
Hōzuki no Reitetsu (Hozuki’s Coolheadedness): Ya sabéis que cada vez que reseño algún trabajo de anime digo lo mismo: que una producción sea “de dibujitos” no quiere decir que sea para niños. Y ya os digo que esta en concreto necesita un esfuerzo del lector para entender todos los chistes y referencias incluidas, no sólo las dedicadas a lo fantástico y mitológico, sino en general la cultura japonesa. Y grandes dosis de humor negro desacomplejado. Aparte de eso, os la recomiendo con énfasis para que os riais a carcajadas y aceptéis que nada como los creadores japoneses para hacer divertidas las ideas mas gore. Sin acritud

Tanto gustó el anime, que se decidieron a hacer dos temporadas de 13 episodios cada una y tres OVA. A poco nos han sabido a los fans.

Si os quejábais de los infiernos cristianos finamente categorizados en la Divina Comedia de Dante, os vais a enterar del grado de especialización de los budistas con las modificaciones locales japonesas y los extras chinos taoístas. El infierno se divide en dos partes: los ocho grandes infiernos calientes y los ocho grandes infiernos fríos, que a su vez se dividen en 272 departamentos más pequeños. Que ni siquiera está muy claro, porque continuamente se rediseñan, agrupan y subdividen para optimizarlos. Al frente de toda esta organización y conduciendo con mano férrea a los empleados y encargados de torturar ferozmente a los condenados está el oni (demonio) Hozuki (鬼灯, Hōzuki), secretario particular, mano derecha y jefe de personal del Rey Enma Dai-Ō (閻魔大王), el Juez Supremo bajo el cual toda una serie de reyes infernales se dedican a juzgar a los pecadores condenados y determinar a qué infierno les toca ir a purgar sus pecados. Como los difuntos son muchos y sólo una pequeña parte pueden ascender al Paraíso, las jornadas de trabajo de los jueces son infernales (ja, ja, ja). Para que el atasco no sea preocupante y los empleados hagan un trabajo eficaz, eficiente y efectivo, ahí está Hozuki con su garrote: originalmente un humano, acabó como un oni que descubrió en el infierno el mejor puesto de trabajo para desarrollar su serio, minucioso, frío y sádico temperamento.

Tiene que lidiar con Hakutaku (白澤), una Bestia Celestial (puede cambiar entre su aspecto “humano” y su forma de buey blanco) experto en medicina china (lleva el consultorio en Togenkyo, en la Granja Sentou de las Tierras Puras), epítome de la buena suerte y desparpajado seductor que le tira los tejos a todo lo que tiene a mano.

Otro que le complica la vida es Momotaro, que en vida fue un samurai famoso por haber viajado a una isla llena de ogros y haberlos liquidado a todos (va se veía venir que era un tipo especial, porque nació de un melocotón gigante que bajaba flotando por un río y fue recogido y criado por una familia de ancianos sin hijos).

Momotaro no es mala persona, solo pelín tontorrón, y trabaja en el consultorio de Hakutaku. Sus tres míticos acompañantes –Shiro (シロ) el perro, Kakisuke (柿助) el mono y Rurio (ルリオ) el faisán- trabajan como torturadores en el infierno reservado a los que han ejercido actos de crueldad contra los animales.

Ejerciendo como hijas adoptivas de Hozuki están Niko e Ichiko las gemelas Zashiki-warashi (espíritus del hogar que disfrutan con las travesuras, son muy queridos, y se cree que traen fortuna y riquezas a aquellos que habitan la casa donde reside)


La traducción japonesa correcta del concepto budista del Infierno es Jigoku. A diferencia del infierno judeocristiano, aquí no se permanece toda la eternidad, pero si periodos absurdos de tiempo (trillones de años a veces), por lo que se asemeja más a un purgatorio. El Jigoku se describe en escritos desde el siglo XII, al final del periodo Heian, y los museos naciones de Tokio y Nara tienen copias expuestas de textos y pinturas.

Los que se han portado bien y han llevado una vida piadosa y estricta, cruzan el río por un puente y se van a la Tierra Pura, el Paraíso budista, a disfrutar toda la eternidad. Mas ¡Ay! si no has sido intachable en tu paso por la Tierra, tendrás que pedir plaza en el barco que va y viene entre ambas orillas, o peor, nadar en el río en agua heladas llenas de criaturas a cual más espantosa, y cuanto más canalla, más lejos te parecerá la otra orilla. Una vez llegado a las Puertas del Infierno, verás dos demonios gigantes: Gozu -cabeza de Toro- y Mezu -cabeza de caballo- (牛頭馬頭). Dos onis terribles que portan hachas enormes y que son implacables en su tarea de no dejar escapar las almas que van a pasar por el Tribunal, donde varios jueces menores te entrevistarán (digamos que es una vista preliminar)

Seguidamente os conducirán ante el señor Enma, rey del inframundo. El Rey ordenará que le cuentes todos los pecados que has cometido en vida, y si intentas callarte algo, como tiene el Libro del Pecado donde se anotaron todos tus delitos y faltas, encima te acusarán de intentar mentir al tribunal.

De ahí con la condena dictada te irás al infierno correspondiente a lo que te toque, vigilado y torturado por onis: escalar montañas de agujas, ser sumergido en calderos, apaleado, abandonado en porretas en el hielo y la tormenta, bañado en metales fundidos, descuartizado, empalado… las almas se recuperan una y otra vez (no pueden morir, claro) hasta que por fin acaban de cumplir su condena, y entonces son enviadas otra vez a reencarnarse, bien en un humano, bien en un oni (si era muy malvado), bien en un animal o una planta…

Buscando información me he topado con esta “cosa rara”, Jigoku (a veces también titulada Los pecadores del infierno), película japonesa de terror (o quizas mejor llamarle psicodélica) de 1960. Empieza como una historia Noir, con un estudiante pelín pánfilo (prometido a la hija de su profesor) y un colega de clase un tantico turbio que atropellan a un yakuza borracho. Mmmm pensamos, Crimen y Castigo… pues no, todo se va complicando: aparecen personajes que ocultan su complicidad en algún asesinato o directamente lo cometen, y todos acaban en el Infierno, y aquí empieza la parte de terror, con escenas donde se saca el catálogo de torturas que están recibiendo todos. La fotografía es llamativa, con colores fuertes destacando en escenarios oscuros o directamente negro carbón y extraños ángulos de cámara. Los FX se han quedado muy obsoletos, claro, pero caray, que la película tiene más años que yo y la productora siempre fue limitada en sus presupuestos (algo parecido a la Hammer)
Segun se lee en un extra del manga, hace varias décadas hubo un juego de tablero muy popular en Japón llamado «La gran escapada del Infierno», en el cual los jugadores (criminales condenados) tenian que conseguir salir del infierno completando tareas, acabando sus condenas y consiguiendo «cartas de virtud» para reducir las sentencias basándose en buenas obras llevadas a cabo en vida. El juego ha pasado a la historia (imposible encontrar una imagen), pero la documentacion adjunta, titulada «Enciclopedia del Infierno», es un libro buscadísimo entre coleccionistas no jugadores por su rico contenido y sus excelentes ilustraciones
