Antes de que llegaran las tiendas del todo a 100

Si, hubo un tiempo en que en España aún no habían llegado esos comercios atiborrados de cosas útiles e inútiles, a bajo precio e ínfima calidad, y que empezaron a asomar tímidamente en nuestras calles en competencia feroz con el comercio tradicional. Si os acordáis , al principio traían mucho producto de aspecto chino (o al menos, oriental), y llenamos las casas de taza y jarrones azul y blanco, dragones dorados y estilizadas señoritas a precios ridículos. Luego estos objetos se fueron arrinconando en las estanterías, que apenas tenían algunas imágenes de Buda para los aspirantes a seres espirituales con ganas de adornar el saloncito o el trozo de gimnasio donde hacer la clase de yoga.

Ojo, este es original. Buda sedente estilo Satsuma. Era Meiji (1868-1912). Japón

Antes de esa época, el arte oriental y la cultura lejana había llamado poderosamente la atención de los ricos y poderosos (o que al menos aspiraban a presumir de ello). Las élites, desde el Renacimiento, echaban un ojo a la belleza que rompía con el estilo europeo, y oscilaba entre considerarlo bárbaro o exquisitamente refinado. Por de pronto, el hecho de poder permitirse adquirir un objeto (porcelanas, lacas, pinturas, telas…) que había viajado desde tan lejos, y muchas veces era endiabladamente frágil, ya daba idea de lo poderoso que era el comprador. La plasmación del interés se derramó en tres grandes ramas:

Estampa Brotes verdes. Uemura Shoen. Xilografía japonesa. Editada h. 1960. Colección Pasamar-Onila
  1. La importación de obras de arte (y posteriormente, la reproducción de las mismas o sus técnicas en Europa). Si, recordemos que ya en cierto yacimiento sueco en Helgö se encontró una pequeña estatua de Buda del siglo V, seguramente proveniente de Cachemira en un largo viaje de dos o trescientos años. Se cree que la figurilla sería portada por algún hombre del Norte como amuleto. Posteriormente (ya se sabe que el Renacimiento es la Era de los Grandes Viajes), intercambios comerciales con mercaderes chinos y japoneses en los puertos del Lejano Oriente y la Ruta de la Seda (¡ay esos parientes de culo inquieto de Marco Polo!) trajeron a goteo, a chorrito y a chorrete los deseados objetos. Con el tiempo, la importación de objetos contemporáneos o antigüedades de tierras lejanas fue un negocio floreciente (que se lo digan a los portugueses), y se organizaron colecciones de mas o menos gusto y calidad, como la colección Federico Torralba, la colección Pasamar-Onila, las secciones orientales de los museos europeos… por cierto, si pasáis por Lisboa echad una mañana enterita en el Museo de Oriente, que vais a quedaros pegados en las vitrinas como los peces esos limpiacristales, slurp, slurp. O la colección Sir Percival David en el British Museum, argggg me muero de gustitoooooo los celadonessss los celadonessssss. O Valladolid con su Museo Oriental
  2. Cuando aprendimos el secreto de la porcelana dura (que los chinos dominaban desde el siglo III) , nos dedicamos con entusiasmo a espiar, espiarnos, robar, traficar, investigar y trabajar para obtener productos más y más parecidos al oro blanco que se descargaba de las naos portuguesas. Los “gabinetes de la porcelana” que florecieron en época barroca por Europa era, sobre todo, una exhibición de los logros de las reales fábricas de los reinos europeos. La ola de “chinerías” que inundó Europa decoró habitaciones, levantó pabellones en los jardines, revistió casas enteras… Como el Gabinete de Porcelana de los Reales Sitios de Aranjuez, gloriosa exhibición del buen hacer de la Real Fábrica de Porcelana del Palacio del Buen Retiro, encargada por el Rey Carlos III a Giuseppe Gricci. Una maravilla asombrosa con placas y piezas atornilladas a la pared. Si estuviera en Francia o Inglaterra, nos darían la paliza día y noche con sus alabanzas, aquí… bah, para que hablar. Tanto les gustó, que realizaron basada en ella, la Saleta de Porcelana del Palacio Real de Madrid entre 1765 y 1770, de un estilo rococó más próximo al neoclasicismo. Cuando quisieron evolucionar, cien años más tarde, el estilo evolucionó hacia un “japonismo” que se percibía como más refinado, y se crearon maravillas como la Habitación del Pavo Real, (originalmente creada para una gran mansión en Londres y que ¡oh sorpresa!, hoy está instalada en la Galería Freer de Washington). En cualquier caso, hechas aquí o allá, se intentaba copiar o recrear escenas y motivos de lo que se creía era el exótico oriente, un mundo idealizado y hasta mistificado lleno de divinas bestias (dragones, aquí sólo reconocíamos los dragones bigotudos), esforzados campesinos, valientes samurais, bizcos actores, hermosas geishas, delicados paisajes, refinados nobles…
  3. Tambien había mercado para objetos creados con técnicas exóticas, pero con motivos “europeos”. Ya hablamos en una entrada anterior de los artesanos que creaban vírgenes y cristos con rasgos orientales. Los compradores podían ser tanto cristianos locales como europeos con gusto por lo lejano.
Santo Niño de Cebú.
Escultura de madera y marfil vestida.
Obra hispano-filipina anterior a 1780.
Museo Oriental de Valladolid

