
Mr. Sunshine: Vamos a subir la crítica de esta serie clásica en el relajado periodo navideño. Que digo clásica… ¡mítica, incombustible!. Ya me la recomendó en su día mi Sensei, que es uno de los k-dramas fundacionales de las producciones de por allí, pero se nos quedó colgando por culpa de unos archivos de subtítulos desincronizados. Así que, cuando me cerraron mi caladero de series favorito (sniffffff snifff) y me vi obligada a explorar nuevos ecosistemas, di con una página que tenia esta serie con subtítulos en español, y retomé la historia con gusto renovado. Lo de los subs en español era perentorio, porque mi medio pomelo la veía bien arrimado a mi vera, verita, vera.

La presente una serie romántica-dramón tremebundo-, pero también histórica con recreación de batallas y combates, los cuales consiguen enganchar a mi adjunto partner in crime (de hecho, disfruta como un adicto de los documentales sobre la I y II GM que bajo de la Red). Como esta es una superproducción por todo lo alto, ya podéis suponer que las escenas bélicas (como la Batalla de Namdaemun) tienen el suficiente dinero y talento invertidos como para hacernos saltar de la silla.


La historia pivota sobre cinco personajes críticos, cada uno representando a una parte de la sociedad de los últimos coletazos de la Corea Imperial justo antes de la invasión japonesa: El protagonista (Eugene Choi) es un capitán americano de origen coreano, esclavo hijo de esclavos, que salió por patas siendo un niño de su país, huyendo de la penuria y la muerte. Consiguió llegar a Estados Unidos de contrabando (que si lo pilla Trump, lo mete en una jaula con reenvío), pero topa con un buen hombre y acaba en el Ejército ganándose merecidamente los galones. Reasignado a la delegación americana en Joseon, se tiene que tragar su resentimiento contra los que le amargaron su infancia para cumplir su misión diplomática. Su hilo rojo del destino se cruza, se descruza, se enreda y se deriva con el de Go Ae-shin, una noble huérfana criada por su abuelo como una señorita que de día borda pañuelitos y de noche anda en las milicias civiles.


El estoico capitán no es el único que anda detrás de las faldas del hanbok de la chica, porque tirándole chinitas (y algún tiro) está Gu Dong-mae, el hijo de un carnicero asesinado que huyó a Japón y se integró en un grupo similar a los Yakuza (los sōshi, matones japoneses), decidido a hundir la carcomida sociedad Joseon y meterla a patadas y katanazos en el Imperio Japonés (ay infeliz, como si la sociedad Meiji fuera más benévola con las clases bajas que la Joseon). Y Kim Hui-seong, un señorito caballero de Gracia anegado en spleen que vivió diez años en Japón huyendo de un matrimonio concertado. Con los tres galanes haciendo el zureo del palomo, anda la mocita arriba y debajo, de noche y de día, por aquí y por allá, mientras el resto del mundo se derrumba y ellos se enamoran. Que bonico, oigan, y cómo se sacan los espolones entre ellos. Es el único k-drama en el cual no vas a pillar síndrome de líder secundario masculino sino de tercer líder (o sea, que te va a dar pena cuando lo manden a escaparrar).

La quinta pata es Kudo Hina, la dueña del Glory Hotel, viuda de un japonés que sabe perfectamente que en su establecimiento se juega y que la Resistencia va y viene.

El resto de personajes están conectados de una forma u otra a estos cinco pilares, como amigos, socios o como enemigos. Algunos son protectores, como la criada de la señorita o el comerciante americano que ampara a Eugene; otros, aunque no interaccionen directamente, les amargarán la vida, como el canalla Lee Wan-Ik, que intriga para sus intereses. La lista de personajes es interminable. Algunos tienen cierto perfil cómico, pero incluso en estos casos tienen un puntito sórdido

Todo el mundo, TO-DO-EL-MUN-DO coincide en que, técnicamente, la serie es una maravilla, una joya. Fotografía, cámara, vestuario, escenarios… El etalonaje es demasiado anaranjado al principio, uffff, y luego se despeñan por el Orange Teal. Yo personalmente sólo le pondría falta al que se le ocurrió usar campos partidos para algunas escenas “de horizonte al atardecer”. Naaaaa una tontería… colgarlo de los pulgares o así… Lo demás, ole con ole. Y aunque el desarrollo puede ser lento en muchos episodios (algunos se quejan que con 24 episodios es estirar mucho la hebra), realmente no molesta demasiado. Nos permite apreciar el aspecto visual y comprobar en Internet el sustrato histórico de este k-drama. A ver, que el guión es de Kim Eun Sook en tándem con el director Lee Eung Bok. Que no os suenan… ya podéis suponer que por algo, excepcionalmente , los menciono. Es el mismo equipo que al alimón hizo Goblin. Pues eso, que tu dales presupuesto, y ellos dejarán que los personajes y el argumento respiren de forma natural. No se ganó Zamora en una hora ni se perdió Hanseong en dos. Para que no te aburras, usan como leitmotiv la melodía de Greensleeves

