
Se que con este post voy a hundir mi reputación de flagelo de culebrones amorosos, y que ya no podré pasearme con boina y bufanda, periódico bajo el brazo, presumiendo de ser intelectual de cineclub (como decía el viborilla de Carlos Pumares, haciendo la ola con “Gritos y Chuchurros”). Yo que he aborrecido públicamente de la “prensa femenina”, revistas del corazón, programas de cotilleos, artículos de peluquería de señoras… y heme aquí confesando en público que si, que yo veo c-dramas de romance, y no tengo la excusa del sacrificio debido a mis seguidores. Yo confieso, yo confiero que he pecado y reincidido, que he visionado con placer culpable estas tontunás y he marujeado con ánimus iucundus. Y una vez hecho el mea culpa que requiere toda confesión, pasaremos a las consideraciones y devaneos sobre los c-dramas romanticones que he visto. Que no son tantos, caray, que ha sido sólo la puntita…

Para empezar, tengamos claro que la línea general de todos los productos que he visto hasta ahora es la misma: chica joven, pobre pero muy curranta y decente, que sin ayuda de nadie trabaja para sacarse las castañas del fuego, conoce por casualidad a caballero de fina estampa y abultada cartera; empiezan atragantándose el uno al otro (pura tirria y batalla campal) y terminan más liados que un gato en una madeja. Siempre acaban bien estos dramones, sieeeeempre, aunque a veces jueguen al despiste, o incluso amaguen finales “medio pallá”. Hay una serie de argumentos y subtramas que se repiten de culebrón en culebrón: el protagonista con un problema médico o psicológico que cura el amor, la pérfida discordiante que mete ficha al protagonista y compite por la plaza de novia, el conflicto económico (la chica debe dinero al chico, y se las apaña para írselo reembolsando), la autosuficiencia femenina (ella se niega a que el protagonista, por dinero o influencia, la promocione en su carrera, aunque aquí y allá este le eche una manita), la pareja secundaria (amigos o parientes de los protagonistas), los episodios de ruptura y posterior reencuentro (generalmente, por un malentendido tontorrón), la oposición quisquillosa de algun antagonista… La originalidad no está precisamente en el argumento central, sino en las variaciones que las subtramas meten a modo de aderezo. Algunos dramas son de qualité, y se nota en la producción, con mejores diálogos, intentos de originalidad, mejor fotografía… lo del vestuario no tiene solución, la ropa de los caballeros (sastrería de hombre) es mas o menos pasable (en alguna incluso han debido contar con patrocinio de alguna firma, yo que sé, como no entiendo chino…) pero la ropa de mujer y toda la ropa informal de ambos sexos es cutreeeee, cutreeeeee, que parece que los han vestido en la tienda de ropa china de mi barrio, esa que tiene los maniquíes deformes porque los han montado con piezas sueltas de varios modelos, y todo es brilli-brilli, plasticurris, lentejuelas pegoteadas… que ya viendo el escaparate te dan alferecías, y si entras y las tocas, urticaria y ganas de estornudar. Ni punto de comparación con la moda coreana, que por raro que sea el corte o el diseño aprecias el buen material. O con la japonesa, que aunque discreta como uniforme de alumna de colegio de monjas, es tejido de alta calidad. Las casas.. ay las casas… las de los pobres aun tienen el pase de ser eso, de modesta condición (es divertido identificar productos de Ikea como almohadones, colchas…) pero las de los ricos son de traca. Las de los protagonistas pueden y suelen ser de diseño, espectaculares, incluso magníficas (arf arf arf, ese estudio-superlibrería del escritor de Moonligth…). La traca se dispara con la de los otros personajes, no digamos los padres ricachones. Arrasando las tiendas de decoración para horteras con abundancia de dorados, estatuillas horrororas, cursiladas ostentosas y demas espantos de la variedad “señoras con peinados crespados y cadenones de oro al cuello”. ¿Para eso te gastas las perras, sinsorgo, para eso, que sólo te falta el tapiz del ciervo atacado por los perros en la pared? (ondia, juraria que he llegado a verlo en algun escena)

Suelen rondar los 36 episodios y cada uno dura mas o menos 40-45 minutos entre cabecera, scroll final de títulos de crédito … la ventaja es que son ideales para esos tiempos tontos que no puedes dedicarle una hora larga a la pantalla y tampoco tienes la cabeza para complicaciones. Algo fácil de ver y que chisporrotee un poquito, ya no pido mas. El chiste, como digo, está en las variaciones que se desarrollan en las distintas series, y los entornos donde se desarrollan las tramas, que pueden tener mas atractivo que las desventuras del duo achuchador. Un ejercicio barroco y sedante como los variaciones sobre el Guárdame las Vacas con que juguetearon los compositores españoles

Hello Mr Gu: empezamos por un producto arquetípio de factura correcta y que para mi fue el primero. Ambientado en el mundillo de la animación, cumple todos los topicazos. Pones la olla a presión al fuego y para cuando te acabas el capítulo ya está la comida hecha. Ni siquiera hace falta verlo de seguido binge-watching, porque el fácil visionado hace que puedas dejar varios días entre capítulo y capítulo, e incluso saltar de la silla para abrir la puerta al repartidor de Amazon (con el que tienes una relación… complicada), pelear con la lavadora y abroncar al gato sin perder el hilo. Para debutar en este tema, no está mal. Pasará por la memoria sin alharacas pero con un suave regusto. Los actores (Chen Jing Ke y Yan Zhi Chao) correctos en su trabajo, divertidos y muy agradables de ver. Como quien come pipas, oigan, un pasarratos gustoso

