cuadrilla de trapicheros y le han administrado una dosis de una nueva droga que están introduciendo las mafias en las calles, con tan malísima suerte que le sientan fatal a sus patologías cardíacas. Chungo, muy chungo, aquí hay que cortar por lo sano. El origen de la podredumbre está en Busan, toca ir a la raíz

Pero un Paladín no es nadie sin sus ayudantes, así que allí se bajan también el resto de elementos habituales a liarla. Y menos mal, porque lo que se encuentran es para asustarse: corrupción judicial y policial, un supervillano malísimo, ancianos esclavizados, producción de drogas a gran escala, amenazas de enorme atentado… Aquí están con ustedes la fiscal chiflada (muy tranquilizada con respecto a la primera temporada, divertida Lee Ha-Nee que hace muchas referencias a otros papeles suyos), el poli desnortado (Kim Sung-Kyun, con lo serio que se puso cazando desertores), el gordo pluriempleado (Ko Kyu-Pil, una baza segura), el inmigrante thailandes Ssongsak Tekaratanapeuraseoteu a.k.a. “el Tigre que protege al Rey” (Ahn Chang-Hwan, que grande es este tipo y que buen robaescenas aquí, en el consultorio del psiquiatra, en Geumga Plaza y donde le des tres segundos en escena), la monja fullera (Baek Ji-Won, que también vendió casas encantadas), el curita malhablado (Jeon Sung-Woo, trabaja mucho en teatro y musicales) y el mafioso ruso más glamouroso, Vladimir Kozayev rebautizado como Ko Dok-Sung (Kim Won-Hae, pero este tío cuando duerme, si no para entre pelis y series… empezó trabajando con fiscales vampiros y forenses raritos y no ha parado… ah, ya en su día se las tuvo con la fiscal… no es el primer papel que hace de ruso turbio)

Entre los nuevos tenemos primero a los dos villanos principales: el narcoempresario (Sung Joon, si señor, el tipo de la peluca blanca que criaba demonios en Jeju) y el fiscal repodrío hasta la médula (Seo Hyun-Woo, lo tenemos muy visto porque es un currante: tan pronto anda haciéndose el pudoroso en asuntos de mayores como persigue espíritus a la fuga, anda liado con el supermercado de los asesinos…).

Nueva es también la policía morritoscalientes (Bibi, cantante reciclada), que hace un papel de chicazo e intenta acomodarse al grupo original con mayor o menor fortuna a base de gags. Como el director del Seminario de Busan, empeñado en llamar al orden a los alborotados elementos (Lee Dae-Yeon, que raro que con la enorme carrera que tiene solo lo haya visto en trabajos con Kim Nam-Gil, perfilando psicópatas o poniendo agujas… por cierto es licenciado en Teología, seguro que le encantó el papel… ya puestos, debería haberles recordado a los guionistas que los sacerdotes católicos NO PUEDEN PRESTAR JURAMENTO).

La pregunta clave es: ¿la vemos o no la vemos? A ver… si os gustó a rabiar la primera temporada (como a mi), tendréis el corazón partido, porque os encantará volver a encontrar a los personajes que conocisteis, pero os dará dolor de estómago ver lo que han hecho con el guión. Si, que es una comedia, pero es como si los guionistas se hubieran pasado de frenada asegurando mucho slapstick sin demasiado criterio. No me refiero a esos momentos guiñoguiño que nos demuestran que los actores son seres humanos y el director decide dejarlos en el montaje porque son frescachonas (el cura cayéndose por el montón de arena, la fiscal loca que casi le estampa la maleta en la cara…), o las escenas reservadas a que realmente son un grupo de compañeros que se divierten rodando juntos, sino a momentos que dan vergüenza ajena pretendidamente “originales”, como el “bailecito” del último capítulo (lo confieso, tuve que saltarlo) . Por lo demás, nuestro cura peleón tiene grandes escenas de coreografía luchadora, técnicamente es buena, la cámara se mueve juguetona… y algunos temas podrían haber dado mucho mas de sí. Hasta el discurso que se arrean en la Asamblea Nacional sobre si es mejor tiranía segura o libertad (solo les falta comentar que, con Mussolini, los trenes llegaban a su hora, pero no merecía la pena viajar), o que los países no necesitan héroes, sino leyes y buenos servidores, parece un discurso de consumo local (eso son pedradas contra la corrupción coreana, hasta yo me he enterado). O el asunto de los viejos abandonados, la distribución de drogas… como si fueran asuntos muy, muy reales y tenían que rebajarlos con tonterías para evitar que los espectadores, al ver el capítulo, empezaran en la calle a liarse a tortas (que salieron igual a pararle los pies a su presidente, y al día siguiente, a apoyarlo)

Y echamos de menos algunos detalles de los personajes que adoramos en la primera temporada: el cura sentado sobre la nevera de kimchi enrollado como un gato y sus carcajadas tremendas, la fiscal gritando “stressss, stresssss”… de vez en cuando los sueltan como perlitas, pero ay! escasean. Echamos de menos también que toda la OST sea tan potente como la original (naaaa la cabecera de esta no nos gusta nada, ay Norazo donde estás). Así que mi consejo es que no se la recomendéis a los que aun no la conocen, que se estrenen con la primera temporada, y sólo si tienen mucho monazo de ver al cura que maneja su gabardina como si fuera la capa de Batman pasen a la segunda

El asunto de que hacer con los abuelos en Corea del Sur es complicado. Hay muchos, el 40% de los mayores de 65 años no tienen dinero y malviven en situación de semipobreza o directamente pobres de solemnidad. Muchos de ellos son antiguos trabajadores manuales, obreros de infima cualificación, que emigraron a la capital en los años 60. Cerca del 24.5% de los surcoreanos de 70 años p’arriba siguen trabajando para sacarse cuatro centavos, aunque sea apilando cartoles. Aumenta el gasto sanitario y social, no hay recambio generacional… van en caída libre. El porcentaje de ciudadanos ancianos en 2067 va a llegar al 46.5 de la población en 2067. Para unos pocos, aun hay sitios donde pueden conseguir comida y servicios a precios minimos, pero el resto… como no aparezca un cura repartiendo tazones de arroz… se van a morir de hambre en su rinconcito. Eso, o dan un palo: o sacan algo para ir tirando, o se dan un gusto, o en el peor de los casos van a la carcel a pensión completa


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