Para hacernos más llevadero cualquier paseo de culturización por exposiciones, aquí os dejo una recetita sabrosona para que, a la vuelta del templo del saber, pongáis los pies en alto y comentéis las piezas mas interesantes. Marchando una de patas de pollo picantes…

Compráis una bandeja de esas que ahora ves por todas partes de patas de pollo limpias, sin uñas ni piel, apañaditas ellas, y las pones a cocer con agua en la olla a presión masomenos un cuarto de hora desde que silba. El caldo lo guardáis para hacer esos bebedizos de colágeno que tan de moda están ahora, y las patas, una vez tibias, las untáis bien untadas con una pasta hecha con una cucharada de Gochujang (pasta de chile fermentada, la podéis pillar en supermercados chinos), otra de Doenjang (pasta de soja coreana, en la misma estantería), una cucharadita de salsa de pescado tailandesa (al ladito), una cucharada de aceite de sésamo (en casa lo usamos por bidones), dos ajos picaditos, un trocito de jengibre fresco rallado y una cucharada de vino blanco. Lo mejor es ponerse unos guantes de esos desechables de los supermercados: ya que pasáis por la verdulería autoservicio, metéis dos en el bolsillo. Le dáis un agradable masajito a las patas cocidas y las dejáis reposar toda la noche en el frigo

Al día siguiente, ponéis en el wok una cucharada de aceite de girasol y cuando esté bien calentito echáis las patas con el adobo para removerlas. Si os parece que se van a quemar antes de hacerse la salsa, le añadís una tacita de agua y chupchup, con amor de cocinera

Cuando se consuma el agua, una cucharadita de semillas de sésamos tostadas , unas hojitas de cilantro, un poco de cebollino picado (en casa usamos la parte verde de las cebolletas) y a la mesa que va, acompañado de shoju o en su defecto vinho verde, que hemos comprobado marida fenomenal con estas recetas orientales

Publicado por directoraymas

Apasionada por la fotografía. Mas de 40 años viendo cine de todo tipo y últimamente decidida a hacer sus incursiones en el asunto. Viajera siempre que puede, pudo y podrá. En la mesa lo mismo puede haber una tortilla de patatas que un wok de verduras o una selección de mezzes... Con semejantes antecedentes, solo podía organizar un blog ecléctico entre la curiosidad y el desparpajo

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  1. Avatar de Desconocido

1 Comment

  1. hoy sesion de cultura oriental y gastronomica, para deleite y gozo de espiritu y cuerpo. Y sí, he estado presente en algunos lugares de esas colecciones ( British museum, Torralba…)

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