El pueblo de los agujeritos

Tanabata no Kuni (Tanabata Country; Land of Tanabata; El País de Tanabata): Hay días que, aunque haga sol y no sople viento, no apetece salir a ningún lado. Juer que frio, deja deja, hasta el sentido crítico lo tengo bloqueado. Y encima anuncian nevadas, ni ganas de complicarnos la vida. Pues hala, un j-drama cortito, para no exigir mucho a las redes neuronales, con chorreteo de misterio, cucharada rasa de sci-fi y adornos de folklore. Te ilumina la pantalla y pasas el día tan contento.

Este es el manga original del cual nace la serie
Si si, samurais a mi… Al inicio, hay una escena en la cual un daimio y su ejército amenazan a un pequeño pueblo, y los habitantes les aplican un “tratamiento de vacío” (jurjurjur). Echamos de menos que luego no ofrezcan mas escenas de “los tiempos antiguos”, y nos conformamos con algo de terror urbano y rural

Empezamos con un estudiante universitario aficionado a los asuntos sobrenaturales, y que está apuntado en un club de esos que tanto juego dan en mangas y series orientales. Un día, el estudiante mediocre y abúlico descubre que tiene un poder: es capaz de hacer pequeños agujeritos en la materia. Paf, como el chispazo de una mosca en la lámpara de luz UV, y un círculo perfectamente redondo aparece en el vaso, el papel o la tela donde apunta.

Cuanto más practica el protagonista, más grande es el agujero

Hasta se hace famosillo por hacer un limpio círculo en la ventanilla de un coche donde está atrapado un niño a pleno sol y poder abrir la puerta. Rápidamente, algunos compañeros descubren cómo sacar tajada de la habilidad: desmostraciones, cursos donde supuestamente se enseñará a los apuntados a hacer lo mismo, servicio de eliminación de trastos y basuras… esa es muy lucrativa: tu sacas tus pingos a la calle, les llamas y, en un momento, los cachivaches desaparecen en la nada. No hace falta llamar al servicio de basuras o a recogida de muebles, ni arrastrarlos a los puntos limpios.

Cuidadin con el tipo del sombrero y los ojos huevones

Cada vez aparecen más interesados en utilizar al “hechicero” o mantener un ojo sobre sus habilidades: grupos criminales, policía, otros habilidosos con objetivos mas siniestros que ayudar a vaciar un trastero… Además, hay un profesor desaparecido y la colega de departamento con sus alumnos que lo busca, gente extraña que se tapa la cara con pañuelos, otro “hechicero” que le enseña cómo controlar mejor sus poderes”, un pueblo aislado y lleno de gente rara…

Por si fuera poco, al protagonista le está saliendo un grano en medio de la frente que sospechamos que no es acné juvenil

Pues de todo tenemos en la serie. Acción, tiros, intriga, algo de romance… A ver a los actores principales no los teníamos localizados. Ni a Hosoda Kanata (el chavalote de los bujeros), ni a Fujino Ryoko (la camarera rural), ni a Kiryuu Mai (la profe mosqueada) ni a Mikami Hiroshi (y mira que este ha trabajado muchísimo, y ha hecho películas “de festivales”… pues ni por esas). No lo hacen mal, aunque como la escuela de interpretación japonesa sea tan artificial a nuestros ojos. La parte técnica, eficaz, y el guión, sin llegar a las cotas de fantasía de algunas producciones, es animadillo. Mucho más, desde luego, que tantas producciones que se glorifican en las críticas de gafapastismo y que son aburridas hasta la sedación profunda. Tampoco esperéis un nuevo pilar en la Historia del Cine, pero no entiendo cómo ha pasado tan desapercibida incluso en Japón. Que igual es que allí hay producciones similares a puñados, yo que se.

El elemento central de Tanabata es la leyenda de los amantes de la Vía Láctea, conocidos como Orihime y Hikoboshi y que representan respectivamente a las estrellas Vega y Altair. Estos vivían en el Amanogawa o Río del Cielo, la franja de nuestra galaxia que se puede ver en el firmamento nocturno. Orihime era la hija del emperador celestial Tentei y se dedicaba a tejer a orillas del Río del Cielo, hasta que conoció a Hikoboshi, un pastor que cuidaba de las vacas y bueyes del reino celestial. Ambos se enamoraron y empezaron a desatender sus labores; el emperador Tentei les prohibió que volvieran a verse, aunque movido por la compasión accedió a que pudieran reunirse una sola noche al año, la del séptimo día del séptimo mes. Ese día, las urracas de todo el mundo vuelan hasta el Río del Cielo para formar un puente que les permita reunirse por un breve espacio de tiempo. En otras versiones los dioses celestiales son más clementes y les permiten reunirse una vez al mes en lugar de una al año.

El Festival Tanabata o Festividad de las estrellas es una festividad japonesa derivada de la tradición china Qi xi («La noche de los sietes»). La fiesta celebra el encuentro entre Orihime (Vega) y Hikoboshi (Altair). La Vía Láctea, un río hecho de estrellas que cruza el cielo, separa a estos amantes, y sólo se les permite verse una vez al año, el séptimo día del séptimo mes lunar del calendario lunisolar. Ya que las estrellas sólo aparecen de noche, la celebración suele ser nocturna. La festividad del Tanabata es una tradición importada de China, aunque hace ya tiempo que se popularizó en Japón. Empezó a celebrarse conjuntamente con otra festividad japonesa, el tanabatatsume, a partir del periodo Nara (710-794) y alcanzó el pico de su popularidad durante el periodo Edo (1600-1868) hasta llegar a nuestros días.

Durante el festival del Tanabata, es tradicional escribir deseos en tiras de papel de colores llamadas tanzaku y colgarlas en ramas de bambú, desfiles y decoraciones, festivales tradicionales con música, danza y fuegos artificiales y mucha juerga callejera con puestos de comida (yatai) donde zampar takoyaki (buñuelos de pulpo), yakitori (brochetas de pollo), somen (fideos fríos) y helados de hielo con jarabe
Que la parte técnica sea correcta no quiere decir que sea impecable, y de hecho hay chapucitas aqui y allá. O sea, tenemos un ejemplo de fallo en el racord de iluminación: en la escena, la fuente de luz principal (la lámpara de mesa) del personaje está situada detrás, dando el contraluz sobre el lado derecho de la cara. Sin embargo, en otra toma de la misma escena (y sin que los personajes hayan cambiado su posición) es el perfil izquierdo el que está iluminado. Eh, eh, fijaos en la oreja que asoma y la raya del pelo, la culpa es del montador en la sala: ha dado la vuelta a la imagen especularmente y la ha montado en reflejo . Quizás no lo detectemos conscientemente, pero algo nos parecerá «inadecuado» y se quedará zumbando en nuestra cabeza. No sólo por la diferente iluminación, sino porque todas las caras, por perfectas que sean, tienen ligeras asimetrías que harán que el cerebro vea a «otra persona»

Publicado por directoraymas

Apasionada por la fotografía. Mas de 40 años viendo cine de todo tipo y últimamente decidida a hacer sus incursiones en el asunto. Viajera siempre que puede, pudo y podrá. En la mesa lo mismo puede haber una tortilla de patatas que un wok de verduras o una selección de mezzes... Con semejantes antecedentes, solo podía organizar un blog ecléctico entre la curiosidad y el desparpajo

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