
Dersú Uzala (Dersú Uzalá – El cazador): Ya por fin ha llegado el invierno, con sus heladas, sus nevadas, sus nieblas, su frío mordiente y todo lo demás. Para el día de Navidad nos avisan que en el reparto nos tocan turrones, sidra caliente y cierzo matador. Uf, uf, uf… se nos viene a la cabeza cierta escena de una película de esas que te dejan la memoria tallada como una madera de abedul. Si, la escena de la cellisca en el lago helado: dos hombres recogiendo hierba seca para hacer un refugio y sobrevivir durante la noche en el lago helado de la taiga.

Si la visteis, la recordaréis, y si no es así, ya podéis poneros las pilas y apuntaros para pillarla, aprovechando que no hay nada decente en la tele (que vergüenza ajena dan los programas especiales y recopilatorios, maemía). Hay cientos de páginas explicando o desmenuzando esta película (uno de los grandísimos hitos en la historia del Cine), no voy a ponerme a soltar discursos, sólo os pongo unos apuntitos

De todas sus obras (que hay quien considera unos tochos densos complicados de leer, por mucho que sean relatos de sus experiencias), la que mejor funcionó fue Dersú Uzala, la historia de su encuentro con un cazador de la taiga de la etnia hezhen (chino: 赫哲族; pinyin: Hèzhé zú) o nanái (ruso: нанайцы), que de las dos formas se les llama. Andaba el hombre de expedición por esas taigas deshabitadas (vacías de rusos, porque resulta que hay bastante gente viviendo en ella como cazadores-recolectores) cuando se topó con el otro señor, este bajito y reconcentrado.

Al principio los expedicionarios lo ven como una especie de ermitaño desabrido, pero luego se llevan estupendamente (lo de salvarles el culo en varias ocasiones tiene mucho que ver). Sobre todo el capitán, que desarrolla un enorme afecto por el duro superviviente y maestro


En la segunda expedición, el tiempo no ha pasado en balde: Dersú ha envejecido (el lo achaca a la maldición de un tigre siberiano del Amur al que ha tenido que matar (todo menos reconocer que hace veinte años que ya no tenemos veinte años). El capitán lo acoge en su casa de la ciudad, pero ahí Dersú está perdido y convertido en un anciano inútil, así que se vuelve a la taiga. A morir y seguir el ciclo de la Vida, a convertirse en pájaro o en rayo de sol o en susurro.

Toda la película es una maravilla de amor a la Naturaleza (reconociendo su dureza y desafío constante), la necesidad de la compasión y la bondad con los demás (yo te ayudo aunque no te conozca, mañana tu harás lo mismo por mí) y sobre todo la importancia de reconocer que el mundo no está para servirnos ni nosotros para conquistarlo, sino que toca aprender a fluir y mantener el equilibrio: somos seres que bailan en el filo entre la vida y la muerte. Por eso cuando sacaron con tanto hype la peli aquella japonesa de los ciervos y los paisanos, a los veteranos nos entraba la risa floja de ver que una producción moderna no le llegaba a nuestro Dersú a la altura de las sandalias. De hecho, la película moderna parece un remake de la rusa del año 75 hecha con resentimiento y envidia. Si, si, porque la película en realidad es de producción soviética, y el director Kurosawa la rodó en medio de una crisis personal, creativa y económica brutal. La historia de la producción merecería una serie para ella solita, y triunfó en todo el mundo excepto en Japón, donde muchos cretinos la tacharon de “traición” y menospreciaron. No fue solo allí y entonces, porque parece que hay campeonato de rebuznos en el oficio, que dicen más de sus mentes putrefactas que de la película o el director. Alguno se saca de sus traumas personales una “relación homoerótica entre Dersú y Arsenyev, con una acrítica masculinidad militarista racializada”.Átame esa mosca por el rabo. Otros arrugaron el morro por haber usado película de 70 mm, que se asociaba en aquella época con “pelis de época, géneros ligeros y musicales” (atontaos, eran las cámaras que usaban los rusos). Enfin, que tantos cráneos privilegiados han patinado neuronalmente sobre sus propios ácidos grasos cerebrales. Afortunadamente, otros muchos han reconocido el enorme valor y trabajo de la película: fue incluida en la lista del Vaticano que creó en 1995 en la categoría de “valores”, los espectadores la seguimos viendo con devoción y aplaudimos la oportunidad que un país como la URSS dio a un director extranjero que había intentado suicidarse por su bajón. Que tampoco es que se lo pusiera fácil. Creo yo que la maldición del tigre Amba no sólo le cayó al pobre Dersú, sino al explorador ruso, su familia, el director de la película…


