Francia transcrita al japonés

Lo admito, soy culpable: la semana pasada no hice mi entrega del blog. No creáis que lo he abandonado, simplemente esta semana se me ha acumulado el trabajo en otros frentes, y el blog pagó el pato. Así que esta semana os compenso con un 2×1, dos series japonesas de temáticas enlazadas

La camarera Okita de la tetería Naniwaya- Utamaro. Imagen: japan-zone.com

Es curiosa la fascinación que en los países orientales tienen por la comida sibarita y la ingesta de alcohol. Desde el extremo de la degustación sibarita hasta el de la la exaltación de los prolegómenos del coma etílico y el empacho terminal, los a-dramas y las series exploran todo el espectro de la gastronomía y la coctelería. Con sus particularidades regionales, claro: los coreanos siguen mezclando géneros y conceptos en una desinhibida sangría de fiestas del pueblo, y los japoneses coleccionan botellines de minibar. Porque un producto audiovisual que me parece delicioso es el que los productores nipones trabajan como nadie y que yo llamo “formato cápsula”. Series cortitas, de seis, ocho o diez capítulos, y que oscilan entre los 20 y los 40 minutos. Pocos actores, escenarios bien aprovechados, muchas veces utilizando casas o exteriores reales, historias concentradas generalmente con interés humano… casi como si fueran trabajos de fin de carrera de los estudiantes de cinematografía. Y eso no es descrédito ni mucho menos, al contrario. Todo el peso de la producción pivota sobre un guion jugoso cortado a medida. Aunque la forma de interpretación de los actores sea “muy japonesa” (y nos resulte forzada para el gusto occidental), la aceptamos con gusto a poco que relajemos el espíritu crítico en ese lado. Mejor ponemos la mirada en el exotismo que se asoma por las rendijas, o rastreemos la similitud de ambos mundos, el suyo y el nuestro

Nishiogikubo-Mitsuboshi-Youshudou (Three Star Bar in Nishi Ogikubo; el bar Tres Estrellas): Minimalista no, lo siguiente. La idea es un clásico, no vamos a negarlo: tres caballeretes muy majetes (Machida Keita, Fujiwara Kisetsu y Morisaki Win), cada uno en su estilo (el escritor un poco darkie, el camarero amistoso, el chef espiritual y achuchable), juntos pero no revueltos (ahem… por lo menos en los ratos que salen en la serie), sacando adelante un bar que no sé cómo sacan para cubrir gastos… ¡ah claro, los tres las tocan, y mucho! El chef está de descanso sabático, el camarero tiene coche con chófer, y el escritor aún no sabemos, pero para los tres es un capricho que se pueden permitir holgadamente. Los tres guapos (que lo son, ojo) haciendo de guías espirituales de las almas perdidas que naufragan en la barra de nogal, rada del puerto que recoge todos los naufragios. Suave como un San Francisco a pesar de estar todo el rato sirviendo cócteles y pelotazos de alcohol. Caray, que parece un publirreportaje de una distribuidora de bebidas.

Basado en un Manga de Asai Sai, y este debe de ser el mas “televisivo”, porque el resto de los que veo en Internet son de asunto gay masculino, y eso en TV, por muy normalizado que esté en la sociedad japonesa, no pasa la criba de la pequeña pantalla.

Cada cóctel o trago viene acompañado de un discursito que justifica su administración. Porque tu no te bebes lo que pides, que vaaaaaa… el camarero te echa un ojo y te sirve lo que le sale de las tarambanas, junto con la explicación que lo convierte en un brebaje mágico que hace el efecto deseado.

¿ Y panizo no tienen?

La originalidad de la serie (al menos hasta donde alcanza mi experiencia audiovisual, igual ya se explotó en otros filmines) es que el bar sirve la bebida con platillo sui géneris. Lo de poner tapas o raciones no es nuevo (a ver, somos españoles, lo de comer miniporciones de pie como picoteo lo inventamos nosotros), pero es curioso ver que en un bar de estética y planteamiento “copa de noche” (que uno se imagina con cacahuetes fosilizados en los platillos y deprimidos bebedores hipnotizando los highballs con música de jazz) te planten un rabo de buey wagyu guisado delante con el Martini.

Resulta que el abuelo del camarero, propietario del bar, instaló en su día una cocinita en el office, colocó un armario en la pared, lo llenó de latas gourmet, y organizó un servicio mestizo.

Puedes cenar en las mesas en plan gastrobar, y luego sentarte en la barra y plimplarte el pelotazo, o desde el principio plantar el culo en el taburete y pegar la hebra con el camarero-brujo, a ver qué se le ocurre. El chef, que solo es medio chamán, prefiere que seas tu el que elija la lata y el te la termina de cocinar y te la apaña, con la premisa de que una buena lata es un instante detenido en la alta cocina. El escritor… ese hace de grajo de E. A. Poe, madre que amargura de hombre…

Si, yo tambien pegué un bote cuado leí eso. Asumidlo, somos exóticos

No dejan de tener razón con lo de utilizar las latas para algo más que solucionar una cena rápida y como alternativa a la pizza congelada. De las básicas presentaciones del vermut (sota, caballo y rey de mejillones en escabeche, berberechos y navajas) al aditivo proteico de las ensaladas (sardinas y atún), hemos progresado a recetas donde encontramos dorada de crianza ecológica en salsa ponzu japonesa, ciervo flambeado al cognac en salsa de nueces, crema ecológica de shiitake con ajo negro y chía, carrillera de cerdo ibérico al Oporto, filetes de atún con naranja y canela, raya en salsa pitau… cualquiera de estas latas las puedes calentar, emplatar, acompañar de algo de vegetal naturaleza, jugar con las salsas, los coulis y las espumas, y tienes una obra de arte que entra por la vista, el olfato, el oído (si, si, algunos platos también hace música, con sus chisporroteos, o sus crujidos, o sus pops…) y al final, el gusto. Declarada la guerra al aburrido filete empanado con patatas o los inanes sandwiches recalentados en el microondas tras la barra, nada impide que la comida combine con el color del cóctel servido en copa martinera

Chef wa Meitantei (Shefu wa Mei Tantei, Chef is a Great Detective): Muy parecida a la anterior en la categoría “qué lista es la gente de hostelería”, esta vez es un restaurante-bistró de cocina francesa, que si en el lugar original están en retroceso (y son más bien casa de comidas y aparcamiento de ociosos del barrio) en Japón se venden como templos de la cocina tradicional con rebufos de grande cuisine.

