Cuidado con lo que encuentras cavando en el monte

Exhuma (Pamyo , The Unearthed Grave): Quien me iba a decir a mí, hace veinte años, que acabaría disfrutando las películas de terror. Yo, que tenia que dormir con la luz encendida después de ver El Septimo Sello o el Drácula de Langella… Será que los terrores ya no son lo que eran, o que somos nosotros los que hemos asumido que cualquier horror de fantasía es mucho mas inofensivo que los humanos que nos rodean aparentemente “normales”. La cosa es que fue leer que esta película va de chamanismo y tumbas, y ponerme a verla con mi adlátere pegado a mi espalda, por si tenía que recurrir a su apoyo moral. No hizo falta, y acabé de verla con ojos como platos y mi medio pomelo roncando. Tan ricamente, oyes.

Lo del chamán joven vestido casual hipster cubierto de tatuajes es total, total

Empieza con una pareja joven que está viajando hacia Los Angeles en viaje de negocios. Que si serán dos consultores, que si serán dos especialistas… bueno, son dos especialitos. Si, totalmente, porque son dos chamanes que acuden a realizar una consulta sobre si el nieto de una rica familia de coreanos expats sufre alguna maldición o así, que la criatura no para de llorar y desmedrarse, y los médicos no saben por donde van los tiros. Que esto va a ser cosa de algún difunto cabreado, seguro, y toca averiguar cual es y cómo controlarlo. Ojito, porque el fantasma la ha emprendido con toda la familia (la Llamada de la Tumba), está claro que eso de que ríos y mares son frontera para los espíritus no debe contar para los coreanos.

El ritual de la exhumación (“Akdogiri”) es casi un documento antropológico. Las religiones antiguas piden mucha sangre y sacrificios

El fantasma resulta ser un antepasado con muy mala jeró, enfadadísimo porque lo enterraron en un monte con muy mal feng shui. Ah, malos retoños, renegáis de los ideales del abuelo, pero bien que disfrutáis de sus dineros. Calma, dice la chamana, tenemos la opción Fuego Purificador (léase FUEEEEEEGO PURIFICADORRRRRRRRR): sacamos el fiambre de donde esté enterrado y lo quemamos. Reclutamos al equipo completo incluyendo un geomante y un director de funeraria con los que solemos trabajar, practicamos un ritual y sacamos la caja, que irá directamente al incinerador del hospital más cercano. Pues hala, en medio de un diluvio y con señales de que ahí se cuece algo sospechoso (zorros a tutiplén, cambios de atmósfera, la serpiente con cabeza humana…), consiguen sacar la caja y llevarla al hospital

«Que no toques nada, todo al horno sin abrir». Puffffff, ni caso

Como evidencia clara de que si quieres que las cosas se hagan bien tienes que ocuparte personalmente, ocurre algo que no es raro en los servicios funerarios: el encargado del incinerador queda fascinado por el lujosísimo ataúd de madera de enebro (usado habitualmente por la familia real) y decide “inspeccionarlo”. Mala idea: el yayo cabreado está desatado…y como vemos, enfadadísimo porque sus descendientes cogieron el dinero ganado con sus trapicheos con los japoneses durante la colonización de Joseon y se largaron a Estados Unidos, donde nadie los conocía ni podía señalarlos con el dedo gritando “¡colaboracionistas!”. El, que ya se veía de gran mandamás en la idea de una Gran Asia Reunificada… al menos le dio tiempo a ver “al zorro romperle la espina dorsal al tigre”. Que no sabemos que quiere decir eso, pero hay tomate, seguro. Por los pelos consiguen frenar al bisabuelo malvado, pero aun queda media película y siguen pasando cosas raras.

¡Choprecha! Ataúdes apilados. La caja de arriba escondía otra anterior, enorme, colocada en vertical y envuelta en un tremendo alambre de espino. Si eso no es sospechoso como un ladrillo encajado en una mandíbula… La segunda parte explica que es lo que hay dentro del segundo ataúd, que resulta que no es humano, no es bueno y no es aplacable.

