
To the Wonder (My Aletai My Altay): Si os digo que he visto esta serie china, la mitad hablada en kazajo y con algún apunte mogol, me vais a llevar a Urgencias de la oreja, convencidos de que este súbito interés por el “cine de festivales snobs” tiene que ser algún virus que circula. Y si proclamo que encima me ha gustado, el chufletazo de haloperidol no me lo quita nadie. Pues hala, aun a riesgo de dormir una semanita entera, me reafirmo en mi opinión de que esta miniserie es una joyita delicada entre tanto experimento de cretinismo festivalero. La referencia mas directa con la que puedo compararla es Tasio, la producción de 1984 firmada por Moncho Armendáriz que era un documental antropológico camuflado de película. Como en su predecesora, la historia nos relata la vida y maduración de un personaje principal (allí, un adolescente navarro que se hace carbonero, aquí un adolescente china que quiere ser escritora) en un entorno de agreste naturaleza (que frase mas tópica, pero si, le pega total), que es la excusa para irnos contando cómo es ese mundo, cómo es la gente que lo habita (o está dejando de hacerlo), cómo algunas cosas cambian, otras desaparecen y algunas se modifican para seguir siendo las mismas. Solo que, en vez de las montañas navarras, nos vamos al macizo montañoso de la Cordillera de Altay, que es frontera y nexo común entre Mongolia, Siberia y China

Zoom, vámonos a la Región Autónoma de Xinjiang, al norte-este de China. Zoom, vámonos a una región llamada Altay (la china, no confundir con la República Rusa de Altái). Zoom, enfocamos en su capital Ürümqi (ostras, las momias de Urumchi, esas me suenan). Empezamos por conocer a la protagonista, que es una jovencita desmañada y torpe que intenta salir adelante trabajando en un restaurante pseudotradicional (el equivalente a los tablaos flamencos de aquí). Si quiere ser escritora, es lo que le toca, automantenerse y mejorar su formación, porque su familia originalmente emigró de otra zona de China a un pueblo de la región de Fuyun (otro condado de la Región Autónoma de Xinjiang) y eran más pobres que ratas, así que pocas oportunidades tuvo de ir a la escuela.

Cuando murió su padre hace unos años, ella se fue a la capital, y su madre cogió a la suegra medio demenciada (que está empeñada en volver a Shenyang) y se fue a montar una tiendecita en un pueblecito llamado Saykhan Bulake, en el límite de la civilización, donde revende lo que compra en los mercados de la capital. Pifia de la aprendiza de escritora, a la puñetera rue, y ahora que hago… pues volver a casa a dar una tetadica, a ver si cojo fuerzas, o no las cojo y mando todo a paseo. Ay, que yo quería ir a Beijin, a codearme con la crema de la intelectualidad. En vez de eso, fatigas mil para conseguir llegar a esa casa (que ni siquiera es suya, que se la han prestado gratis a su madre) que se desconcha y pasas un frío espantoso, y está revuelta y sucia y roñosa, y entra la arena por todas partes, y en invierno paleas nieve hasta reventarte…

Todo a un ritmo pausado, con pequeñas historias cotidianas que tienen ráfagas de humor doméstico (ese “canal de la tv agricultural”, por dios que despiporre), lecciones de resistencia, exotismo estepario (prestarse los camellos bactrianos unos a otros como el que le deja la escalera al vecino, aparcado en la puerta de casa) los tópicos del cambio en las sociedades tradicionales… aliñado con chorretadas de ejercicios de antropología.