Recetas de la cocina tradicional. Mas que bistró, un bouchon lionés

A ver, técnicamente es muy similar, pero más flojita en lo demás. Patada en el estómago: ni el atrecista, ni el guionista, han estado en su puñetera vida viviendo en Francia, ni se han molestado en documentarse como toca. Salta cada gazapo tamaño liebre veterana de los Monegros que tienes que parar el vídeo y rascarte los ojos (o desatascarte las orejas, que han quedado impactadas). La primera en la frente es que en la decoración de la entrada al restaurante han colocado una fila de BOTELLAS DE CHIANTI, el vino italiano en garrafas revestidas. Pues si que vamos bien…. La visión de Francia (donde se supone que han estado estudiando hostelería el chef –Nishijima Hidetoshi– y el subchef –Kamio Yu-) es de pastiche. Topicazos y fantasías van pespunteando los episodios. Desde la gastronomía hasta los comportamientos Disquisiciones aparte, una vez asumido la sinsorgada, te puedes divertir comprobando la visión beatífica que tienen allí de la Vieja Europa. Tuvo un spinoff (Sommelier wa Meitantei, el sommelier es un detective) que no he visto, con los mismos personajes y argumento

Que ya no sé si la retórica kawaii (en este caso, cursilona directamente) empieza en las novelas originales de donde sale, la trilogía Bistro Pas Mal, de Kondō Fumie. Igual las novelitas ya eran así de tontorronas, y la escritora se ha documentado leyendo el Reader’s Digest, no sería la primera

No me extraña que en los foros donde critican estas pifias se comente que muchos japoneses (sobre todo, mujeres japonesas que viajan solas) que turistean en Francia vuelven con un síndrome post traumático (el síndrome de París) al comprobar que la vida real se parece muy poco a la idea que llevaban puesta. Ni la gente va por la calle con camisetas de rayas, boina calada y baguette bajo el brazo diciendo ¡Oh la lá!, ni París huele a rosas y hornos de pan (mas bien a tabaco y pis de gato), ni la dulce Francia es un idílico jardín con bonachones habitantes y ladrones divertidos. Vamos, que los inocentones a veces vuelven confusos, asustados y desplumados.

Me da a mi que esto no salía en los libros. Pero al actor le sale con clara y distintiva pronunciación. Este ha pasado por aquí, seguro

No, los parques temáticos estilo Disneylandia no son una buena fuente de documentación si viajas en pequeños grupos o por tu cuenta (otra cosa es que te metan en el rebaño y no des un paso -no des un malpaso- fuera de la zona de seguridad, a prueba de realidades -y escuelas de calor-).

Imagen: metmuseum.org

La fascinación japonesa por Francia viene de lejos. Empieza en la influencia en bidireccional entre Europa y el Imperio del Sol Naciente durante el Impresionismo. Si aquí los pintores se llenaban los ojos con las estampas ukiy-o y lanzaban la ola del Japonismo a finales del siglo XIX, allí las élites que podía viajar o tenían contacto con los pocos extranjeros afincados disfrutaban de los atisbos del Art Nouveau. Pero el mayor impulso y el que permeó todas las capas sociales, llegando a la idolización, fue la llegada de la cultura pop, sobre todo a través de la música y las películas, justo antes de la IIGM, cuando películas de la Nouvelle Vague y algún éxito como «Catorce de Julio» (traducido en Japón como “Pari Sai» (“el festival de París”) mostraron un mundo exótico y lleno de vida para los japoneses en las oscuras salas de cine. Hasta se empezaron a cantar versiones locales de chansons, (el género shanson) llenos de entusiasmo. Aunque tras la guerra la ola americana inundó el país, Francia ya tenia un pie dentro. Eso y la universal campaña publicitaria de glamour, guisotes y amor a tutiplén que los vecinos galos llevan cientos de años desarrollando, han hecho el resto

Imagen: pelidelasemana.com

En vez de imagen para variar, os voy a poner un poco de shanson para que os relajéis, que esto suena muy jazz y va fenomenal con el combinado de sake: un vaso de coctel tipo Martini, unas hojitas de hierbabuena aplastadas en el mortero con una cucharada de azúcar y otra cucharadita de zumo de lima, 90 ml de sake, un chorro de agua con gas helada, remover y dejar reposar un momento. Okurete sumimasen (siento el retraso)

https://music.youtube.com/playlist?list=PLuaCMQZqtLyTczkXBk4QFAlNU7G75TNwY

Publicado por directoraymas

Apasionada por la fotografía. Mas de 40 años viendo cine de todo tipo y últimamente decidida a hacer sus incursiones en el asunto. Viajera siempre que puede, pudo y podrá. En la mesa lo mismo puede haber una tortilla de patatas que un wok de verduras o una selección de mezzes... Con semejantes antecedentes, solo podía organizar un blog ecléctico entre la curiosidad y el desparpajo

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