
The Witch (Part 1. The Subversion + Part 2. The Collision): Lo sé, lo sé… el tiempo de espera ha sido largo y acalorado (dos picos de calor, dos, hemos tenido que nos han socarrado las persianas y las pestañas). Hemos huido a las montañas, hemos hecho chapuzones en la perola de gazpacho, nos hemos encerrado en las casas con todo a oscuras para entrar en el ciclo cerrado de beber, sudar, ir al baño y volver a empezar… Ahora que parece que sí, hace calor, pero no TANTO calor; nos atrevemos a enchufar los ordenadores cruzando los dedos para que no se desmayen. En las penumbras de las noches insomnes, a ratos oyendo el viento calinoso y feroz, a ratos vigilando las alertas meteorológicas (pip pip pippppp sonaron todos los teléfonos en la terraza del restaurante con los avisos de Protección Civil… menos el de mi medio pomelo, que definitivamente es un outsider del sistema) y preparados con las letanías de Santa Bárbara en el móvil por si se abrían los cielos y caía el anunciado granizo terrible… yo pensaba, cómo no iban a temer en otros tiempos a las alegóricas brujas que podían convocar con artes malignas las tormentas, en un momento el cielo azul se llena de nubes negras y sufrimos una catástrofe: revienta el barranco siempre seco con agua salida de nadie sabe dónde, o vientos y piedra arrasan las cosechas y dejan animales y personas muertos en el sitio con el cráneo reventado.

En la película coreana de la que hablamos hoy, empieza la historia con una rural mocita en un pueblo en medio de ninguna parte, yendo y viniendo de la granja de sus añosos padres (incluyendo una madre con demencia) a la escuela de secundaria, correteos por el pueblo entre tienda de forrajes y pimpolleos por la calle mayor acompañada de su amiga del alma… Pues hala, a la rústica doncella se le mete en la cabeza que va a triunfar en la tv en un programa de esos de talentos.

Como la chica canta regular, y no tiene mejores prendas, se les ocurre hacer una demostración en el programa de sus poderes telekinésicos. Todos los espectadores quedan convencidos de que es un buen truco de magia… excepto un grupo de siniestra filiación, que esperaba quieto en la mata a que la chica asomara la nariz. Porque ¡choprecha! la moza es cobaya de un experimento que se llevaba a cabo en sus secretísimas instalaciones, y se les había escapado, cachis.

En vez de vivir su vida discretamente, no se le ocurre otra cosa que anunciarse en la televisión, que ideas de bombero tienen las adolescentes. Ah, que la chavala tiene amnesia de lo que le pasaba antes de aparecer en la granja de los padres adoptivos, por eso no recuerda las perrerías que le hacían en el laboratorio.

Bueno, pues lo esperado: los malos mandan un comando de extracción y se organiza una jarana del quince, porque al llevarla de vuelta al laboratorio la chica recupera su memoria… y el resto de poderes.

La parte 2 es casi un calco de la misma: malvados y chiflados científicos, escape del laboratorio, villanos con superpoderes cazando a la chica, la granja de los buenos samaritanos que acaban comprobando que con la caridad entró la peste, un giro final y apañado.

Esta vez se expande un poco mas en las explicaciones que quedaron colgando en la primera parte: creo que los del laboratorio de genética recreativa eran una sección de la gran empresa que estaba compitiendo con otras secciones por asuntillos de poder. Digo creo porque no me he enterado mucho del argumento. Que tampoco es crítico, se disfruta igual desconectando el sentido crítico. Aqui venimos a lo que venimos, las escenas de peleas bien coreografiadas y mejor montadas, y una violencia… violenta. Básicamente, batallas de humanos con superpoderes cazando a una(s) protagonista(s) que podrían resolver el asunto en quince minutos. Bueno, pues tan contentos, porque la actriz protagonista de la primera parte (Kim Da Mi) lo hace fenomenal, actuando como la superbadass que estábamos esperando. La «hermana pequeña» (Shin Shi Ah)tampoco lo hace mal en la segunda parte, y ambas películas tienen en el resto de papeles actores sólidos que hemos visto aqui y allá: Choi Jung Woo como el padre-abuelo agobiado (cómo le gustan las batas blancas a este hombre…), Park Hee Soon (que fue un fantasma en la máquina)… Las escenas mas movidas siempre de noche y/o lloviendo, para que no se vean los trucos y el CGI por cubos. El sentido crítico sobre detallitos como las leyes de Newton y la cinética, ni se os ocurra emplearlo si queréis disfrutar, palomitas y despiporre

