
The grandmaster (First Generation Master): Que si hoy os hablo de esta película no es porque me haya metido en operación gimnasio y haya quedado fascinada por los tatamis… nooooooo, ni de casualidad. Os diré lo que digo siempre que comento una película con escenas de artes marciales: lo que me gusta es la coreografía de las escenas de lucha. En vez de tutús y zapatillas de punta, los bailarines llevan trajes, túnicas o lo que toque, y algo de utillaje como espadas o palos, cosas de uso contundente que haya en el escenario por el cual se desplazan mientras se sacuden… pero ahí están la elegancia de movimientos, la coordinación, la evolución de los cuerpos en el espacio de forma grácil y armoniosa…Y como me llamó la atención esta película, pues hala, engatusé a mi medio pomelo y el vio una peli de acción, y yo una representación de ballet. Los dos contentos y satisfechos, mira que bien, sin tener que discutir “porque ya sabes que a mi no me gustan estas cosas, bla bla bla…” (desde aquel día, aún festejando de novios, que paseando vimos un anuncio del Lago de los Cisnes proyectado en el cine con transmisión en directo y Paco torció el morro, ya entendí que no toca)

El argumento… ah, si, vale, que está basado en la historia de un señor llamado Yip Man (nombre real Yip Kai-man), luego conocido como Ip Man, que era un maestro (Shifu) de las artes marciales chinas en el estilo Wing Chun. Como no tengo mucha idea de artes marciales, pues no os se decir que tiene de especial o característico.

Aparte de la saga canónica, hay dos mas en la saga rodadas en 2020 y 2022 (Ip Man 5: Kung Fu Master y Ip Man 6: the Awakening) y dos películas extras que acaban el enorme biopic medio fabulado: Ip Man – La leyenda y Ip Man – Final Fight, en las cuales se llega desde su origen hasta el fallecimiento del buen señor, habiendo conseguido fundar su escuela y ver despegar a su alumno sobresaliente, el mucho más conocido en occidente Bruce Lee. Además, se ha hecho una serie de televisión en China (Ip Man and Four Kings) y un spin-off (Master Z: The Ip Man Legacy). Vamos, que les ha cundido…

En esta película, se empieza por presentarnos a la familia de Ip Man (una excusa para hacer unas preciosas escenas de ambiente) y su reunión en Foshan en vísperas de la invasión japonesa de 1936 (la guerra sino-japonesa empezó en 1931 pero tuvieron que avanzar lentamente) con la maestra de kung fu Gong Er, que está allí para celebrar la jubilación de su señor padre por todo lo alto en el burdel La Casa de la República, también llamado por sus clientes el Pabellón Dorado (lugar donde se iba a hacer de todo y, accesoriamente, contratar señoritas de carnal comercio). Es el momento en que prosperan las artes marciales y además se está consiguiendo la unificación de las distintas escuelas. Evidentemente, las luchas de poder por heredar el puesto son sabrosonas. Pero bueno, de momento el prejubilado está organizando un combate de exhibición (Norte vs Sur) y los jefazos reclutan a Ip Man como representante sureño. Pues ya está liada, porque Masan, el heredero designado del Maestro, es un capullo redomado. Todo por no aceptar que las mujeres (mayormente, su hija) pueden heredar. Se suceden las peleas con una razón (o excusa) tras otra, por entrenamiento o por desafío.

Mientras, la señorita Gong Er conoce a un nacionalista y Masan, el heredero del anciano gran maestro, se apunta a colaborar con los japoneses. Aquí ya no hay disculpa que valga: el cretino no sólo es un capullo, sino que es un traidor. Por partida doble, porque también traiciona a su Maestro. Mal, muy mal.


