
Secret Royal Inspector & Joy (Tale of the Secret Royal Inspector and Jo Yi; Inspector Joy; Inspector and Joy; Royal Secret Inspector Joy): Después de tantas noches sin dormir y tantos días arrastrándonos por las aceras, al final acabamos haciendo sesiones de estiaje cual leopardos del Serengueti, buscando la sombra de la casa para pasar las horas de calor. Ventanas abiertas por la noche y cerradas a la mañana, persianas bajadas (por algo los países mediterráneos tienen dispositivos que protegen los cristales de las inclemencias, ahora vienen muy bien para evitar los rayos del sol), disposición casi in pueribus cuéribus, botella de horchata bien fría a mano y a ver series exóticas, distraídas y de poca angustia. No os quejéis, que ahora algunos privilegiados tienen AA o ventilador, antes hacíamos la sesión de cine de tarde con sofá de eskay y tigretones churretosos. Nada mejor que algo ligero y con humor, equivalente a un sándwich de jamón y queso cuando queremos matar el gusanillo sin meternos en muchas faenas.


A ver, a que venía eso del sándwich… ah si, a que en esta serie parte de la guasa y el regodeo vienen del gusto por la gastronomía del protagonista. Algo de novedoso tienen que añadir a los ya clásicos clichés del agente secreto imperial a la fuerza: los gobernantes corruptos, los esclavos para trabajar en las minas ilegales, la ambientación en la época Joseon, problemas de rebeldes con causa,… El guión es casi calcado a aquella del agente secreto que ya comentamos aquí.

Nuestro chef es un funcionario que aplica todos sus esfuerzos en la preparación y degustación de platillos y guisites, y cuya verdadera aspiración es dejarlo todo y montar un chiringuito especializado en mandus, la versión coreana de las gyozas japonesas (esas empanadillas de fina pasta que aquí se han vuelto tan conocidas que hasta se venden en los supermercados). Acompañan al cocinero frustrado sus dos criados dispuestos a ser lo que haga falta y acostumbrados que su señor es hombre de buen genio y suave mandato

Para darle mas gracia a la trama, queda incorporada a la comitiva de entrometidos una casada a la fuerza que, harta de ser explotada y mangoneada por un marido adicto al juego y una suegra tirana, se mete en faena para conseguir el divorcio. Le cuesta un poco, pero se sale con la suya, y se queda bien descansada. Mejor ser despreciada por la sociedad que aguantar a la familia política, que la trata peor que a una esclava. Con otras tres mujeres se organizan para compartir una casa alquilada, ganarse la vida trabajando y ser independientes. Con el agente secreto tiene unos rifirrafes constantes, pero ya se sabe, el roce hace el cariño… lo cual se veía venir desde el principio, que digo, desde el cartel.

El protagonista cocinillas está defendido por un Taecyeon que saca toda la vis cómica, hace referencias a otros papeles como el villano tremendo que adoramos, y que aquí también se presta a la burla a cuenta de las orejas, que se llevan lo suyo. La divorciada es Kim Hye-Yoon, que no lo hace nada mal, que va, también le saca sustancia. A mi me hacía mucha gracia porque una empleada en un supermercado al lado de casa tiene exactamente el mismo pito de voz que el personaje, y cada vez que voy a comprar me da la impresión de que en cualquier momento me voy a encontrar a la interesada vestida con el modesto hanbok de trabajadora reponiendo las estanterías. El resto de actores sacan la faena: algunos no los reconocemos si no revisamos el cast con el Google echando humo, como Jung Soon-Won… es lo que tiene hacerse astronauta.