No quiero destriparos más la película, pero procurad no verla después de cenar macarrones con tomate. El etalonaje me gustó, con sus desaturaciones y tonos fríos en exteriores (vaya tiempecito infernal para rodar). Los actores son fenomenales: Choi Min Shik. el geomante padrazo y tirando a ateo (o más bien panteísta) , lo borda; a Yoo Hae Jin (el director de pompas fúnebres protestante) lo vimos de poli en misiones conjuntas (quizás por eso hay referencias a que desde allí “se ve Corea del norte”), lo escuchamos en el espacio y asomó en la de los detectives sesenteros (su única serie). Y Kim Go Eun, la chamana… ¡ah claro, la novia del Goblin! Fantástica, fantástica… y de cuarta pata de la mesa un “novato”, Lee Do Hyun, que ya nos llamó la atención cuando estábamos mas allá de lo maligno, y aquí hace de un ayudante de chamán que no tiene reparos en enseñar los tatuajes en el gimnasio, especializado en tocar el tambor y ser poseído. No hay historias de amor romántico por medio (cosa que se agradece) y sobre todo el argumento revolotea la idea de que los tres líderes actúan por el atractivo del dinero, asumiendo grandes riesgos. Pero bueno, al final lo que les salva es la lealtad que se tienen unos a otros. Menos mal, porque las cosas se ponen muy, muy, muy complicadas

Exacto, demonio, tu lo has dicho

Las críticas y la recepción en Corea son muy buenas, aunque hay quien se queja de que no se ha enterado de muchas cosas. Hay que estar atentos, ojo. El drama familiar del “primer caso” es sabrosón y lógicamente confuso al principio, ya que la información que recibe el espectador sobre quien es quien en la familia y sus antecedentes es la misma y llega al mismo tiempo que a los del grupo de desfazedores de entuertos, a los que encima la familia esconde algunos “detallitos” (naaaaa, da igual, al final todo se sabe). Como que el emplazamiento fue elegido por un monje budista japonés. Cosa incomprensible y tremendamente sospechosa para un geomante coreano, porque las energías de esa localización son funestas.

Onmyōji (陰陽師), película japonesa de 2001 basada en el personaje histórico  Abe no Seimei

Y un cuerno, eso de que el tal Gisune era un monje budista… el japonés era un Onmyōji apodado El Zorro. Los Onmyōjis eran, originalmente, funcionarios designados por el Gobierno para ocuparse de oráculos y geomancias estatales: brujos con paguita, que con sus altibajos pasaron a dedicarse al sector privado. Basada en la doctrina del Ying-Yang y el Wu Xing (la teoría de los Cinco Elementos: agua, tierra, madera, metal, fuego), el Onmyōdō es una técnica que usa la astronomía y otras disciplinas para realizar exorcismos, ofrecer pronósticos o incluso cambiar las cosas venideras. Introducida en Japón en el s VI desde China y sobre todo Baekje (antiguo reino coreano) por el oscuro monje Gwalleuk, e influída por el Taoísmo, el Confucianismo y el Budismo, acabó siendo formalizada legalmente por la Corte Imperial, que se entusiasmó con eso de las adivinaciones; además, eran más informales con eso de las purificaciones, que la doctrina sintoísta era muy quisquillosa. No solo decidían sobre localizaciones afortunadas o infortunadas, sino que podían controlar a los shikigami, los pequeños fantasmas o espíritus que ejercían de familiares o criados.

Los onmyōji ministéricos acabaron teniendo la exclusividad del asunto y asegurada la confidencialidad de sus acciones

