
Mr Queen (Queen Cheorin; No Touch Princess): Pero que jartada de reír, madre mía…de tener que parar el vídeo para no perder el hilo… Dió la campanada cuando se estrenó, y no me extraña, porque la serie tiene de todo para disfrutarla: Humor por carretadas, acción, intrigas palaciegas…

… aventuras, duelos de espadachines, maravillosos escenarios, un vestuario precioso, personajes deslumbrantes, fotografía alucinante, efectos especiales, etalonaje cuidadosísimo, fantástica BSO…
más que cine de palomitas, sesión de noche con pizza y cervecitas. Te repantingas en el sofá con la pantalla grande que te compraste para el mundial, y a disfrutar de la fotografía y de las desventuras de un moderno tenorio, mujeriego entre las cacerolas, atrapado en las carnes delicadas de una reina malcasada casi 170 años atrás en el pasado, en época Joseon.

Pero no sólo tendremos en el menú los enredos propios de andar pilotando un cuerpo que no es el propio (incluyendo los contratiempos de la condición femenina) en un entorno que por tiempo y circunstancias (la corte real de Corea en 1851) es desconocido; es que las movidas y chanchullos palaciegos son un territorio comanche donde cada paso que dan los protagonistas cruza terreno minado. Los enemigos de hoy pueden ser aliados de mañana, y pasado volver a lanzarse puñales envenenados. Nada es sencillo ni evidente, cuidado con las apariencias. Si no hubiera sido una comedia, tendría el hielo desgarrador de La Mano Izquierda de la Oscuridad, y no la sorna juguetona del Orlando de Virginia Woolf

Aplausos para la actriz (Shin Hye-sun), que despliega un doble personaje con un solo cuerpo, adaptando sus gestos, voz y andares a cada ocasión, de tal manera que “vemos” claramente cual es el “alma” dominante en cada momento. Anda que no tiene vis cómica la dama… Nuestro/nuestra protagonista… ¿cómo definir el personaje? Un cuerpo femenino en el cual conviven dos almas que a modo de Dioscuros se alternan en tomar el control: el muy masculino cocinero que utiliza sus artes culinarias y su cerebro estratega para sobrevivir a las arpías de la corte (y esquivar los avances de un recién adquirido esposo que tiene fama de bobo y rijoso) y la desesperada reina a la fuga, que permanece agazapada en la sombra de la consciencia y sólo de vez en cuando emerge, para desesperación del cocinero, que se ve involucrado en actividades de gimnasia nocturna a su pesar (o eso quiere creer).

Este k-drama es un juego de dobles parejas, dobles espejos. Porque si la reina es ficha de dominó con par e impar, el rey es también de dúplice condición. Otro superviviente que se las apaña para ser bobo y paladín al tiempo. Si sois veteranos de los folletines del Coyote de José Mallorquín (yo los conocí en las reediciones de los años 80) reconoceréis a Cesar de Echagüe, esta vez con su pequeño grupo de apoyo y sable en mano en vez del revolver y el sombrero charro.

Al actor (Kim Jung Hyun) lo conocimos en Crash Landing on You, y nos quedamos prendadas de sus buenos oficios. Capaz de sacar adelante en el anterior drama la evolución de un personaje secundario (que casi se come al principal) desde un canalla hasta un héroe, aquí empieza muy arriba. Y no por ser un campeón del pueblo deja de ser humano. Precisamente son sus debilidades y sus dudas, sus lágrimas escondidas, sus miedos, sus desfallecimientos, lo que nos conmueve. Y son sus sacrificios y su apretar las muelas para levantarse y pelear lo que lo hace grande. Además de sus ternuras cuando abre el corazón. Esa carta que escribe a su hijo nonato ablanda las piedras. Con un actor tan brillante y de tantos recursos, no hay matiz que no se explore. ¡Ay esa escena de la bronca a los corruptos! Ruge como un león, silba como una serpiente, fulmina con su mirada a los indignos, y pone en su sitio a todos y cada uno, incluyendo la mangoneadora regente, su pérfido hermano y la intrigante reina viuda (madreeeee que trío de perversos). Por cierto, el discurso lo escribió el propio actor, para darse el gustazo. Luego al caballerete lo he visto en un programa de esos que tan aficionados son los coreanos, que juntan a los actores y los ponen a comentar sus sensaciones y recuerdos de las escenas, y es un tímido larguirucho que parece no atreverse a molestar, pero su personaje atruena con las carcajadas de resonancia grave, rompe la pana en sus arrebatos eróticos (uf uf, la escenita en la casa del suegro) y nos pone el corazón a cien cuando llegan las escenas arriesgadas


Para los aficionados a los duelos y demostraciones de esgrima (que se reparten por toda la serie), una demostración de artes marciales en el capítulo 11 (hacia el final) que sospecho ha empleado a los bailarines y especialistas que trabajan en las exhibiciones de los palacios donde han filmado. Tambien hacen referencia a la novedad (para entonces) de las armas de fuego

