
Strangers from Hell (Others Are Hell , Hell Is Other People): Mi medio pomelo me mira por encima del hombro y me pregunta:¿Cómo es posible que hayas dejado en el aire acabar con esta serie a falta de dos capítulos? Pero si sale tu crush, no me lo puedo de creer que no te dieras un panzón cuando la pillaste. Pues ya ves, estaba yo guardando la conclusión para cuando estuviera en el momento mental adecuado

Es una serie de terror, psicológico y evidente, con sus momentos gore y sus personajes rarunos, su oscuridad y su “ay capasao, que me lo hi perdío”… Y el otro día me digo, hala, que vamos a ir haciendo la lista de visionados navideños, y esta pega total con los turrones y el moscatel que vuestro cuñado el petardo trasiega mientras refunfuña que lo suyo son los armañacs de 15 años (si, si, que lo vais a sacar a la mesa…vuestra botella está a buen recaudo en el armario del dormitorio)

Hala, al lío. Que empieza con un mindundi infeliz que sueña con ser escritor de la Novela Criminal del Siglo en coreano, que digo, candidato al Nobel de Literatura, y claro, para eso hay que irse a Seúl. Allá que se va el protopendulario, por eso y porque su novia trabaja en la capital. Como la adjunta no tiene posibilidad de acogerlo en su piso (o eso dice), el futuro escribiente de gloriosas letras busca donde dar con sus huesos, pero la única opción disponible para su exiguo presupuesto es un estudio en una especie de residencia para estudiantes y trabajadores . La habitación (solución habitacional que haría babear a más de un harkitezto de esos que halavan al Vajhísimo con su estrechez, ruina y miseria) es una más de los zulos roñosos en los cuales reptan e interaccionan el resto de semovientes, a cual más terrorífico. Pero de dónde han sacado esa colección de ejemplares, menudo catálogo.

Súmese a este caldo de base un asesino en serie de gatos, gente que desaparece en la pensión o cerca de ella, la relación entre los huéspedes permanentes de la pensión, una policía que continúa la tradición familiar de husmear en todas partes y de obviar al resto de compañeros (total, se rascan el ombligo a dos manos), los ocasionales que van y vienen…y ya tenemos un ramen de comedia negra para disfrutar. Comedia porque te da la risa nerviosa, que si te paras un poco a pensar te agria la leche del desayuno de hace una semana

En ese colector de miserias intenta sobrevivir el protagonista, que saca lo justito para comer y cargar el móvil con un empleo de esclavo baratito en una empresa donde lo ha metido el jefe, amigo de toda la vida (y que le está metiendo unas fichas a su novia de primera división). Entre las sesiones maratonianas del subempleo, y los sustos y reputadicas que le meten en la pensión, el tipo va perdiendo los nervios y la cabeza. En su mente se confunden escenas que son reales, escenas que se imagina y escenas que tal vez son delirios, pesadillas y alucinaciones. Para el capítulo 9, es evidente que al tipo se le salen las neuronas derrapando por la oreja. Con los flashbacks, descubrimos que, así ya de entrada, no es que fuera muy sobrado de estabilizadores. Tiene arrebatos violentos que al principio son sólo fantasías para huir de su triste realidad, pero luego pasan a realizarse. Y ¡Ay los recuerdos, esa memoria que parecía amansada y resulta que no, que sólo permanecía agazapada!

De la lista de actores empezamos por el protagonista, Yim Si-Wan; aunque nosotros no lo hemos comentado en este blog todavía (no hemos coincidido en sus trabajos… mmm es que en el segundo Pueblo de los Muertitos pasó desapercibido, ha trabajado muchísimo en la tele) la verdad es que lo borda, pasando del pardillo sufriente a algo muy peliagudo. Bailarín, cantante y ahora actor, aprobado con nota alta. Y eso que es difícil dar la réplica a un Lee Dong Wook que sigue siendo fantástico y ya sacó su lado tenebroso en la tienda “especializada”, y aquí como un dentista siniestro (me río yo del que tropezaba con Audrey, liiiitle Shop, liiiiittle Shop of Hoooorrorrrrrrs) tiene una más que evidente campaña de acoso y derribo del novato.

