
Mad for Each Other (Crazy X in Town; The Crazy Guy in this District; Crazy Person in the Area, Un amor loco): Cuando la anunciaron, justo me pilló en esos días en que necesitas algo ligerito y frescachón para tumbarte en la cama y soltar la tensión del día. Díjeme pues: ah mira, algo sencillo y amable. 13 capítulos, y de menos de una hora, vamos, un piscolabis…. Volvimos a la península de la peonía, a relajarnos un poquito con comedias sobre la gente normal en la sociedad coreana. Ni ricos ni pobres, ni poderosos ni inermes: la clase media que arrastra los pies en el metro para ir a trabajar, o ejerce de ama de casa full time. Amontonada en los apartamentos de los bloques de pisos, haciendo jeribeques en las relaciones personales de una comunidad, buscando un poco de sitio bajo el sol. No son historias de adolescentes rijosos o heroínas arrejuntadas con señoritos, vale, que ya he cubierto mi cuota este mes. Acomodeme, pues, a ver las vicisitudes de dos adultos mayormente disfuncionales, aunque menos bochornosos que los tarados de los programas de exhibición gritona de indigencia intelectual y moral. Que graciosa es la convivencia en los enormes bloques de pisos donde la gente hace el nido, jeje… claro, eso aquí no pasa… (pero qué diablos querrá ahora el del tercero con la dichosa llave… y qué está cocinando la del quinto que huele toda la casa a fritanga de pescado… la lavadoraaaaaa que son las tres de la mañanaaaaaa plastaaaaaaa)

La loca number one es una mujer que se esconde tras unas enormes gafas oscuras y se pone margaritas en el pelo (por cierto, tengo una pinza igualita). Se mueve por el barrio como un ratón huidizo, y si alguien se acerca sale pitando o le arrea con el paraguas. La actriz, Oh Yeon Seo, cumple sobradamente, y es convincente en todos sus momentos. De pasar de un pánico profundo frente a su vecino poli -que tiene problemas de control de la ira- a ir arrimándose al eterno furioso. El actor principal, Jung Woo, ha hecho mucho cine de acción, y se permite hasta sus escenas de peleas y tal para disfrute del personal. Buenos actores en unos papeles cortados a la medida

Si la pareja principal es atractiva, los secundarios son de traca. Como en tantos k-dramas, esas subtramas y sus personajes nos tiene enganchadísimos. Adoramos a ese trío de marujas mangoneadoras, que cortan el bacalao en la urbanización. Sale la Zorra de 10 Colas (ay, que eso es del Cura Feroz), digoooo la presidenta de la asociación de vecinos, y ya no podemos dejar de observar cada mínimo gesto, porque se come la pantalla. Sale la bruja piruja de Beyond Evil repitiendo de madre terrible, y hace una pedazo escena de gritos, reproches y chantajes emocionales. Y el poli de tantas series, y…

Por cierto, el actor (An Woo-Yeon) tiene unos ojos preciosos, que cuando se pone el eyeliner me recuerda muchísimo al fiscal vampiro, y tiene una elegancia y un equilibrio subido a los tacones que ya quisieran muchas (incluida yo, que soy un pato de tobillos oscilantes). Defensa del que ahora llaman crossdressing, y de toda la vida ha sido transformismo en español. La dependienta/camarera/etc, que tiene más mili currada que el sargento Arensivia, lo acepta desde el primer momento, ni lo juzga ni lo encasilla, y aunque empiecen como “amigas” podemos apostar que mas adelante crearán una relación en sus propios términos, sin tener que jugar con las reglas de lo que es “normal” o “aceptable”

Atención a la parte de atrezzo, porque la serie está llena de guiños y detalles. Todo el mundo, en su vida diaria, viste con los cuatro trapos que te echas encima para tirar la basura o bajar a comprar un poco de champú en la tiendecita de la esquina, con los pies metidos en las chancletas desvencijadas que no tiras al contenedor por vagancia, sin maquillaje y, si te descuidas, con la crema puesta y los rulos en la cabeza. Aqui y allí hay «huevos de pascua» para descubrir. Anda que no se ha divertido (o desesperado) el equipo técnico…Y no os perdáis los «miniepílogos» que hay despues de cada capítulo. Danzarinas chispas, como ese exhibicionista bailando el Lago de los Cisnes bajo la lluvia