Y una fotografía espectacular. Solo le pongo un pero a esta serie: el último episodio es un pelín pegote. Concretamente, la “escena de acción y crisis” con el caballo desbocado ahem, ahem… un apaño que parece rodado a contrapelo, si te descuidas cuando estaban montando el material y se dieron cuenta de que huy, esto no encaja… de hecho, en algunas escenas se ven pifias mal disimuladas. Bueh, se lo perdonamos, igual que esas minitrampas que insinúan un “final triste” y luego no es para tanto… En Europa no ha gustado mucho en festivales (demasiado inocentona y bienintencionada, supongo, nada de horrendos dramas politicoincestuosos o rayadas mentales pseudointelectuales) pero por allí les ha encantado. Y eso que no se pensó para un consumo interno (fuera de los espectadores a los que les ha tocado la patata) pero oyes, el gobierno local está encantado de la vida, menudo subidón en turismo e interés en la preservación de estos entornos fantásticos, y en el apoyo al modo de vida local, y… lo que yo os digo, estas son producciones que, aunque no recojan ni un duro en taquilla, tienen un retorno económico de cada duro invertido bestial. Casi que podrían proyectarse gratis en los cines de otros países, con ferias de alimentación, degustaciones y promociones, sorteos y exhibiciones, y seguirían siendo rentables para los inversores y productores locales, desde el distribuidor de especialidades locales al compositor de música etnofolk, desde el dueño del albergue de montaña al guía de viajes en camello

Los actores son más que decentes, y de hecho la interpretación nos muestra unos personajes naturales, no el estilo rígido y exagerado típico de tanta producción china. La protagonista (Zhou Yi Ran ha trabajado en muchas series y películas) empieza siendo una pazguata y acaba sacando el genio. Pero la que tiene un papel que es una maravilla de sutilezas y perfiles es Zhou Yi Ran, con esa madre que a sus cuarenta años sigue queriendo luchar, y amar, y que no siente que tenga que dar explicaciones a nadie, y que tiene arrebatos de irracionalidad (buscar señales de indicios y mensajes de su difunto marido), y al mismo tiempo una cabeza perfectamente colocada sobre los hombros, mujer de hierro que se esconde para llorar a solas, lleva un negocio con mano firme y templa gaitas. Contradictoria, valiente, de una extraña ternura.. lo dicho, un regalito para la actriz

Y entre todos los actores masculinos (algunos de origen kazajo, todos estupendísimos) destaca el protagonista, ese chavalote que aun le falta un hervor y festeja con la chica que le gusta a lo brutote: Yu Shi, quedaos con el nombre porque es un bombón muy prometedor. Toca la guitarra, el piano y la batería, canta, hace de modelo para grandes firmas… y encima estuvo dos años aprendiendo equitación y arquería tradicional. Para esta miniseries, el actor contrató a un profesor nativo que le enseñó kazajo durante medio año largo, y el chico parece ser que lo maneja con soltura. Eso es lo que tiene un buen actor, la capacidad de aprendizaje. De hecho, en ningún comentario he leído que “tenga acento” o suene raro, al contrario, los espectadores nativos están encantados.


Lo dicho, os lo vais a pasar en grande, sobre todo si os habéis criado en un pueblo en los años 70-80, cuando aun quedaban los últimos coletazos de la España rural que empezaba a subirse a los tractores (y los abuelos se rascaban la boina pensando en sus mulas), que chicoleaban en las verbenas de los pueblos con la delicadeza de un elefante mareado, que vivían con austeridad por obligación y no por la sugerencia de algún gurú iluminado… mil detalles que apreciareis.

Igual que apreciareis los apuntes de la dureza de la vida rural: la pobreza y la falta de esperanza, el aislamiento, el alcoholismo y las adicciones (típico de los ámbitos tradicionales empobrecidos y en choque con la modernidad), la opresión de la mujer, los problemas de suministro de agua, la explotación y sobreexplotación de los recursos naturales, los esfuerzos de conservación de la naturaleza a costa de los usos tradicionales (los señoritos de la capital diciendo a los del campo de toda la vida que eso está muy mal… ¿os suena?), la censura de actividades ancestrales de golpe y porrazo sin alternativas (cachis, como le dices a un señor de 60 años que ya no puede cazar con águilas… o que no puede llevar un rifle cuando sale al campo…¿Qué hace, les canta himnos happyhappy a los lobos que vienen a darte un bocado?), los nuevos usos matrimoniales, la necesidad de criar a los niños en el grupo familiar…
Rebuscando en Internet, he dado con estas notas escritas por Frost_edelweiss, una entusiasta comentarista en un foro de series orientales que se ha currado a fondo la crítica de la miniserie. Me limitaré a señalar (fusilando inmisericorde su texto) que si, efectivamente, en China hay reconocidas 56 etnias (aunque muchos aseguran que ocho veces más, y que se han aglutinado para la simplificación política). Se definen como minzu 民族, minorías étnicas o “nacionalidades” con características lingüísticas e históricas concretas y costumbres específicas que necesitan una especial protección para evitar su desaparición. De todos modos, es complicado aclarar este concepto, aunque se formalizó en regulaciones oficiales desde 1954.

