Los niños del barrio

Link: Eat, Love, Kill (Link: Eat and Love to Kill , You Are My Killer , Link: Eat, Live, Die): Después de dos entradas más alejadas del mundo azucarado de Dramaland, volvemos a meternos en el confuso cajón de la mezcla de géneros tan del gusto coreano. Personajes con sorpresas, volantazos de historia, chorreada larga de fantasía, gente haciendo cosas estúpidas por culpa del Narrativium, mucho romance metido en medio… El kimchi nuestro de cada serie, dánosle hoy

Por un momento creí que volvia Farmacia de Guardia

El argumento básico mezcla el misterio (la desaparición hace veinte años de la hermana melliza del protagonista), la fantasía (los dos hermanos estaba conectados por una especie de “cadena invisible”, lo que sentía el uno lo replicaba el otro), el humor (a cuenta sobre todo de los vecinos del barrio, que es como Aquí No Hay Quien Viva pero en hangul), el drama social (las complicadas relaciones de los personajes entre sí)…

En el primer capítulo una supuesta exquisita te suelte que «en Suecia la comida es muy sabrosa», señora hágaselo mirar. «El chef es de San Sebastián»: gran labor de marketing de la Escuela de Gastronomía Vasca. Bah, como si en Donosti no hubiera cocineros que fueran un desastre y solo aguantaran por el rebufo de la buena fama del lugar y otros fogoneros

Porque he aquí que érase una vez un chef muy majo y muy guapo y muy exitoso que empieza a notar (otra vez) la conexión emocional y telepática que tenía cuando era pequeño con su melliza. El problema es que la niña desapareció de pronto en la calle (por una riña de críos, algo que no debería haber tenido más consecuencias en un barrio popular). La policía la buscó, los vecinos la buscaron, su padre dejó todo atras para buscarla…pero el mellizo “supo” al día siguiente de su desaparición que aquella niña con la cual era ying y yang estaba muerta, que ya no volvería. Como a los niños nadie les hace caso, con su premonición se quedó. La policía dejó de buscar, los vecinos volvieron a sus casas, el padre se perdió también en uno de sus viajes… y detrás quedaron el niño madurado de golpe a cargo de una madre a la cual la depresión ha enloquecido, y para poder mantenerla medio sujeta a este mundo el se dedica a cocinar y convertirse en un gran marmitón, de esos que abren portadas de periódicos cuando sacan un platillo nuevo.

Manos a la obra. Nada de encargar la faena a us estudio de arquitectura, que hacen lo que quieren y luego todo son disgustos

Así que, si ahora ha vuelto a sentir esos arrebatos de lágrimas o de risa, esos flashes de imágenes borrosas, alguna explicación tiene que haber… Por eso el buen chef deja todo (que tampoco es que pudiera trabajar bien en una cocina profesional de alto nivel con semejantes altibajos de humor, que el subchef lo ha rebautizado como “WiFi” por la condición de receptor sin filtro) y decide abrir un gastrobar- restaurante- bistró en su antiguo barrio, echándole la excusa de la nueva moda de abrir locales muy pijos en zonas muy populares, pero en realidad para poder averiguar que es lo que pasa y pasó en su día. Se lleva de la oreja al subchef, que es su amigo y una buena persona y se ponen manos a la obra, que si reforma que si preparaciones. Les queda un local niquelao, con un patio precioso, una sala-cocina abierta luminosa, y la vivienda arriba con un invernadero para las hierbas que es una delicia.

De cómo la rabia de un vecindario en busca de un culpable (el que sea) destroza a un hombre cuando lo señala. Cuidado con la jauría humana

A ver, el emisor, donde está… Pues resulta ser una chica que está intentando sobrevivir en la Gran Ciudad, con trabajos a media jornada o a salto de mata, y que ante la imposibilidad de mantenerse acaba volviendo al barrio a echar una mano en el restaurante “popular” que llevan su madre y su abuela. Hasta ahí la sigue un compañero de trabajo que nada mas aparecer se destapa como un acosador empeñado en que ella es su “novia” aunque la interesada no se haya dado por aludida. Pesadilla de hombre, oyes… El tipo es realmente peligroso, tanto que se cuela en el restaurante de su familia e intenta violarla. O estrangularla. O todo al tiempo… ah, menos mal que la familia que cocina unida, escalabra unida, y su madre y su abuela le rompen la crisma al tipo, que es de momento colocado en un antiguo frigorífico de hostelería que está abandonado en la calle

Una casa de mujeres, y las tres a cual mas poderosa. Peonías de acero.