Los actores y personajes son FE_NO_ME_NA_LES. Empezando por Eugene (Lee Byung-Hun, madre que peazo carrera tienen este actorazo, el otro día lo vimos como un exótico Alain Delon), siguiendo por la mocita escopetera (Kim Tae-Ri, ha barrido el espacio y saltado en el tiempo con los alienígenas), la viuda intrigante (Kim Min-Jung, donde estaría esta mujer) el falso japonés (Yoo Yeon-Seok, mira, no lo teníamos localizado) y el novio a la fuga (Byun Yo-Han… mmm tampoco). Acompañados de secundarios solidísimos como la sirvienta fiel (Lee Jung-Eun, fue médico en una unidad mental, casera en la pensión del infierno, fantasma en el pueblo de los perdidos…) y el criado estólido (Shin Jung-Keun, barman en el hotel de luna, sufridor de alienígenas… caray, es ingeniero electrónico). Ah, el colaboracionista pesetero, este personaje me costó un baneo de semanas en Facebook por llamarlo traidor, que manía le cogí (Kim Eui-Sung, que bueno es este tío, lo tengo visto como jefe de taxistas, adversario de extraterrestres y padre dibujante)

Porque aparte de los tres enamorados y la dama (personajes ficticios, aunque Eugene esté lejanamente inspirado en el activista independentista Hwang Ki-hwan -1886-1923-), hay todo un Imperio de Corea que se hunde estrepitosamente, con el Imperio del Sol Naciente que mete sus garras en el asunto (con traidores fementidos, colaboracionistas, militares y criminales en el tablero), Estados Unidos asentado el trasero en el desastre (¿me montásteis un jaleo en la batalla de Ganghwa? Pues te vas a enterar de lo que es bueno), ricachones empeñados en mantener el Ancien Regimen, infelices que quieren cambiarlo todo, nobles viviendo en los mundos de Yuppie, siervos y esclavos (mal)viviendo en el infierno… Muchos personajes secundarios y sucesos son históricos, más o menos fieles a la historia original. Si, el Emperador Gojong tuvo que andar tragando quina con un gobierno de incapaces que se negaban a salir de la cueva y boicoteaban todos sus intentos de modernización (la reforma Gwangmu); si, el embajador japonés Miura Goro organizó el asesinato de la Reina Min con un grupo de sōshi que luego organizaron periódicos-panfletos projaponeses; si, el sistema de clases confuciano que incluía esclavos sin derecho a ser tratados por médicos o redimirse era brutal; si, el tratado de Eulsa convirtió a Corea en un protectorado japonés y estuvo firmado por los Cinco Traidores (el ministro de Educación Ye Wanyong, el ministro del Ejército Yi Geun-taek, el ministro del Interior Yi Ji-yong, el ministro de Asuntos Externos Pak Chesoon y el ministro de Agricultura, Comercio e Industria Gwon Jung-hyeon).

Efectivamente, ya hemos comentado la crueldad del Sistema de clases joseoniano, básicamente un sistema de castas con una tremenda discriminación (ya hubieran querido ellos tener un sistema feudal como el que había en Aragón o Castilla en la Edad Media), con los carniceros (beakjeong) asimilados a intocables, por debajo de los esclavos (nobi), tratados como objetos que podían ser intercambiados y usados sin cortapisas. Ambos estaban metidos en el grupo de los cheonmin junto con zapateros, chamanes, herreros, brujas, bufones, carceleros y artistas llamadas kisaeng (similares a las gheisas). Encima estaban los sangmin (los trabajadores limpios), o sea campesinos, trabajadores, pescadores y artesanos; representaban el 75% de la población de todo el reino, pagaban gran parte de los impuestos y debían servir en el ejército. Ni fueros ni cartas puebla ni gaitas. Los jungin eran la clase media alta: plebeyos privilegiados burócratas y otros grupos con una alta educación. No pagaban impuestos y podían ascender en la escala casando a sus hijas. Los yangban formaban parte de la clase social más alta, repartidos entre eruditos y militares, y era la clase que gobernaba junto al rey la sociedad de la dinastía Joseon. Se sometían al Sistema de exámenes estatales gwageo para acceder a puestos de altos funcionarios y si fallaban en pasarlo tres generaciones, decaían. En teoría los exámenes servían también para ascender a personas de clases inferiores, pero eran tan difíciles que raramente los candidatos podían prepararlos. Al final, las castas inferiores como los Beakjong no consiguieron superar la discriminación hasta mucho después de los años 30, y sólo porque hubo tal convulsión social (guerras, migraciones, crisis…) que las familias se escurrieron cambiando de nombre, residencia y profesión

A muchos espectadores se les escapa la sonrisa cínica cuando el argumento del personaje neojaponés es olvidar la injusticia sufrida por su condición de hijo de carniceros en Joseon. Ay criatura, cómo te vas a caer de la sartén al fuego. Los japoneses también tenan su propia casta de intocables carniceros, los Burakumin, que eran acusados no solo de sucios y brutos, sino que se decía que tenían rasgos animales, grandes genitales, sangre y huesos diferentes… bueno, se decía no, se sigue diciendo, e incluso se sigue discriminado al grupo (unos tres millones de japoneses totalmente indistinguibles del resto de ciudadanos) solamente por los trabajos de sus antepasados, independientemente de lo que diga la Constitución o si los hijos y nietos han estudiado en la Universidad. Circulan listas “confidenciales” basadas en el husmeo del koseki (el registro familiar) que señalan a los ancestros “contaminados” (anda, como la famosa manta de Tudela), y de ellas dependen las selecciones de empresas y candidatos matrimoniales,


magnifico. De momento no la veré q necesito otro tipo de milongas ahora mismo, pero siempre la tengo en la lista.
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