Las jugarretas de la memoria

Nippon Noir: Keiji Y no Hanran (Nippon Noir: Detective Y’s Rebellion): Para disfrutar estas fechas que empiezan con celebraciones (y lo que es peor, y mas agotador, las preparaciones y las postfiestas, incluyendo limpiezas y barridos), os traigo esta vez un j-drama cortito, cortito, como suelen hacer los japoneses, que con diez episodios se apañan para sacar adelante una historia. Bien está, y si es posible tan oscuro y tan peliagudo que haga de acíbar en estas fiestas de empachos de turrón y buenos deseos. Venga, que esta es una serie de corte clásico de cine negro (el título juega con la palabra y ya avisa) con chorretones de sci-fi y conspiraciones como el que agarra la botella de whisky para regar la tarta al idem. O sea, os plantáis en el sofá con el platito de turrón y alfajores y le dedicáis muecas sarcásticas al más puro estilo Marlowe, con recios bufidos a los cuñados plastas y a la infancia inaguantable con la excusa de que «a ver si me dejáis seguir el argumento que me pierdo»

Una distendida y relajada reunion y puesta en comun en la comisaría
Mientras los chicos «sueltan presión a su manera» (como comenta otro personaje), las chicas mantienen el decoro

La historia es un spin off que se desarrolla a partir de otro j-drama: 3-nen A-gumi: Ima kara Minna-san wa, Hitojichi desu, (ambientado en un instituto donde se ha producido un crimen, pero la historia no tiene mucho que ver). Simplemente, algunos personajes coinciden. La escena de inicio promete: un detective de la policía se despierta al lado de una mujer muerta que ¡oh sorpresa! era su jefa en la unidad, sin recordar nada de lo sucedido en los últimos meses. A partir de ahí, a investigar. Y lo que empieza como un policiaco “habitual”, poco a poco va enredándose en asuntos siniestros, incluyendo experimentaciones en humanos, botines perdidos, paternidades misteriosas… No creo que sea un grave spoiler si os digo que enseguida aparece un nene que es parte fundamental en la investigación y encima resulta ser un hijo no reconocido de… ahem, no reconocido porque la madre nunca le contó al tipo que la noche loca que pasaron ocho años atrás hizo diana. Toma ya, regalito de Navidad.

Aquí, el protagonista, el detective mas horrible de todo el departamento, “el cáncer de la Policía Metropolitana”, que se lleva fatal con todos y que heredó la gabardina de Colombo pero no su buen humor. Lo de peinarse las greñas debe ir contra sus principios. Poco a poco irá recuperando sus recuerdos, recurso que funciona a veces como un Deux ex Machina para ir desenredando el enigma. El actor, Kaku Kento (actor y modelo, tiene un CV mas largo que una resaca de vino caliente), no lo hace mal, aunque el pobre se pega todo el tiempo poniendo cara de estreñido. No es culpa suya, sino del guión.

La serie tiene cosas buenas, cosas regulares y desastres. En los méritos: un guión lleno de giros y sorpresas (aunque a veces se haga algo enrevesado y vaya entre acelerones y frenazos, en el episodio 6 hace un empaquetado de acontecimientos para acelerar el discurso, jugando a presentar como resúmenes cosas que no se han visto en pantalla), una resolución técnica decente, abundantes escenas de peleas, hace sus pinitos de montaje y escenas con nuevo lenguaje cinematográfico…

El jefe de policía, un hombre con una pena mas pesada que un bocadillo de pan de Cádiz. A mi este actor (Kitamura Kazuki, otro que ha currado sin parar desde hace mas de 20 años) me priva, me chifla y me fascina. Encima aqui demuestra que tiene muuuuchas tablas: con una gestualidad mínima pero precisa y constante, aguanta el plano que le echen, llena de expresividad su personaje y se come la pantalla en cuanto sale.
Con ustedes, Iura Arata, que es actor, modelo, diseñador, talentoso fotígrafo, entusiasta colaborador de firmas indieno se aburre el hombre, no… me pregunto de dónde saca tiempo para tener emejante lista de trabajos en series y películas como luce