Ya con estos ingredientes podemos empezar a cocinar: un frigorífico que aparece y desaparece, y todo el mundo se lo apropia o lo intenta hacer desaparecer; un muerto que está muy vivo; dos supercocineros intentando abrir un pijirrestaurante; un matriarcado con señoras de armas tomar (literalmente) que se defiende como gatos (gatas) panza arriba; un vecindario peculiar (por decirlo suavemente) que nos ofrece una miniexploración  en las dinámicas comunitarias; una policía tan inútil como vulgar; una morena con secretos…

El chef y el subchef conociendo a sus futuros proveedores. Un bromance delicioso

Hay una gran inflexión en los cambios de carácter de los personajes: el gran volantazo lo dan a partir del episodio 8, donde lo que hasta ahora era una comedia negra con guiñoles y rom-com se convierte en un drama policiaco. Se acaba casi radicalmente el jijí-jajá que aligeraba la historia, con la comedia escondiendo y endulzando el agrio asunto  general ,y quedan en crudo las líneas duras: las realidad de la indefensión de las mujeres frente al acoso, el abuso doméstico, la violencia (sobre adultos y sobre niños), la pederastia, el cataclismo que supone para una familia o una tribu la desaparición de uno de sus miembros (no digamos si encima es un menor), la ignominia de la falta de solidaridad con los vecinos (si ese tipo hubiera tendido una mano a la niña…), la designación del chivo expiatorio cuando la tribu entra en pánico y furia…

Lo que dijo el jefe con respecto a los molestadores y corruptores: piedra de molino al cuello y capuzado en el río Han. Y nos hubiéramos ahorrado muchos disgustos. Como en la ya clásica Mystic River (rayos, hasta la canción más emocional se llama “You River In My Hearth”), los niños que ayer son los adultos de hoy, y sus almas se quedaron atrapadas en el fango aquellos días de espanto

Las victimas no son sólo los que esperan en la mesa del forense: El horrible dolor que un crimen así deja no solo en el perdido, sino en todo el entorno, es un aullido sin fin. Y cuando haces algo mal, todo se va complicando en una bola de nieve. La mentira para salir del paso, o el silencio desentendido, acaban implicando gente y pudriendo la situación

Una referencia muy transparente al cartel de Beyond Evil. Coindicen la temática y el actor, mas pistas imposible

No es una serie redonda y brillante, y tiene carencias y cojeras. Vale, lo admitimos, el argumento se alarga más de lo necesario (sobre todo estirando el chicle de la pareja que ahora nos juntamos, ahora reñimos, ahora nos volvemos a juntar), a ratos las escenas son de un moñas capaz de hacer vomitar purpurina a un unicornio, hay incoherencias en la historia (no, a mi no me parece que dejar en la oscuridad para qué quería un cazador de niñas a la chiquilla sea un fallo, mejor no damos explicaciones), los héroes toman decisiones estúpidas (a ver, tontalaba, ¿llevas el asesino pegado a tu culo y te metes por callejones con casas vieja medio abandonadas?), y aunque técnicamente pasa por correcta tiene fallos de raccord (como las colocaciones de la policía en una escena del episodio 2)… nos quedamos con otros detalles como esa familia en la cual las mujeres se apoyan entre sí pase lo que pase (la abuela con la barra de hierro debajo del abrigo, jajajajajajaaj), el subchef que cuida del chef (y del perro, un robaescenas que juraría que es el del propio protagonista por las carantoñas), los paseíllos del frigorífico (Ni que fuera el baúl de Rincewind, correteando con sus patitas)…

Cada vez que descubres una nueva cabronada del acosador, y cuanto más sabes de el, peor te cae. Seguidamente le cae una paliza y piensas: se lo ha ganado por hijoeputa. Excelente trabajo del actor que empieza con un perfil de jefe enamorado tipo manga shoujo (un dia hablaremos del venenoso mensaje que contienen) a elemento tóxico desde pequeño

Lo mejor, con diferencia, es el trabajo de los actores. Soberbio. Empezando por Yeo Jin Goo, que nos dejó patidifusos con ese policía de voz de bajo profundo que tenía un mano a mano con el compañero/sospechoso, y esta vez nos ofrece la visión de lo que les pasa a los que quedan atrás. Culpa, dolor, rechazo, responsabilidad… Aplausos con las orejas. Y también nos gustó la abuela (Ye Soo-Jung, la vimos haciendo de astuta gobernanta y paseando por el Inframundo), matriarca de frágil aspecto y energía de locomotora diésel cuesta abajo. Kim Ji-Young, aquí de sufrida madre cuasisoltera (total, para lo que le sirvió el marido…) es otra con mucho CV (otras veces ha podido salir mas arregladita). Ah, y el acosador que se lleva mas palos que una estera, por bicharraco, hala, (que bien lo hace Kim Ji-Young, poco CV y un chico guapo, pero aquí consigue que le cojamos tirria poniendo caras de perverso). Pero vamos, que el resto no tiene desperdicio…

Creo que Bansky tambien vió esta serie. El frigo merecía una referencia final, no se… ¿Un plano con su interior limpio y rellenado de kimchi o helados?

