
Lo que tengo que probar para poder haceros las crónicas, jesusito de mi vida… Venga, aquí os traigo un nuevo post para que sepáis dónde os metéis y podáis decidir. Así que, para empezar, aquí os pongo este “medio niño” (ลูกครึ่ง, literalmente «half-child«) coreano y tailandés. Luego si eso la buscáis. O no

The Medium: En la línea de los mockumentaries (falsos documentales), ya sabéis, esas películas que simulan ser un documental, pero en realidad está todo guionizado y escenificado. Los que aparecen en pantalla son actores, las situaciones son creaciones de un escritor y los medios técnicos son, en muchas ocasiones, mucho mejores que las esperadas en una producción de este tipo (aunque actualmente, con las mejoras en el segmento bajo y la simplificación en el alto, unos y otros han llegado a un encuentro en la frontera, con buenas cámaras pequeñitas, micrófonos compactos profesionales, focos LEDS…). Aquí se supone que es un equipo de documentalistas que, con tres cámaras (son las que he contado), están haciendo un trabajo sobre el chamanismo basado en una oficiante (que declara estar podeída por el espíritu de Bayan, una deidad local) y su familia, y se dan de morros con un “a propósito de un caso”. Guau, aquí hay chicha. Esta vez, es la propia sobrina de la chamana la que muestra síntomas de que algo raro está pasando.

Para los que tenemos veteranía en las series sobre salud mental, al principio está claro que esto se soluciona con un buen chorrete de Haloperidol y dosis generosas de Clorpromacina.

Poco a poco, en la primera parte nos van mostrando, con entrevistas o registros, lo que está pasando en esa familia. Que todo se va desmoronando y por más que intenten solucionarlo, la cosa va a peor. Esa es la parte interesante de la película: lenta pero necesaria (aunque no todos los espectadores creen que fuera necesaria una digresión tan larga de los antecedentes), casi antropológica (al profesor de la entrada anterior, ese que veía fantasmas y en la radio del coche ponía música de rituales, le hubiera encantado)

A partir de la mitad mas o menos queda claro que lo que le ocurre no es cosa de Bayan intentando doblegarla para “captarla” (tambien habría que hablar sobre esas deidades que exigen sumisión y lo traducen como aceptación), sino el espíritu malévolo de algún pariente o conocido (por eso la hemos traído hoy). -Os hago un spoiler: son los Phi Tai Hong, espíritus vengativos e inquietos del folklore que sufrieron una muerte violenta y cruel, y son los fantasmas más terroríficos y difíciles de exortizar, porque acumulan mucha rabia, y no pararán hasta que consigan su venganza completa-

Hasta aquí… pase: estremecedor, espeluznante y ambigua… pero la última parte, el gran exorcismo, más que un mockymentary al estilo la Bruja de Blair es Holocausto Caníbal, con un final anticlimático y desarbolado. Si no tenéis ganas de matanza parad aquí y, como mucho, saltad al epílogo, esa entrevista final con la chamana y su crisis de fe. Que pena, si hubieran seguido con la atmósfera fantasmal y misteriosa del principio hubiera funcionado mejor. Porque técnicamente, está bien hecha (supongo que es la parte coreana de la producción) y los actores fenomenales. Sobre todo, la sobrina poseída, que está absolutamente convincente. El director es tailandés, y se le nota el oficio (por lo visto ha hecho pelis de todos los géneros). Y no me vale eso de que ha tenido excelentes taquillas, que ya sabemos que a buena parte del público las películas de terror solo les interesan para achuchar a la pareja o reírse a mandíbula batiente, perola de palomitas en mano

La verdad es que la India no es ajena a los folklores de espíritus anclados en asuntos terrenales. Ni reencarnan ni desaparecen ni ascienden ni ná. Aquí se quedan, muchas veces convertidos en demonios o al menos fantasmas puñeteros (los Bhoota). Las tradiciones mas primitivas pueden tener miles de años, y algunas danzas se han asignado hasta originarias del Calcolítico. Ahí es ná. Algunos fantasmas son finos gourmets (como los Mecho bengalías, que gustan del pescado, o la Bhaater Petni, que prefiere el arroz). A los espíritus de los antepasados se les hacen danzas rituales para adorarlos, que nada como la música y el baile para tenerlos contentos (a ellos y a montones de entes sobrenaturales)

Bulbbul: Empezamos con un mosqueo del quince, al menos para mí, que veo estas cosas y me sulfuro. Una boda infantil en la cual la novia tiene cinco añitos y el novio veinte años más, un hombrón barbudo.

La ha entregado su propia familia, y es su tía la que le pone el par de anillos de pie (los Bicchiya) en el segundo dedito de cada uno. Símbolo de la mujer casada, su tía le explica que son para evitar que salga volando (ella, que tiene nombre de pajarito). Vale, es el año 1881 y es la Presidencia de Bengala, pero es que aun ahora los matrimonios infantiles existen, y los practican con entusiasmo todas las religiones por mucho que los prohíba la ley. Arggggggg me voy a poner una tila y vuelvo

Hala, ya, ya… Pues eso, que a la niña la han casado en una familia rica y poderosa, con su marido señor feudal, el gemelo (un discapacitado mental casado con una mujer que hace y deshace) y un hermano menor, con el cual la protagonista básicamente se cría y se siente feliz. Pero un día, cuando ella es una joven mujer, al marido aristócrata se ocurre (la cuñada, que además de meterse en su cama le mete ideas raras en la cabeza) que entre ambos hay algo más que buen feeling (ahem, la verdad es que ella está enamoriscada pero el no le hace ni puñetero caso), y manda a su hemano a estudiar leyes a Londres. El está encantado, ella se desespera…

Os cuento todo esto para que entendáis la sorpresa del hermano menor cuando vuelve (el dejó a una muchachita y se encuentra con una adulta cínica y resabiada, un jefe de familia ausente en Calcuta y una cuñada viuda em un ashram de viudas (pues aun ha tenido suerte, lo normal es que las maten, las echen a la calle o las dejen morir de asco).