“Esta película es el film de superheroínas feministas que estábamos esperando, sin que tenga que esperar el amorrrrrrrr de un supermacho para sacar la caja de los truenos y llenar de sangre y huesos rotos el set de rodaje” comentan algunos en la red, que sospecho tampoco fueron a ver Barbie



Strictu sensu, el concepto de “bruja” no existe en el folklore coreano, aunque sí el de brujería como ciertos rituales y gestos de magia que se realizan para causar daño en una comunidad. Históricamente, existe constancia de que, en 1429, la princesa heredera Hwi fue condenada por el rey Sejong a destierro (y su doncella personal decapitada) por haber hecho un conjuro para tener a su marido, el príncipe Yi Hyang (más adelante, rey Munjong) completamente enamorado. Visto en perspectiva, era un conjuro muy inofensivo, pero el rey era MUY confuciano y estas cosas le daban mal rollito. Peor fue lo de la Noble Consorte Real, Huibin Jang (1659- 1701), a la que acusaron de haber asesinado a la reina Inhyeon con magia negra. Acabaron ejecutándola a ella, a su madre, a su hermano y a 1700 de sus seguidores de la facción Soron. Pues menudo era el rey Sukjong

Lo de las brujas es una “contaminación extranjera” del s XVIII introducida por los misioneros franceses. En la península de Corea, el estado organizado es anterior a la religión organizada, mantenía sus propios ritos “oficiales” y le importaba un comino lo que pensara el pueblo mientras se comportara discretamente. Además, para estos asuntillos de “poca monta” ya existía la figura del Mudang, el chamán de la religión original de Corea (el Muísmo), mal traducida en los diccionarios franceses del siglo XIX como “bruja”, “adivina”, “sanadora” o términos parecidos. Bueno, si, tenían puntos en común: eran mayormente mujeres, fueron muy perseguidos por las autoridades (todos hombres) y practicaban interacciones rechazables con entidades espirituales para conseguir efectos concretos. Y yo añadiría: porque, aunque públicamente se despreciaba (y desprecia) a ambos grupos, muchísima gente acudía a ellos en busca de soluciones cuando la religión oficial no conseguía una solución. ¿Que tu marido te mata a palos? Polvos de la Madre Celestina ¿Que tu vecino tiene las vacas mas lucidas que las tuyas? Encarguito al canto. ¿Que a tu hijo parece que le han dado el cambiazo los duendes? Consulta a la Tía Edelmira, que ronda tantas noches por el cementerio murmurando. Que si, que en todo el periodo Joseon se aplicó el código legal Ming, lo que podríamos llamar la versión coreana del original chino de 1389 (el Tae Myŏngnyul chikhae 大明律直解, promulgado en 1395), que prescribía fortísimos castigos a los chamanes y a quienes usaran artes maléficas, pero su aplicación real fue muy esporádica, sólo cuando el caso hacía mucho ruido abría el ojo algun magistrado

Como decíamos, el rol del mudang es actuar como intermediario entre el mundo de los espíritus o dioses, y el plano humano, a través de gut (rituales) buscando resolver problemas en los patrones de desarrollo de la vida humana: recuperar la salud, tener descendencia o conseguir riqueza. No hay nada sobrehumano en sus acciones, sino que se limitan a pedir o sobornar a dioses y demonios para conseguir sus intervenciones. No me voy a extender porque tengo a medio ver una serie que es mucho mas explícita sobre el tema, así que os dejo con esa pildorilla de conocimiento: en Corea no había ni hay brujas, pero sí hechizos


Si es que las brujas son lo que son y luego a pedir peras al olmo que si patatin que si patatan, conjuro al canto y arreglao
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