Los sucesivos aportes de otras filosofías y religiones acabaron dándole entidad y rituales propios, llegando a la creación de una religión que para el siglo IX tenia un poder tremendo en el Gobierno. Durante los siglos XI y XII, dos familias (Abe y Kamo) acaparaban los candidatos a ser sacerdotes de la nueva disciplina. Sin embargo, la capacidad instrumental de dicha religión, tan deseada por el shogunato, era mal vista por parte de samuráis y daimyos: cuando Toyotomi Hideyoshi (1537 – 1598) llega al poder, los saca a todos a escobazos. Los expulsados brujos tienen que buscarse la vida en la empresa privada: muchos de ellos acaban siendo hechiceros ambulantes y mas pobres que ratas. Hasta la instauración del shogunato Tokugawa en el siglo XVII, no se comen una rosca, y es entonces cuando vuelven los buenos tiempos y las malas puñaladas entre familias por asegurarse el pesebre gubernamental. Hasta que, en la Era Meiji, los gobernantes buscan una excusa para quitarse antiguallas y posibles núcleos carcas de en medio, acusan a la religión de ser “una cosa extranjera, de chinos” (ahem… ellos mismos estaban empeñados en occidentalizar Japón… incoherencias de la política) y en 1870 se llega a la prohibición de su práctica. Desde entonces, aunque siguen siendo populares algunos rituales y creencias tipo “calendario de fastos y nefastos” (como el Calendario Zaragozano, pero el japonés) no asoman mucho en la vida pública, vamos, ni como elemento folklórico.

Os voy a dar una pista, para que os enteréis de porqué pasa lo que pasa: la localización no fue elegida para asegurar el reposo del difunto, sino para destrozar la armonía de la colonizada Joseon. Y por lo visto, es cierto que los japoneses hicieron “algo” para destruir el flujo de pungsu-jiri (el feng-shui en coreano) de la península. Algunas de estas “medidas” ya se han “retirado” pero otras siguen sin localizarse. Os dejo el enlace a un artículo que os recomiendo leáis después de la película para no fastidiar el macguffin. La película está por ahí disponible con subtítulos en español y con doblaje latino, y creo que en poco tiempo saldrá doblada al español no latino. Lo digo por si queréis esperar a algo que no os chirríe en la oreja

Y un pequeño extra:

Monstrous (Ghost , Strange , Goei): Aquí le tuvieron que dar una variante a la palabra “monstruo”, porque con ese título salen un puñado de producciones. Esta miniserie da la impresión de ser originalmente una película que se troceó para transformarla en capítulos breves (6 episodios, cada uno 30 minutos) en vez de dejarla como cabecera de una serie con formato más clásico. Una producción que a pesar de ello es muy degustable. Volvemos al tema de “ojo a los artefactos antiguos”: en este caso una cabeza de Buda que se desentierra en un pueblo durante la construcción de una carretera, en los antiguos terrenos de un monasterio budista de época Goryeo ahora desaparecido (mira, en Huesca si haces eso te puedes encontrar un obus de la guerra, no se si eso es mejor o peor). Enseguida, el político de turno decide rentabilizar el hallazgo, “poniendo en valor” el objeto e instalándolo en el centro cultural ad majorem regidorum gloriam.

Si un arqueólogo viera cómo manejan el hallazgo, quitando a tirones la venda de los ojos de la estatua, dándole un manguerazo y enganchándola sin más a la caja del camión, ni una triste cata, ni una documentación del hallazgo… le da un jeribeque

Nadie se pregunta porqué la cabeza estaba como estaba, todo es fiesta y despiporre, futura atracción local y votos para el gobernador. El problema es que el artefacto no es inofensivo: es un gwibul (una estatua budista embrujada), y está poseída por un espíritu maligno que se dedica a enloquecer y llenar de ira asesina a quienes la miran a los ojos. Eso pasa por no tener mas cuidado, tantas prisas, tantas prisas…. No solo eso, sino que ocurren cosas raras en el pueblo: bandadas de cuervos replicando a los pájaros de Hitchcock, lluvias negras, cielos nublados concentrados encima del pueblo, extrañas nieblas…el pack completo.

Y mira que los dos monjes budistas lo habían avisado: que con esas cosas no se juega, que la vamos a liar, que lo tenemos escrito…

Hasta han hablado con un profesor de universidad, que les pone en contacto con un antiguo alumno y asociado suyo, que tras una desgracia familiar se divorció, dejó el trabajo “serio” y ahora hace de Friker Jimenez para ganarse la vida, publicando una revista (Monthly Strange Story) y manteniendo un canal de Youtube para poder sobrevivir. Aparte de necesitar urgentemente el dinero que los monjes le van a pagar por el trabajito de investigación, su ex (que se dedicaba a interpretar textos e inscripciones antiguas) vive por allí, y quieras que no sigue preocupado por ella. Por el camino conoce a la jefa de policía, que se encontraba fuera del pueblo en ese momento, y se convierten en aliados.