Como digo, se nota que es una producción de alto presupuesto. La serie original es un c-drama (Go princess Go), a su vez basada en un libro de un autor chino (Xian Chen), y por lo visto era cutre a mas no poder. Llegaron los coreanos, le metieron dinero y adaptaciones, y salió esta maravilla. Que tuvo su polémica, y se les acusó de haber hecho burla de un personaje histórico muy querido (amoavé…¿no se han leído el cartelito del principio de «hechos ficticios»?), o de que el producto arrastraba insultos contra Corea del Sur (oiga, eso es asunto del autor chino, no seamos chinches), o que la propia producción coreana se guaseaba de cosas tan sagradas como el entrenamiento militar… pffffff. La cosa es que se retiró de las plataformas online (en teoría), pero se puede seguir viendo en muchas de ellas (ahora mismo lo acabo de comprobar), con lo que sospecho que en realidad ha sido una maniobra para negociar con Netflix (la cual exige exclusividad en sus productos). Y mira si sabían que tenian algo bueno en las manos, que aprovecharon los recortes para montar una miniserie complementaria (Mr Queen: Bamboo Forest)
Pues eso, que os leéis las aventuras del Chevalier d’Eon al alimón con esta serie, y tendréis la unión de Oriente y Occidente. Talmente una pizza con kimchi que se pueda tomar con jarras heladas de cerveza tipo Lager. Si os parece poca cosa, ya sabeis, le meteis un pelotazo de soju y haceis un somaek (proporción 1:9 soju/cerveza para un traguito suave, maximo 5:5 para rodar por el suelo, y una medida de 3:7 como regla de oro)

En la época Joseon, se consideraba que los alimentos que se consumían eran muy importantes para prevenir las enfermedades y, sobre todo, que la comida podía curar padecimientos (vamos, eso tan castizo de que la salud del cuerpo se fragua en la cocina del estómago). A esta creencia se le denominaba sikchi. Se basa en la combinación de cinco colores y cinco sabores (osaek-omi), capaces de restaurar el equilibrio físico de las personas. Seguro que Arnau de Vilanova hubiera aplaudido entusiasta conceptos y recetas. Evidentemente, cuidar la salud de la corte era un asunto de crítica importancia. Los reyes se alimentaban diariamente siguiendo la etiqueta real, y se disponian en un servicio de tres mesitas con 12 platillos (surasang) que incluían encurtidos, gachas, platos de carne y pescado, cocidos, guisados y asados, y mucha verdura, y lo que sobraba se distribuía entre los sirvientes, sobre todo las damas de la corte que habian preparado y servido la comida. En general las comidas eran servidas cinco veces al día en el siguiente orden: infusión medicinal, sopa espesa hecha con arroz, desayuno completo sobre las 10:00 de la mañana, almuerzo o comida simple por la tarde, cena completa a las 17:00 y los refrigerios para tomar más tarde.

Luego venia lo de las comidas de los días especiales (los banquetes jinyeon y jinchan), y que no habia ocasión que los antiguos coreanos no aprovecharan para echar mano de los recetarios de las cocineras, como el Eumsikdimibang. Que si honrar a las abuelas, que si celebrar un ascenso… y ahi ya las cocinas de palacio lo daban todo
Toda esta apoteosis y parafernalia en los banquetes oficiales desapareció tras la proclamación del Imperio Coreano (1897-1910). El rey Gojong adaptó activamente la cultura occidental, como otros países del período (no debió ver a los diplomáticos con los que debia tratar muy dispuestos a andar picoteando en platillos sentados en el suelo), y adaptó los protocolos occidentales en boga en esos años, por lo que el servicio «a la francesa» y las recetas francesas de alta cocina llegaron a los palacios . Cuando el imperio se deshace y Corea se convirtiera oficialmente en colonia japonesa (1910), los cocineros de los palacios reales tuvieron que emplearse en restaurantes. Para reciclarse y seguir marcando una diferencia, servían en sus restaurantes gujeolpan, una bandeja con nueve manjares. Los productos, en pequeñas porciones, se envuelven en delgadas y pequeñas crepes de trigo. Fue así como la cocina de la corte real se fué diseminando y cobrando presencia entre el pueblo.

Me quito el sombrero. Estoy recomendando la por todas partes, pero no consigo que piquen….
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Muy buena, lastima que no la haya encontrado en español ni latino porque subtitulada no llega a tanta gente.
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luego te dicen que «el humor no es tan vendible fuera de las fronteras, por eso n se pueden imprtar comedias coreanas»… joer pues debemor ser gente rara, porque nos gustan mas estas producciones que las patochadas españolas
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Esto es humor del bueno, con aventuras y moralina y eso si todo el día en un pienso
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