¿Son de verdad tan peligrosos los acosadores? Pues si, no son para tomárselos a broma, ni aquí ni allá. Revoloteando como grajos sobre sus víctimas, que la mayoría de los casos son mujeres (a las que consideran “suyas” aunque ni siquiera sepan de su existencia) y a las que “castigan” por su desprecio o cualquier pecado que les adjudiquen. Sus objetivos son mujeres de su entorno cercano, celebridades (aquí pueden ser víctimas hombres y mujeres) o completas desconocidas. Esta serie se hace eco del excesivamente laxo trato que la Ley y la sociedad tiene con ese problema, que se queda en un “ellas se lo han buscado” y “son cosas de muchachotes”. De hecho, hasta hace poco era un delito menor, 85 dólares de multa y a la calle, hala, no seas pesadito . Incluso si la víctima conseguía llevarlo ante los tribunales, el tipo podía quedar libre sin cargos si la víctima lo perdonaba (es decir, si la familia del tipejo la acosaba lo bastante para acocotarla y hacer que retirara los cargos). Claro que la conquista de esa novedad ha tenido que pasar después de que un acosador matara a una mujer en el metro. Y aun así, las victimas no se sienten protegidas: el acosador volverá a intentarlo, y encima las castigará por ser malas. De hecho, el acoso ha seguido creciendo y aumentando, como si los depredadores (generalmente, hombres, pero tambien hay un porcentaje nada despreciable de mujeres, generalmente obsesionadas con famosos a los que persiguen, mandan paquetes con regalos terroróficos, amenazan…) se sintieran respaldados en su odio por ser InCels (involuntariamente célibes). Igual hay que hacer como las señoras de la serie, aprender a usar una barra de hierro y comprarse un frigorífico…

Cuando se planea una escena, hay que pensar no sólo en cómo se van a mover los personajes, sino tambien en los colores que se desplazan. Cualquiera de las tres imágenes es una delicia (toda la serie está en manos del encargado de fotografía), pero la serie de tres en la secuencia (el tropo del chubasco y el paraguas) se mueve con una suavidad exquisita. Arriba, una toma en contrapicado con el paraguas turquesa que trasluce y gotitas de agua como joyas, en una composición equilibrada y la paleta de azules empastada con esa lluvia a cuenta del departamento de atrezzo con el camión manguera (je, que se ve el cielo azul, la luz es demasiado brillante y las sombras bien definidas para creernos que sea natural). En la siguiente, aparece el color naranja medio en la falda de la chica para completar el etalonaje Orange-Blue tan de moda. El color turquesa se repite en la columna que a la izquierda completa la composición. La figura de la persona que corretea en el fondo ha animado el cuadro, que juega con los reflejos del suelo mojado. Y en la tercera, aparece el segundo objeto naranja, bien destacado sobre la ropa oscura y modesta del protagonista: el paraguas roto (a su vez referencia de otra escena en un flashback) que atrae nuestra vista mientras la pareja se aleja por esa avenida de árboles borrosos, perfectamente colocado en la misma parte de la imagen que en el plano anterior para hacer una continuidad de ángulo. Toma ya, tan sencilo y tan delicado como los emplatados del chef

Publicado por directoraymas

Apasionada por la fotografía. Mas de 40 años viendo cine de todo tipo y últimamente decidida a hacer sus incursiones en el asunto. Viajera siempre que puede, pudo y podrá. En la mesa lo mismo puede haber una tortilla de patatas que un wok de verduras o una selección de mezzes... Con semejantes antecedentes, solo podía organizar un blog ecléctico entre la curiosidad y el desparpajo

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2 comentarios

  1. Cómo no que aparece en escena? Restaurante o sea comida a tutti plain, lo que decimos siempre, están obsesionados con la comida, todo lo demás gira en torno a ello, escenas con tensión, en restaurante, los diálogos interesantes, en restaurante….y están delgados de los nervios que hacen con las tramas

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