Please Feel at easy, Mr Ling (Por favor, póngase cómodo, mr Ling).: ejemplo de las producciones serie B2 (o sea, flojas), parece como si hubieran hecho el guión con copypastes de aquí y allá con escenas que les gustaron de otros c-dramas. Tampoco ayuda que el actor protagonista (Terry Liu/Liu Te) sea mas soso que el puré de calabaza del menú de hospital. Muy alto, muy flaco, pero las supuestas escenas de alto voltaje son anafrodisíacas. Y eso que la actriz que le da la réplica (Rosy Zhao/Zhao Lu Si) no es mala, en otros dramas está mas desparpajada, pero aquí justo le da para sobrevivir. El guión principal se va por los cerrros del folletín intentando crear interés. Si os desengancháis a la primera de cambio, no os lo reprocharé

Ms Crow with Mr Lizard : esta navega por las aguas del mundo de la arquitectura. Navegación de bajura, no creáis, que no se meten a defender calatravadas (Halavado zea el Vajhisimo). Con su amago de Sci-Fi: el protagonista (Ren Jia Lun), parcheado con un corazón electomecánico, va dando garrampazos cual anguila eléctrica, y se recarga en la habitación futurista de 2001:una odisea espacial. Olvidaos de las incoherencias de que un dispositivo electrónico sea sensible a las descargas de adrenalina: se lo perdonamos por la gracia salerosa con que la protagonista (Fair Xing), cuando el confiesa y enseña el pecho con la chapa y las lucecitas que tanto le acompleja (por creer que le hace un cyborg monstruoso a los ojos de los demás), queda fascinada y encantadísima. Punto para la aceptación de la ingeniería biomédica y sus usuarios

Dating in the kitchen: Esta vez, lo que se explora es el mundo de la alta cocina. Y se le nota que al productor le GUSTA la gastronomía (o cree que su público target está interesado), porque el mimo, la delicadeza y la pasión con que se explica y fotografía la comida y el proceso de su cocinado es evidente. Otra vez la actriz Zhao Lu Si de coprotagonista, y esta vez mucho mas cómoda y relajada, con una serie que ofrece a los actores diálogos con guasa (“pues tendrá usted que abonar los costes de la factura” “¡no, mi riñón no!”), personajes algo teleñecos pero muy resalaos (y con actores como Lin Shen, que no se toman a sí mismo en serio, pero si su propio trabajo), y cero intentos de dejar de ser una comedia. Si sois unos foodies, esta es vuestra serie. Eso si, no intentéis seguir un régimen de adelgazar al mismo tiempo (a favor: ideas mil para las cenas de Navidad y otros menus de tour de force)

Moonligth: El mundo del libro o mas bien de las editoriales, los escritores y sus complejas relaciones. Si en la anterior se notaba el amor por la comida, aquí es por la literatura. El guión se sale un poco del canon que hemos mencionado antes: la pareja protagonista es la que en otros géneros (como la ópera, la zarzuela o el teatro) se suele etiquetar de “galan y dama jóvenes”, y actuan como secundarios a la pareja principal (que se perfila como mas madura y con peores conflictos o circunstancias). Aquí Papageno (Ding Yu Xi) es un escritor de éxito, y Papagena (Yu Shu Xin) una novata que quiere ser editora: tal para cual. Las historias y situaciones que se muestran son mas que verosímiles, cotidianas, familiares en muchos casos, y arrancan una sonrisa por la proximidad (como esa noche de hotel compartiendo habitación y cama, en la que el chico se relame pensando en poder ¡por fin! tener algo de frotamiento carnal…y a ella le baja la regla. No pudo ser). Al protagonista no le pasa nada, aparte de ser un crío inmaduro y con el conflicto paternofilial complicado en una lucha de egos y puntos de vista sobre la literatura y sus fines (el padre tambien es escritor de gran reconocimiento, pero en una línea completamente diferente). La protagonista sabe parar, templar y mandar a este adolescente tardano, que va madurando con el tiempo, y al que roba todas las escenas que comparten un bobtail precioso que se pasea por la casa. El cariño que el protagonista le tiene al perro y el estudio-superlibrería en que trabaja el escritor lo redimen de sus rabietas. Ah, y la cava de vinos de la cocina. Jovenzano, pero no tonto…(¿os he mencionado ya el estudio-superlibrería?)

De esta última serie, técnicamente bien resuelta toda ella, analizamos una toma para instrucción de lectores: la pareja objeto de interés se sitúa en un lado de la escena, casi escapándose por el ángulo superior, y las diagonales los enmarcan apuntan a ellos. El entorno frío y duro refuerza la idea de dolor concentrado, el aislamiento en el cual sólo se tienen el uno al otro, y las dos figuras (con apenas unos detalles de color en la ropa para verse en el monocromático pasillo) se envuelven la una a la otra buscando el consuelo y formando un pequeño triángulo que a su vez en caja con el resto de triángulos
Has caído. Has visto más series chinas que yo.
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