En lo malo, que a veces la BSO es de un cursi relamido que da mil patadas, diálogos que a veces parecen disociados de la acción, algún actor malísimo (el nene da urticaria de lo patoso que es) y tal y tal. El final se deshace un poco, y encima te deja mal sabor de boca. Lo dicho, acibar. Aceptemos que está planteado como si fuera un anime, con personajes descacharrantes tirando a teleñecos para adultos -que nunca sabes si son «de los buenos», «de los malos» o llevan agenda propia-, mucho humor infantiloide, despiporre en las escenas, exageración a tutiplén, y lo llevaremos mucho mejor

«Lucha de pezones». Si señor, una forma muy madura y lógica de discutir las cosas

En Japón no se celebra la Navidad como en España. Bueno, en algo se parecen: que se han convertido en una explosión de consumismo bestial, donde todo se dirige a la compra compulsiva. A ver, que ellos son sintoístas, que cristianos hay poquísimos, y desde luego tiene poco peso en la cultura popular. mayormente, se utiliza la idea de «lucecitas a montón y comida con la etiqueta de Christmas» para empezar la fiesta sobre el 24 y llegar hasta Año Nuevo. En Nochebuena se cena pollo frito del KFC (leñes), las parejas se hacen arrumacos (y los solteros se abren las venas), el gordo del traje rojo está por todas partes… y el 25, a currar, hala

Iluminaciones de Navidad de Caretta Shiodome en Tokio. Imagen: japonismo.com

Típico de estas fiestas es la tarta de bizcocho con nata y fresas (el christmas cake). Y ojo a la mala leche: este postre es casi exclusivo de la cena del día 24 de diciembre, así que cuando llega el 25, si no te lo has comido, ya no vale para nada, porque se ha pasado su fecha. Las tiendas que no han vendido sus tartas para ese día se encuentran con productos que ya no sirven. De la misma manera, una mujer japonesa que llega a los 25 años de edad sin haberse casado recibe el nombre de «Christmas cake», y es que se piensa que ella, al igual que la tarta, está pasada de fecha.

Lo que se dice una entrada con estilo. Más fantasiosa que un unicornio de turró y guirlache: nadie se cree que en una comisaría alguien puede pegar un tiro y no pasarle nada. Ni en Japón ni en Narnia. El plano se resuelve en un doble ángulo visual: los policías en el suelo (todos de aburrridos y uniformes trajes negros y camisa blanca) están rodados en picado, y el policía de la gabardina sale en contrapicado. Eso se logra colocándolo encima de la fila de asientos con pupitre, lo cual logra dos efectos: que su figura domine sobre el montón de anónimos personajes (enanos ante un gigante), y que su figura se recorte en un techo iluminado. Para evitar los contraluces fuertes, seguro que hay reflectores cuidadosamente dirigidos equiibrando las sombras. El etalonaje en tonos azulados y verdosos produce una sensación de tristeza y casi se pueden sentir las palabras «burocracia», «rutina» y «monotonía». Una gama casi monocroma, en la cual solo la luz de emergencia (prohibido apagarla) casi en el centro llama un poco la atención por su disonancia. Todas las líneas rectas del plano parecen la trama de un telar donde encajar las figuras: hay un fuerte dinamismo incluso en un momento tan estático (el tipo acaba de disparar, y todo el mundo ha queddo paralizado del susto)

Publicado por directoraymas

Apasionada por la fotografía. Mas de 40 años viendo cine de todo tipo y últimamente decidida a hacer sus incursiones en el asunto. Viajera siempre que puede, pudo y podrá. En la mesa lo mismo puede haber una tortilla de patatas que un wok de verduras o una selección de mezzes... Con semejantes antecedentes, solo podía organizar un blog ecléctico entre la curiosidad y el desparpajo

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1 comentario

  1. Pues problemas de memoria tras el lingoteo del cava y licores pertinentes seguro que llegan si son tan dados a la exageracion

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