Una cosa llevó a la otra. Empezamos echando un ojo a esas recetas tan exóticas y llenas de evocaciones que veíamos en la Red. Y luego ¡oh chorprecha! resulta que en las estanterías de la tienda de alimentación china (si, esa que en el congelador conserva elementos con tentáculos de toda la galaxia, y tiene la salsa de soja por bidones) había extraños botes con letras de un alfabeto que no reconocíamos como chino o japonés… ¡Anda, anda, que algo aquí no encaja! Sushi con carne en vez de pescado… Las sesiones de cata de salsas rarunas han sido apoteósicas. Para ello, sacamos los palillos metálicos que nos habían traído de Corea (por cierto, mucho mas higiénicos y ecológicos que los de bambú o madera, cada poco tiempo pasan por el lavavajillas para desinfectarse). Ah, pues Corea del Sur existe, no todo son tipos en uniforme norcoreano tomando nota de las risitas de un tipo mofletudo que pintarrajea misiles con el Photoshop… Mira si existe, que tenemos amigos que han ido allí (y volvieron encantados de la gente y el país). Tanto existe, que un día empezaron a sacar zombies por contenedores, a cascoporro, y se nos hacían los ojos como platos viendo aquel apocalipsis entre fideos de ramen.
Llegó la pandemia dichosa, y nos encerramos en casa… qué podíamos hacer, sino explorar virtualmente esa Terra Incógnita. Y ya puestos, los mundos allegados.
Sea pues este blog una bitácora de la curiosidad infinita en la Tierra de las Peonías, Las Marismas de los Sueños Mestizos y los Bosques de Bambú, Laca y Seda. No pidáis una crítica de gafapasta y bufanda, ni un sumatorio del movimiento Fan. Por no tener, no hay ni siquiera orden y sistemática. Y eso está bien: perezosamente tumbados en la cubierta de la barca, dejemos que sea el azar quien dirija la navegación costeando el Mar Amarillo, el de Japón, China, Timor… puertos no nos van a faltar

Se me está poniendo una cara de coreano achinado con tanta ghyosha…
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se dice gyoza
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