La idea es que a pesar de ser cada grupo “de su padre y de su madre”, todos ellos comparten una noción de construcción nacional compartida, Zhōnghuá mínzú 中华民族. O sea, todos somos chinos, aunque tengamos apellidos distintos. Y con los mismos deberes… upssss, nope, espera, que para las minzu se han introducidos “discriminaciones positivas”, como la exención en la política del hijo único, ayudas a los estudios y la obtención de puestos de trabajo… Durante el periodo mas “estalinista” del Gobierno chino, la solución era agruparlos en “regiones autónomas”, hala, ahí os tenemos en plan reserva india. Nada, un desastre. Al principio de la Revolución china, como les molaba lo de la uniformidad, se empeñaron meterles a todos en la cama de Procusto, pero después de la muerte de Mao ya entendieron que así, no, y que mejor que dejaran que cada uno se rascara la barriga a su manera

La susodicha región de Altay, que se extiende sobre cuatro países, está habitada por varios pueblos nómadas de distintas etnias, que cohabitan en relativa paz y armonía a pesar de sus distintas costumbres y lenguas. Visto lo visto por ahí fuera, la Paz Arcadiana (en China, la paz de las Tierras Celestiales de las Flores de Melocotón)… errrrr las revueltas de 2022 de los uigures… esconde, esconde debajo de la alfombra… . En la película vemos a los Kazajos (una minoría de 1,5 millones de integrantes), los Mogoles, los Daur (sale representada como un mocete que le echa los tejos a la protagonista durante un bodorrio) y los Han (el grupo al que pertenecen las tres mujeres de la tienda y el aventurero con el que se lía la madre)

Los kazajos son una de las diez minorías históricas en China que practican el Islam, aunque está muy mezclado con chamanismo, culto a los antepasados (taoísmo) y otras tradiciones y prácticas. Los mogoles se atienen más a un budismo de tradición indotibetana (el budismo del Norte) de la rama Vajrayāna o tántrico, o directamente a un chamanismo propio (el tengrianismo), Los daur tambien practican el politeísmo, aunque de una rama propia, y algunos se han pasado al budismo tántrico como sus primos mogoles. Es que el roce hace el apego y el cariño, y todos estos pueblos no tiene reparo en casar a sus proles con gentes de otros grupos, porque están convencidos de que de la mezcla salen hijos más listos, más fuertes y más guapos, y total los hijos pertenecen a la casa, a la porra el ADN, nada como un buen alborozo mestizo para reforzar los lazos de amistad y buena vecindad. El cuarto grupo, los Han, se han convertido en una categoría de recopilación: al que no saben como catalogarlo, le pones la etiqueta de “grupo de la etnia han”. Son el 92% del censo chino y constituyen el grupo étnico más grande del mundo (representan aproximadamente el 20 % de la población mundial), y perdonen ustedes, pero a veces se comportan de un racista que patea las tripas. O eres Han, o no eres nada. A regañadientes, algunos estudiosos han reconocido una serie de subgrupos basándose en las lenguas (hablas derivadas del mandarín, cantonés, wu, min, hakka, xiang, gan y otros), aunque la lengua unificadora de China es el Putonghua (mandarín estandart moderno); se pontifica que son bastante homogéneos en su perfil genético y social (comparados con los minzu, claro)

Uno de los elementos de “vuelta de tuerca” en la serie es que, aqui, son los Han los que están en minoría. Y ojo, que, de acuerdo a la Enciclopedia Británica, Xinjiang está habitada por más de 40 grupos étnicos diferentes: aunque los Han también son de los mayoritarios en esta Región (junto con los Uigures), se encuentran los Hui (Chinos Musulmanes), Mongoles, Kalkanos, Kazajos, Uzbekos, Manchúes tunguscoparlantes, Xibes, Tajikos, Tártaros, Rusos, Tahures…


Habra que echarle un vistazo
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