Una comedia muy comedia, con toques de películas modernas y bromas, llena de referencias y guiños a docenas de películas, coreanas o no. Unas cuantas de ellas están encajadas en la banda sonora: como los constantes homenajes a Morricone (cuando lo escuché la primera vez en el episodio 2 casi me sale el café por la nariz), una de las pistas de la BSO del Juego del Calamar en el episodio 16… otros guiños no los he pillado pero seguro que los espectadores de allí se han retorcido de risa por el suelo. El guión por lo demás es muy irregular, con escenas pueriles encajadas a martillazos, y un último episodio que parece el cajón de sastre dónde meter todos los gags que les sobraban de la serie. Eso sí, técnicamente impecable, con buena fotografía, buen vestuario y agradable montaje. Lo mejor: los apuntes folklóricos y etongráficos, como los wedding ducks, (imágenes por parejas de patos, símbolos del matrimonio), el retorno en fanfarria del aprobado en el examen, las actuaciones de los saltimbanquis, algunos ritos funerarios (la infusión de pino), el ritual seupcheop…Si sois curiosos de los usos y costumbres de otras culturas, lo disfrutaréis.

¿Que si era difícil divorciarse en el reino de Joseon? Pues sí y no. Para un hombre era relativamente fácil. Podían acusar a sus esposas de no atender adecuadamente a los familiares, no parir hijos varones, adulterio, estar celosa de las concubinas, sufrir una enfermedad que impidiera a la mujer tener hijos, entrometerse o cotillear sobre asuntos de la familia, robar…Fácil, demasiado fácil, bastaba la acusación y el apoyo de los “testigos”. Solo tres excepciones (sambulgeo) protegían a la mujer de ser expulsada de la casa del marido: que ella no tuviera donde regresar, que estuviera dentro del periodo de tres años de luto por la muerte de los progenitores, o que se hubiera celebrado el matrimonio antes de que la familia del marido hubiera aumentado apreciablemente su fortuna. Que fuera la mujer la que solicitara el divorcio era casi imposible, aunque podía aducir abandono del hogar por parte del esposo durante tres años al menos, graves violaciones por su parte (p.e. dar palizas a los suegros o matar a algún familiar), si la que sufría graves palizas era la mujer (con fracturas y daños similares) o si el marido se beneficiaba a la suegra. En este k-drama -y en otros- sale uno de los casos en los cuales las mujeres sufrían por partida doble: muchas mujeres que habían sido raptadas y mantenidas como cautivas en China, si volvían a su casa eran rechazadas de forma mas o menos evidente, y en no pocos casos asesinadas o empujadas al suicidio

La mujer divorciada (aunque más bien podría hablarse de repudiada) quedaba marcada de por vida como “indeseable”. En su casa, si retornaba, sería una carga deleznable y patética, perdía la custodia de sus hijos, no podía volver a casarse (excepto si el marido se volvía antes a casar). y si quedaba sola acabaría en el fondo de las clases sociales, indefensa ante cualquier ocurrencia del entorno. Una mujer pudiente podía recurrir al sobak, práctica por la cual la mujer se instalaba en unas instalaciones y habitaciones independientes (podía ser incluso una casa aparte en otro lugar) y hacía su propia vida, mientras el marido se dedicaba a sus concubinas con alegre desenfado. Los pobres pobretones tenían que conformarse con partir peras, apelando al Sajeong paui (evidente y clara incompatibilidad de caractéres, resuelta por mutuo acuerdo) o al Halgeub hyuseo, ritual en el cual una persona cortaba la cinta de la chaqueta y le traba el trozo de tela a la esposa (es el ritual que sale en este k-drama).

Una de las pocas soluciones de la gente sin dinero (y a lo mejor con pretendientes que no les importaba el “qué dirán”) era recurrir al Seupcheop: las mujeres se instalaban al lado de un camino que condujera a un santuario, y podían ser escogidas por el primer hombre que pasara por allí, pasando el resto de sus días juntos. Daba igual que el hombre estuviera casado, fuera un viajero o un mendigo: la tomaba de la mano y hala p’al saco. Si el caballero era pudiente podía añadirla a su círculo de concubinas, si era una pareja acordada… pues a cruzar los dedos de que nadie se adelantara sin querer y les hiciera la pascua

Muy entretenida, el orejas este me gusta mucho, y la divorciada ha sido un descubrimiento, espero verla mas
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