
Mononoke: El fantasma bajo la lluvia (Gekijouban Mononoke Karakasa, Mononoke the Movie: Karakasa): Si a estas alturas ya habéis superado la resaca de Navidad, vais metabolizando la de Nochevieja y estáis sobreviviendo a la marejada de los roscones y los regalos, os traigo una de esas películas que os asegurarán el odio eterno de vuestra cuñada la cursi y vuestra suegra fácilmente escandalizable. Si ellas os han hecho rechinar los dientes con películas “navideñas” horteras y empalagosas de productoras yanquis, vosotros contraatacad con una “de dibujitos, para los nenes en estas fechas”. Les va a explotar la cabeza, os lo aseguro. Por la estética (un delirio psicodélico maravilloso), el argumento (totalmente adulto), los personajes (fantásticos)… Se van a enterar los despistados lo que pasa cuando mezclas la estética y arte japonés con el LSD. Aprovechando dibujos y láminas clásicos como base del arte (si, si, ARTE) y la mitología japonesa en la historia, la productora de esta película de anime dejó manos libres y neuronas empastilladas a los creadores. La confianza les resultó provechosa, y aquí tenemos los resultados (ojo, no confundir con nuestra inmortal y maravillosa Princesa Mononoke, que esa es otra historia y otro estudio de animación)

Lo de llevar espada tiene a todo el resto de personajes mosqueados, porque los boticarios eran una de las castas mas bajas en el periodo Edo (cuando se desarrolla la historia, aunque otro de los arcos parece que llega hasta la época Meiji) y evidentemente es imposible que llevara una espada, arma reservada a los samurais. A mi me mosquearía mucho más que Kusuriuri, el boticario errante, tenga orejas zorrunas, pálida piel con extrañas pinturas y en general un aire vulpino que recuerda mas a los kitsune (zorros de nueve colas japoneses) que a los sufridos farmacéuticos ambulantes con la caja a la espalda.

Pocas medicinas vende el tipo, porque lo suyo es combatir los Mononoke, que se traducen como Espíritus Vengativos. Para combatirlos, el protagonista debe descubrir su Katashi (forma), Makoto (motivo) y Kotowari (verdad) interrogando a los implicados; una vez averiguado, ya puede desenfundar la espada (una Taima, la pequeña daga de hoja corta –Tantō– con una cabeza de yōkai tallada en el extremo de su empuñadura), asumir su segunda forma y destruir a los mononoke.

La palabra en sí aparece a partir de la segunda mitad del siglo X, y al principio se escribía utilizando los ideogramas etimológicos de mono (物 cosa, algo) y ke (気 espíritu, hálito vital). Estos mononoke se acercaban a las personas contra las cuales tenían rencor y les hacían pasar todas las perrerías posibles. Al principio son indistinguibles de otros yokai (seres fantásticos) malignos y de acciones indiscriminadas, pero a finales del siglo XII ya se afina con su etiqueta, y los mononoke dedican sus esfuerzos contra alguien en concreto, como un enemigo en vida, su asesino… Cuando se revelaba la identidad del mononoke (con mas o menos esfuerzo y técnicas budistas), si este resulta ser un espíritu o dios digno de veneración (amoave… ¿has atacado algún santuario? ¿Has ofendido a tus antepasados?¿has abandonado los ritos de consuelo de los difuntos familiares?) se les apacigua celebrándose las ceremonias pertinentes, pero si es un muertito sin mas (una amante despechada, un amigo traicionado…), se les aplican contundentes exorcismos y conjuros hasta deshacerse de ellos, ni compasión ni gaitas, el vivo al bollo y el fiambre al Yomi (黄泉, «País de las Tinieblas» o «Mundo de las Tinieblas»), el Hades versión japonesa, a pasar hambre y frío

Al haren del Shogun, el Ooku, ingresan un día dos chiquillas, esperando hacer carrera en el serrallo y convencidas de que abrirse de piernas y dejarse empreñar por el jefe es un acto de patriotismo y devoción máxima. Que otra cosa puede hacer una mujer en ese mundo machista y rígido, y ellas están convencidas de su destino. Asa y Kame no son hijas de grandes familias, no son nobles, así que no pueden aspirar a ser “esposas oficiales”, pero si llegan a concubinas ya sería la cúspide de su ascenso. O quizás simplemente ser trabajadoras en todo el complejo organigrama de las Habitaciones Interiores.