Los comentaristas miopes hablan de control y dominación, los que nos hemos limpiado las gafas apreciamos que el dentista guapo, larguirucho, ambiguo y de extraña expresión, está seduciendo al protagonista con una envolvente de libro, incluyendo luz de gas, coqueteo, protección, seducción, provocación y todas las artes de las batallas carnales, incluyendo un apelativo cariñoso (jagi) que en inglés traducen como “honey”, pero puede tener el significado de “vida mía” o “mi yo mismo”, o sea, carne de mi carne. Qué distinto del dicharachero zorro de nueve colas y otros trabajos románticos.

La colección de freaks es gloriosa, empezando por la escarolada capilar dueña de la casa de huéspedes (Lee Jung-Eun, curranta de aupa, la última vez la vimos en el psiquiátrico), sigue con el misterioso impasible (Lee Hyun-Wook, no lo tenemos visto, que ojos de Buda ainssss), los gemelos diabólicos (Park Jong-Hwan, doble papel impresionante), el cabezón guarrillo (Lee Joong Ok, que se enredó con un asesino paradójico y con un CV creciente)… gente de paso como el turbio residente gangster de la 310 (Hyun Bong Sik, el tipo que sale en todas partes: malvado científico japonés, cazador de brujas, poli agobiado, gánster isleño..) y el inocentón rapero (Roh Jong Hyun, actor, actor teatral y modelo, poco CV para los años que tiene pero será que estaba haciendo otras cosas). Hasta aparece caído del cielo el viejo compañero de la mili que intenta echar una mano (Park Kang-Sub, ay que riquiño, lo conocimos con su gorrito de pompones y enamorado vergonzoso). La novia, pseeee ni hace ni deshace -aunque parece que disfruta siendo la cuidadora y madrecita del desvalido novio, ay el softpower femenino-, parece un mcguffin más (¿será real o solo una fantasía de pajero terminal?); aunque la actriz cumple, el personaje es rien ne va plus. Un poco más de juguito tiene la policía (Ahn Eun-Jin, connai pas), empeñada en descubrir la verdad

Técnicamente, la serie es muy sabrosa. Para empezar, muchas piezas de la BSO trabajan un estilo de música contemporánea que le va de maravilla, y la que no, o es música “de acción” o rock. Que descanso de tanto k-pop, por dioxxx. La estética es siniestra, oscura, roñosa… como toca; me recuerda mucho la Escalera de Jacob cuando andan por los pasillos del hospital en la zona cerrada. Angulos de cámara y focales desquiciadas, algún que otro detallito visual, violencia a tope (no sé cuántas puertas arrancan del marco durante las peleas), torturas, sangre y casquería, crueldad y mala leche. Si la veis antes de las comidas de Navidad, ni tocáis los platos

Al final, nos deja una pregunta en el aire: ¿Que es real? ¿Que es una fantasía de escritor? ¿O es sólo un chiflado creyendo ser escritor?¿Era un tipo con la cuerda a punto de soltarse captado por una secta?. Pasen y vean, señores. Algunos críticos han señalado la evidente pista del libro de Kafka La Metamorfosis, que aparece en manos del dentista y como regalo al escribiente. Será que el esclavo corporativo, como Gregor, se va a transformar en un monstruo ante el cual todo el mundo que le observa desde la barrera de la normalidad prefiere callar los resquicios que evidencian su condición de alienado (los anormales de la pensión, por el contrario, están encantados de agrandar las brechas). Hay quien reconoce sinceramente que la serie le ha dejado muy tocado, y no me extraña, porque te hace plantearte cuestiones incómodas sobre cuantos psicópatas y sociópatas «socialmente funcionales» esperan el momento adecuado para «eclosionar» y darse un gustazo. Por cierto, hay versión japonesa en marcha, no se si querrán meterle aun mas mondongos o se quedan como están

Estas residencias baratas, baratas tienen un nombre propio en coreano: los «goshiwon» (고시원): pequeñas habitaciones que en un espacio mínimo tienen una cama, un mínimo armario o baldas, un escritorio y una silla. A veces, por un poco mas, se incluye un mini frigorífico, una televisión, un baño privado (una ducha y un retrete, no esperéis mas) y una ventana. Ademas, hay instalaciones comunes como una cocina con fuegos, un microondas, un frigorífico, vajilla, cuarto de lavadora con detergente y un sitio de colgar. Los mas baratos cuestan unos 230 euros al mes, y los «lujosos» pueden llegar a 400 euros (eso si, incluyen en las «facilidades» acceso libre a ramen, kimchi, arroz… y en plan despiporre, hasta café, huevos, mantequilla, mermelada y pan)


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