
Through the Darkness (A través de la oscuridad): Después de dos semanitas de relax y sobre todo amenas verbenas locales con la música a tope sin poder descansar, seguro que se os ha despertado la vena asesina y estáis más que necesitados de una ficción que os absorba completamente. Sea pues, volvemos a la rutina del post de los lunes con una producción que os dejará clavaditos al sofá. Igual nos pasamos un poco de frenada, porque también os puede dejar el corazón helado. Bueno, que si sois adictos al género policiaco y habéis disfrutado con series y películas típicas del análisis concienzudo de psicopatología forense ( argggggghhhh, suena muy aburrido… echad un ojo a los títulos… ¿los reconocéis verdad? Mindhunters, Hannibal, Mentes criminales) podréis añadir esta producción coreana al listado y pegaros a la pantalla agarrados a la botella de agua fría. Esta serie también se basa en el trabajo de los perfiladores criminales: buceadores de profundidad en la mente humana que colaboran en la investigación de los recovecos infernales de la sociedad. A ver, infernales para las víctimas directas e indirectas, porque los autores de los crímenes están en general encantados de haberse conocido y no tienen ni un gramo de duda o arrepentimiento (excepto en el error o detallito que les ha delatado).
Esta serie de 12 capítulos (breve pero intensa) se hace más atractiva precisamente porque no han metido con calzador esos “asuntos periféricos y modificaciones” que según los productores americanos interesan al público. Los perfiladores no investigan y detienen a los culpables pistola en mano (siempre, en todos los países, las detenciones las hacen los agentes de policía); el trabajo no es vertiginoso y resolutivo, teniendo mas de pasitos de tortuga cabezota entre archivos que de sprint de liebre en persecución; no hay subargumentos con temas románticos (el protagonista no se enreda con la mujer policía, que malditas las ganas que tiene de liarse con nadie) y asunto importante: los personajes (con excepción del protagonista) son de aspecto vulgar y hasta feúcho. Eso le da un punto de realismo y verité muy interesante. No estamos aquí para ver a guaperas paseando el careto o agraciadas damas cayendo en brazos del galán de fulgente mirada y valor aquilatado. Aquí lo que importa es cazar a esos superdepredadores, y para correr por las calles o escarbar en el barro no hace falta que te pintes el morro, reina.

Ficción o no-tan-ficción, la serie describe el inicio de un primer equipo de perfiladores en Corea. Desde la cuchufleta y desprecio iniciales con que son recibidos (los polis coreanos se consideran muy listos y “esas cosas no pasan aquí, eso son asuntos de yanquis”) a la lenta labor de recopilación de datos e información (entrevistas a los encarcelados), la evolución de la sociedad (cómo cambian la ropa, los coches, los móviles y la tecnología, los eventos en las noticias… pequeños detalles de atrezzo que nos encantan), el insistente repaso de los archivos, volviendo una y otra vez a los lugares del crimen y las declaraciones, y sobre todo la erosión que tanta maldad deja en el alma de los investigadores. Eso que decía Friedrich Nietzsche de que “Quien con monstruos lucha, cuide de no convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.”. Consejo que se repite al menos un par de veces en la serie, y tienen toda la razón. Estos valientes se lanzan a vadear las aguas negras sin cabo de seguridad, psicólogo o terapeuta que les haga señales para evitar que se pierdan en la noche mas oscura

Aquí, el que lo ha apostado todo a una carta es Kim Nam Gil, que está insuperable. Ya he comentado alguna vez que este actor tiene un registro perverso que asoma en otros trabajos mas livianos y que ha explotado en alguna película. Con lo expresivo y gestual que ha trabajado haciendo de cura feroz o de acupuntor viajero en el tiempo, aquí ha optado por todo lo contrario: un personaje que, a consecuencia de un trauma infantil (caray, que hondos son los estanques en los parques coreanos), es incapaz de expresar sus emociones. Ojo, no es exactamente un cuadro de alexitimia, porque nuestro caballero tiene dentro un rico mundo interior y una capacidad de empatía y compasión enorme. Simplemente, no suelta prenda, y ante el mundo ofrece una impavidez granítica que le viene fenomenal para entrevistar psicópatas (aunque cada vez que entrevista a un malvado, tiene que ir a vomitar para sacar de si toda esa basura que el entrevistado ha vertido en sus orejas), pero le hace muy difícil la vida diaria. Claro, al final explota, y tiene que pasar por su particular purgatorio para liberarse. Como el agua que suplicaba el rico Epulón, una de las víctimas secundarias a las cuales su trabajo ha ayudado le vuelve a reorientar la brújula («eres un guardián entre el centeno», podría susurrarle), y



La “pareja de graciosos” podría señalar al informático jovencito (Ryeo Un) y la reportera dicharachera (Gong Sung Ha), que se echan una manita, pero sin pasarse de la raya. No sabemos si acabarán liados o no, y realmente no nos importa. Aquí y allá salen caras conocidas y que también han pasado por comisaría, estad atentos

Aunque ahora estemos muy familiarizados con el trabajo de los perfiladores criminales, integrados en los trabajos de Criminal Profiling & Behavioral Analysis (que plantaron sus inicios en los años 70 en Estados Unidos), lo cierto es que ha costado unos cuantos años (aqui y en Corea) que el rígido esquema mental de los cuerpos de policía del mundo mundial les haya hecho hueco en el organigrama. Y mira que el estudio de la piscología de los criminales (estudiar a los depredadores para poder cazarlo) viene de lejos, y ha tenido incluso premoniciones en la literatura (los crímenes de la calle Morgue, de EA Poe), parece que les bastaba a los policías cuatro gotas de “lógica chusca” para determinar cuales podrían ser las razones de los perpetradores y echarles el guante. Lujuria, avaricia, ira… siempre había una razón “razonable” para el delito. Solo cuando se hizo un apartado especial para los asesinos en serie se empezó a contemplar la necesidad de recurrir a especialistas, y total “esas cosas modernas solo pasan en América”. Caramba, como si no fueran del patrio solar ejemplos evidentes como Romasanta (el hombre lobo gallego), el feroz Arropiero, el tremendo Mataviejas… Que tampoco hace falta que sospeches de un asesino en serie para llamar a los perfiladores, hombre, que basta con un único delito en el cual necesites sumar pistas y ayudar a cerrar la red. El primer psiquiatra colaborador con la policía en España fue Vicente Garrido en los 90. Ahora ya tenemos hasta cursos online para sacarse el título y asociaciones nacionales. Pues anda que no ha cambiado la cosa…

Habra que verla aunque por las descripciones que haces tenemos psicópatas por todos los lados….que dios nos ayude en forma de fieles policias
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«En España hay más de un millón de «psicópatas puros» y entre cuatro y cinco millones de «psicópatas normalizados o integrados», entre narcisistas, trepas, maquiavélicos o malvados, según el profesor de la Universidad de Alcalá de Henares Iñaki Piñuel.». Sin posibilidad ed tratamiento ni cambios
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Excelente la serie y excelente el comentario 😊
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