Consiguen llevar al centro cívico, y se dan de morros con el desastre: gente matándose entre sí completamente delirantes, un grupo de probos ciudadanos (con el mentecato del gobernador al frente) atrincherados en el edificio con la estatua maldita y un psicópata encantado con la situación mangoneando. Hala, a ver cómo te las arreglas para salvar a la ex, rescatar al hijo de la jefa de policía y detener la maldición (menos mal que están con los monjes haciendo de apoyo técnico a través del teléfono)

En varios flashes te van contando la historia de los personajes. Hay que estar atentos porque va en pildoritas. La jefa de policía agobiada (Kim Ji-Young, anteriormente, pésima cocinera, vaya CV tiene la señora, caray) que tiene un hijo rebelde (Nam Da-Reum, especializado en series con chavalotes), el cual ha sido el mejor amigo del psicópata (Kwak Dong-Yeon, hermano tontaina, hijo chiflado) y el tipo quiere vengarse de lo que considera un “abandono”. El arqueólogo (Koo Kyo-Hwan, se escapó de Mogadishu y cazó desertores) y su exmujer (Shin Hyun-Bin, tuvo un marido poli) con su drama familiar. Todos los actores son excelentes (Kwak como psicópata lo borda, lo borda): añadid a Park Ho-San como político impresentable y Jo Sang-Ki como monje budista descubriendo las nuevas tecnologías. Una ambientación muy buena, un etalonaje en gris-verde muy interesante, la matanza bien filmada y hala, ya tenéis para hacer un binge watching y pegaros un domingo de gyozas y cervezas

Dos escenas que sirven para definir a los personajes y sus contrastes: en la primera, la casa del psicópata. Si nos fijamos, la imagen está ligeramente torcida, «algo no está bien», y en la gama fría descubrimos una representación de la probreza con la acumulacion de trastos en un edificio desvencijado. Ese porche no invita a sentarse, todo es desagradable, y hasta la figura humana está sin enmarcar en la puerta porque «el tipo no encaja». Que si, que le faltan unas cuantas tuercas, lo vamos pillando… En cambio el despacho del abad es cálido, lujoso, centrado, con tazas y cafetera de filtro. Seguro que apetece sentarse en ese sifá de buen cuero y relajarse. Como está relajado el abad, a pesar de que el monje de pie le insta a poner coto a la que se viene encima.

Publicado por directoraymas

Apasionada por la fotografía. Mas de 40 años viendo cine de todo tipo y últimamente decidida a hacer sus incursiones en el asunto. Viajera siempre que puede, pudo y podrá. En la mesa lo mismo puede haber una tortilla de patatas que un wok de verduras o una selección de mezzes... Con semejantes antecedentes, solo podía organizar un blog ecléctico entre la curiosidad y el desparpajo

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6 Comments

  1. buenísimas las dos, me encantaron. Me encanta todo lo sobrenatural, rituales y cosas de esas. Odio las películas de miedo también, pero no sé por qué, estás no me dieron miedo. Debe ser por lo q tu dices.

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  2. no se por qué pero me viene a la cabeza la pelicula del exorcista, solo que en vez de sacerdotes hay chamanes, en vez de niña poseída hay guerrero japonés resucitado y que la cosa queda en empate en ambas producciones, por lo demas la atmosfera lugubre y los efectos delirantes son similares pero en coreano , con algun toque de humor negro, que no falte. Bien visible y entretenida

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    1. cachissss que me haces spoilerrrrr Lo ciero es que los rituales de exorcismo son comunes a muchas religiones. Los budistas tienen todo un catálogo; las religiones chamánicas para qe hablar… Lo que no tengo claro es que los ritos de una sirvan para otra. Igual es mas efectivo tirarle a la cabeza el ritual romano de 1614 encuadernado en madera y cierres metalizados al oni plasta que recitarle los textos de sus páginas

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