Aunque en las traducciones se la denomine “demonio femenino”, en realidad la Churel es un fantasma nacido de las agraviadas mujeres que mueren en el parto o a manos de sus abusivas familias políticas. Una Churel es una cambiaformas que no puede ocultar sus pies girados hacia atrás, y que suelen desplazarse por las zonas boscosas para seducir hombres, matarlos y robarles su fuerza vital. La Churel primero irá a por los hombres de su propia familia, y luego seguirá expandiendo su “zona de caza” para continuar su venganza. Si la cosa se mantiene en el tiempo, pueden convertirse en Dakinis (demonios o semidioses devoradores de carne) y servir a la diosa Kali (no os creáis esas interpretaciones chachiguachis de poder femenino y tal, Kali es una diosa terrible que se alimenta de carne y sangre humana)

No esperéis un Bollywood, ni escenas de baile ni canciones ni cambios de vestuario (con treinta o cuarenta saris fastuosos). Pero sí buenas localizaciones, buena fotografía, actores convincentes (sobre todo la protagonista, con su doble papel de joven esposa inocente y veterana señora de la casa). Sólo me chirría ese abuso de la luz roja en las escenas nocturnas. Que si, que la noche pertenece a Kali y el rojo es su color, pero podría haberse dosificado un poquito la dominante… matices rojizos para las escenas nocturnas y el rojo intenso para las escenas cumbre, que haya gradación. Enfin, los indios, que no tienen medida

Baramulla: Y aqui tenemos otra película india que no tiene canciones, ni saris, ni na de ná. Es que no hay donde meter numeritos musicales.

Arrea. Que no es el primero, pero esta vez es el hijo de un importante político local, y claro, aquí ya se mueven hilos, que el nepotismo es un arte en sí mismo en la India. Así que hasta Baramulla, la ciudad de los líos, mandan destinado deprisa y corriendo a un Superintendente Diputado (un oficial veterano de policía responsable de una subdivisión). Hala, ahí va en el coche cargando con la familia (la sufriente mujer, la adolescente en crisis y el hijo pequeño).

Desde el minuto 1 dejan claro que el personaje es “poli con un pasado problemático”, y aquí y allá detalles de que “algo raro pasa” (el extraño golpe con el coche, la hija que se queja de olor a perro en la casa donde les han alojado…). El poli investiga, investiga… y no encuentra a los niños. Eso si, por el camino se topa con una célula islamista que hace el Mal. Y los fantasmas. Y al final nos enteramos porqué son fantasmas y están enganchados a esa casa. Y se monta un pifostio con los terroristas. Y la parte final es la más entretenida y acelerada, entre tiros y revelaciones, porque al principio es lenta y va dejando pistas e hilos sueltos, intentando equilibrar el guión entre lo sobrenatural y lo social.

Si la parte del guión os deja un pelín fríos, disfrutaréis de la visual, con localizaciones reales en Cachemira y unos escenarios alucinantes, una dirección de arte estupenda (por cierto, vaya casoplón). La interpretación de los actores principales (la familia) es sólida, el resto hace el alimón. Tiene sus cojeras, claro: algunas escenas y resoluciones de guión (lo de poner de BSO letanías budistas cuando sale una casa hindú, por ejemplo) son demasiado dramáticas, casi infantiles, como de película de serie B. Otros agujeros de guión o apuntes quedan sin resolver, ahi colgando. Tampoco se entiende que el policía no dé importancia a las preocupaciones de su mujer (bueno, es que, en India -una sociedad machista hasta la apoteosis- que un marido escuche a su mujer es inconcebible). Hay quien se queja de que mezclar la historia de Cachemira con elementos sobrenaturales no funciona, que hay un desencaje entre la crudeza de “lo real” y lo hellokitty de las cuestiones fantasmales. No hombre, tampoco es eso… vale, las escenas del “retiro del Más Allá” son petardas, pero para ser un producto indio, casi austeras. Otros exigen tratar con mas profundidad la parte política. Y otros, directamente, se suben por las paredes de la cárcel de papel acusando a la película de ser una morcilla de propaganda contra los musulmanes para crear división, “nacionalismo estilo BJP y temas Hinduvta”

Lo de las cuestiones políticas no es baladí, y a los indios (hinduístas o no), el asunto les escuece como una herida infectada. Para empezar, por el asunto que se trata: la que fue una pulsante ciudad en la Puerta de Pakistán, un microcosmos plural donde compartían vecindad musulmanes, hindúes, sijs, cristianos y todo el que se pasara por allí, sufrió el horror del primer genocidio de 1947 (casi todos los muertos fueron sijs) y en 1990, el segundo (dirigido sobre todo a los Pandits, los hindúes de Cachemira, aunque todos los no musulmanes de la rama dura fueron declarados kafirs desde las mezquitas y obligados a huir, convertirse o morir). Otro conflicto enquistado donde ambos países pelean como perros por la comida, la Historia de la Infamia, en hindi, en urdu y en cachemí (todas las partes echándose los millones de muertos a la cabeza y azuzando a sus tropas, con Pakistán preparado para dar el abrazo del oso a los futuros independientes cachemiros)