En 1950, después de la guerra, Ip Man se traslada a Hong Kong y organiza su propia escuela empezando desde cero. Hala, mas peleas… anque el que vale, vale. Es allí donde encuentra a Bruce Lee (del cual fue maestro venerado) el cual sale fugazmente como niño que empieza… y sacabao, fin de la película, “el que quiera más que busque en la Wikipedia”, debió pensar el director

Si no os llaman la atención las escenas de danza digooooooo de luchas, al menos vedla por el tema estético. Cada fotograma, cada movimiento de cámara, es una joyita. Por lo visto el director hizo tres montajes, no se quedaba a gusto con ninguno o las escenas extras estaban destinadas a un público oriental que disfrutaba o entendía mejor los discursos filosóficos enhebrados. Aquí no necesitamos eso para embebernos cual gorrino en maizal de la belleza y la sutileza de esta producción hongkonesa que mete en un pozal el wuxia (las películas fantásticas de espadachines chinos), las películas clásicas de artes marciales de bajo presupuesto donde Bruce Lee fue la estrella (y única vez que Chuck Norris llevó las de perder con la “Pelea del Siglo” en Furia del Dragón), el cine intimista y tirando a rarito (el director, Wong Kar-Wai, tiene la trayectoria que tiene), el biopic adornado… y todo junto le sale esta delicia.

Con un Tony Leung demostrando que por algo es un actor reconocidísimo e internacional (encima habla varios idiomas, perfecto para entrar en producciones internacionales… pero no le sale de las narices rebajarse a hacer el chino de relleno en las producciones de Hollywood) y cuando le apetece, cantante. Zhang Zi Yi se ocupa de la hija peleona, que ya tenia experiencia en eso de andar dando patadas con cara de ajo porro (Tigre y Dragón, la Casa de las Dagas Voladoras, anda que no nos quedamos ojipláticos los occidentales en aquellos primeros años de rodar con alambres) y de sufrir mucho en kimono: protagonizó la versión en película de Historia de una Geisha, que aquí fue poco apreciada y allí levantó ampollas porque la actriz principal no era japonesa. El malote perverso, Zhang Jin, es un antiguo atleta de wushu, y empezando por ser el doblador en películas de artes marciales pasó a protagonizarlas. La parte de fotografía (como digo, espectacular) está a cargo de Philippe Le Sourd, que lo ha bordado. De rodillas, ignaros, De.Ro.Di.Llas. Lo cierto es que lo ves y dices porras, me suena… claro, me suena a Matrix: Han copiado el aspecto visual y la ambientación con sus peleas con cámara lenta, el regodeo en los detalles, la lluvia que ayuda a esconder los trucos de los efectos especiales… Se ha juntado con este director, y se han dedicado a hacer una joyita



Aunque Ip Man fue una persona real, la película se han inventado muuuchas cosas y callado otras. Para empezar, que fue oficial de policía muchos años. Que tuvo cuatro hijos, y que los dos chicos le sobrevivieron. Que tuvo que huir a Hong Kong tras la Revolución China de 1949 porque pertenecía al Kuomitang e incluso tenia un cargo militar (ayyyyy como se han callado estas cositas en la peliculaaaaa). Tambien se deja en la sombra el relativo fracaso que fue su escuela en Hong Kong hasta que Bruce Lee triunfó y le alabó como su maestro. Yip Man fue el primer maestro (shifu en chino) en enseñar abiertamente el arte marcial del Wing Chun, como forma de sustento para su vida al viajar a sus 55 años a Hong Kong. Al final si, cuando estaba ya muy viejecito al menos pudo disfrutar del reconocimiento merecido, y una vez fallecido le han hecho hasta un museo en su ciudad natal «con la esperanza de mantener viva su memoria y recordar su contribución a las Artes Marciales Chinas». Si claro, y para que acudan los turistas y tal y se dejen los dólares. Aunque el abuelete se negaba a enseñar su estilo a los extranjeros (pero bien que entrenó a Bruce Lee, que era americano y tenia herencia alemana por parte de madre) y seguro que se enfada en su tumba cuando los discípulos no chinos van a quemar incienso en el altarcillo