Normal que allí se incuben sentimientos terribles, y por eso está allí el boticario vulpino de la película: su fino olfato ha detectado la presencia de un mononoke. Saltándose todas las protecciones (guardias armados, sirvientas feroces…) se mete en los aposentos de las mujeres armado con sus amuletos O-fuda (fabricados en un santuario sintoísta) y sus balanzas detectoras de cosas raras. A conocer Forma, Motivo y Verdad del invasor.

Lo dicho: la parte visual a-lu-ci-nan-te, el guión fenomenal… sólo me cruje la banda sonora del anime (un a modo de chanson francesa), porque la de la película, con esas partes de trompetillas y tambores, es bien curiosa. Os podéis dedicar a parar la peli y estudiar con atención los dibujos: los paneles de las habitaciones, los diseños de las ropas… Babitas, babitassssss.

Como podéis deducir de mi post, el sistema feudal japonés y la consideración social de las mujeres en la época Edo me patean la boca del estómago. Desde la primera imagen en que veo a las dos chavalas tan entusiastas en convertirse en parte del “establo de yeguas de vientre” del Shogun, me subió el ácido a los labios. Muy mono todo, si si, pero el Ōoku (大奥, «gran interior»), los espacios reservados a las mujeres conectadas al Shogun reinante del Castillo de Edo, me dan un bajón de aupa. En otros serrallos históricos, las mujeres conservaban cierto poder e incluso hacían sus negocios (como la Casa Jeneret del Antiguo Egipto), pero en el ooku japonés su única actividad era entrenarse como “placeres carnales del shogun”. Lo cual no deja de ser irónico, porque como vimos los samurais de la época estaban mucho mas entretenidos con sus donceles. Encima, cada encuentro sexual con una dama debía estar precedido de una solicitud previa, inspección a fondo de la follable, monitoreo del zumbamiento por varios vigilantes, informe postcoyunda… lo increíble es que consiguieran que se les levantara

Con semejante enfriador de ánimos, mejor dedicarse a los caballeretes, que contábamos en otra entrada. Como mucho, geishas y oiran, que salen mucho mas económicas. Ojo, que mantener una institución como esta costaba una fortuna. Imaginaos lo que había que invertir para mantener a decenas, centenas, miles de mujeres sin dar un palo al agua. Este agujero negro devorador de finanzas se le ocurrió a la nodriza del tercer shogun, Tokugawa Iemitsu (1604 -1651), aumentando el ooku original (un gineceo con las mujeres relacionadas con el mandamás: madre, esposa, niños…) para asegurar el nacimiento de un heredero varón de la estirpe patrilineal, llegando a las mas de 1000 mujeres encerradas (algunos hablan de 3000, sageraos) entre esposas, concubinas, sirvientas… lo mas parecido a una gigantesca bolsa llena de gatas furiosas donde sólo podía entrar el shogun, sus hijos y prepúberes relacionados con las mujeres. Errrr, y el Rōjū, el official de más rango en el shogunato. Uy, y medicos, carpinteros, pintores… no esperarás qu, si hay que hacer obras de albañilería, pongan a las doncellas a tirar de paleta… Bueno, ya puestos, algo de seguridad, algún clérigo budista… sospecho que esos ejemplares masculinos escogidos pasaban sus sudores fríos entre tanta frustración femenina de la fábrica de niños (los chicos para la guerra y el mando, las chicas como trofeo de daimyos). Normal, claro…Y cuidadito con abrir el pico sobre lo que has visto y oído mientras estabas ahí montando una nueva habitación. De hecho, no hay pinturas ni láminas contemporáneas de lo que allí se cocía, sino que todo lo que vemos son recreaciones salidas de las mentes mas o menos calenturientas de los artistas. Al llegar la Era Meiji (1868) y desaparecer el shogunato, tambien desaparece esta perversión social


lo dicho psicodelia de infarto con esos colores vivos y móviles que configura unas escenas oníricas , una historia atrayente con múltiples facetas, unos personajes bien definidos, aspectos sociales que ahora los tachariamos de machismo, el papel de la mujer, el chaman cuasi acosador, el mononoke psicodelico y multiples guiños hacia la historia y mitología
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