En esto que llegamos al episodio 8, y le dan un volantazo. La comedia ligera derrapa en la curva, embraga y pasa a meter seriedad. Capasaoooooo que esto era de echar unas risasssss. Aparece la verdadera causa de los problemas de la morena. Que no está loca, la han vuelto loca, y sus chifladuras son estrategias de supervivencia bajo la amenaza muy, muy real de un mal bicho, que como muestra de su perversidad INTENTA MATAR AL PERRITO. Vamos, ya con ese detalle sabemos que está condenado, y todas las ostias que reciba son pocas. Perdonaremos al exhibicionista, aceptaremos al travesti, pasaremos por alto a las marujas entrometidas, pero a este monstruo JAMAS. Y la protagonista tiene valor y agallas; otra cosa es que entre el ex violento, la protosuegra venenosa y la madre que la boicotea, la hayan llevado al borde del precipicio.

Toda la serie es un elogio a la tolerancia del otro. Nadie sabe nada de sus penas y sus parches en el alma, ni de sus virtudes ocultas, ni de sus reales fortalezas. Nos avisa del peligro de compartir bulos, sobre todo si quien los ha lanzado es un elemento malvado, porque son armas que matan. Y que todas las ventanas esconden secretos de familia y de personas reales (indefensión, fragilidad…) que una sociedad mediterránea guarda detrás de las cortinas, y en Oriente tras estores de papel de arroz

La terrible soledad e incomprensión de las verdaderas mujeres maltratadas. Esas que no pueden pedir auxilio, como los niños, los ancianos y los discapacitados, expuestos a la violencia doméstica, y que los Sunflower Center (los centros de atención a víctimas de violencia doméstica) solo llegan a atender en Seul, desbordados por los casos. Esas cuyas fotos del informe médico en comisaría, exhibiendo sus heridas y moraduras, hacen que a los hombres de verdad se les encienda la mecha y entren en modo berserker contra los pegones. Como nuestro poli, que es un buen profesional, pero ya ha visto tanto mal sin freno ni castigo que arde en justa y santa ira. Pero como le recuerda el jefe del equipo, el problema es que darle una somanta de palos al malvado le convierte a su vez en “víctima de brutalidad policial”, enseguida te pillan con tanta cámara grabando (y lo difícil que es deshacerse de un cuerpo si no estás en el negociado mafioso de la construcción), y que no contribuyes al castigo público (aviso a navegantes) que es una de las funciones de la Justicia, o sea la ejemplaridad. Sin escarnio publico de los pegones y sin apoyo a las denunciantes, sin el control vecinal, no hay posibilidad de arreglar nada. En Corea, la violencia doméstica se ejerce no tanto asociada al alcohol (y ojo que por allí se bebe, y mucho) sino a la persistencia del modelo tradicional, en el cual (mala herencia del confucianismo), la mujer es un apéndice, siempre subordinada al hombre, dócil y mansa, y que debe aceptar todo lo que EL le imponga, y luego pasa desapercibida por considerarse «un asunto que debe mantenerse discreto», que no se denuncia. Violencia casera que se exporta allá donde vayan, y aun se exacerba en un desabrido ejrcicio de «defensa de la identidad étnica». Pues ya podían defender otras cosas, yo que sé, las hamburguesas con gonjuac o las telas floreadas en las faldas, en vez de la paliza de todos los sábados

Ocu, vaya barrio te has pillado, tiene de todo, vamos la quintaesencia de la vida cotidiana, y aquí importandola cada día más, a ver si nos despellejamos con ganas, con lo tranquilos que estábamos con bambi
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Paco no seas celosote, que no voy a copiarle los estilazos al chaval (pero mmmmm puede que me pinte la raya del ojo así de mona)
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