
Mushishi (Bugmaster): Pues después de una entrada de horror, terror y furor a cargo de brujas aterradoras, toca algo suave y delicado. No digáis que este blog no es variado… para pasar la tercera ola de calor, la mejor receta es beber litros de gazpacho fresquito, acomodarse a la sombra y tirar de AA o de abanico. Y para atemperar los calores del alma incandesceste, vamos a pinchar una combinación que nos deje en estado de trance. Venga, pies en el barreño de agua, las rodajas de sandía en la bandeja y a dejar que la mente se deslice por historias pulidas como guijarros de río.

Aunque, para ser perfecta la siesta, debería haber mangas por el suelo; por ejemplo los de estos bichitos flotadores entre el sueño y la realidad. Un trabajo original de Yuki Urushibara, que se serializó en la Afternoon Seasons Zōkan desde 1999 a 2002, y en la Monthly Afternoon de diciembre de 2002 a agosto de 2008.

Empecemos pues por la serie. También es lo primero con lo que me topé, y la promesa de un producto relajado y preciosista me empujaron a echarle un vistazo. Acierto total, oyes, me quedé enganchada desde el primer episodio. Hasta Paco, que entró a saludar (“¿Otra vez Garo?”), acabó tumbado en la cama y viéndolo encantado de la vida. Sea pues un Japón rural y aislado metido a caballo entre finales de la era Edo (1603-1868) y la era Meiji (1868-1912), asomando tímidamente en la época moderna pero aun firmemente aposentado en el Japón tradicional; un país tan fantástico como Macondo, en el cual aun persisten los Mushi, entes que no son ni animal, ni vegetal, ni mineral, ni bacterias, ni virus, ni algas, ni hongos…

Criaturas aparentemente mágicas, cercanos a los fantasmas, que no se basan en la química del carbono y dependen fuertemente de los demás seres vivos, a los que masomenos parasitan. El hospedador puede ser gravemente afectado, no sufrir daños o incluso beneficiarse de su inquilino, depende de cual te toque. Los mushi pueden ser de muchísimos tipos, desde formas sin mente (como una ameba, un musgo o una bacteria, simplemente existen) a “especies” muchísimo más avanzadas capaces de autoconsciencia y hasta capaces de hacerse pasar por humanos. Pues de estas cosas se ocupan los mushishi, personas capaces de ver a los mushi y estudiarlos, controlarlos o llegado el caso, eliminarlos. Sin rencor, caramba, todos los seres buscan sobrevivir. En otro tiempo, otro lugar, les hubieran llamado brujos y los hubieran perseguido; en este mundo fantástico sin religiones bien organizadas y poderosas, en entornos empobrecidos y rurales, hasta los pocos médicos que atienden a los afectados les aconsejan que busquen a un especialista “en asuntos fuera de su competencia”.

Ginko, el personaje que funciona como un eje de todas las historias, es un tipo misterioso (en algún capítulo nos dejan echar un vistazo a su pasado) y, aunque aparentemente frío e impasible, amable y con un suave humor levemente irónico. No es un héroe, no es un líder, pero siempre actúa compasivamente. Va y viene por los caminos cargado con su caja-mochila. Su ropa es de un tiempo más avanzado que la del resto de personajes (tirando a grunge de medio pelo), como si además de pasear entre campos de arroz también se diera algún garbeo por los senderos de la cuarta dimensión y pudiera proveerse en un mercadillo moderno de Osaka o Kyoto. Todo el día con el cigarrillo en la boca, porque el humo del tabaco espanta a los mushi, que tienen a agruparse a su alrededor como mosquitos cerca de un calcetín sucio, y pueden molestar al propio mushishi o a los que están cerca. Por eso se ha vuelto un vagabundo que nunca se detiene mucho tiempo en un sitio, para evitar problemas a sus vecinos. Ya te digo, un tipo considerado

No siempre tienen buen remedio los problemas, y Ginko está limitado a ser el testigo de la resolución de la crisis. Nunca queda claro de qué vive el tipo o qué es lo que cobra el mushishi por sus servicios, aunque sabemos que recoge objetos relacionados con los casos que ha resuelto y los vende a coleccionistas

Me tienta a veces dejarla de fondo mientras hago otras cosas. Encima la música es fantástica, oye, te pones el portátil en la terraza y dejas que vayan reproduciéndose de fondo al tuntún los episodios en plan zona chillout, mientras haces meditación con el vaso de sangría con sake. Que dicen que se está poniendo de moda esta bebida en España, pues nada nada, que le daremos un tiento

La película de Live Action es del año 2006. Que vieja, pensaréis. Pues curiosamente, lo que esperábamos que quedara más rápidamente anticuado (los Fx de los mushi) es lo que mejor aguanta. Otras cosas si que han quedado anquilosadas: el estilo de la imagen, las actuaciones rígidas que parecen teatro kabuki hablado… aquí le han dado mas importancia al personaje de Ginko como participante (como que hacen flashback de su historia personal y acaba siendo víctima de unos mushi), y le han hecho abandonar esa pasividad y estoicismo que le caracterizaban: se altera cuando detecta peligro, bromea e interacciona con otros mushishis, chicolea con una mocita… hasta le han cambiado en algunas escenas el vestuario por uno mas adecuado a la época, y encima le han quitado el cigarrillo y le han puesto una fina pipa (una kiseru). El tramo final es confuso, no sabemos cómo ha hecho para recuperarse y que pasa con esa oscuridad que hay en su interior. O agujero, o hueco o lo que sea… Como en el manga, la historia se cierra con un Ginko que seguirá deambulando por los caminos, a veces solo, a veces con compañeros durante un trecho. ¿Insinua que en algun pueblecito ha dejado una enamorada dispuesta a aguantar un novio de pies inquietos?¿será la chica de tinta?¿será alguna campesina de paciencia infinita? Pues vaya… Vale, que también se ve con agrado, y tienen bonitas imágenes, pero si tenéis que elegir (la película es complicada de encontrar, el anime es mucho más fácil de localizar) quedaos con el anime.

¿Podemos decir que Ginko es un exorcista? Para nada. Aunque se ocupe de seres fantásticos que pueden llegar a invadir y manipular los sueños del paciente, su perfil es mas el de un especialista médico, un parasitólogo. Solo le falta la bata blanca y la tablilla de apuntar los síntomas. Sus herederos bien pueden ser los médicos e investigadores que se dedican a lidiar con tenias, fasciolas o toxoplasmas entre frascos y microscopios. Y como ya no hay coleccionistas de guarraditas varias, organizan museos como el de Meguro. Uf uf uf…. Puestos a echar unas horas en un museo, prefiero patearme el Museo de Arte Digital, a ver si salen flotando mas seres evanescentes,


Muy recomendable sobretodo el anime, pura poesía en imagenes y con mucho trasfondo filosofico, se hace muy asequible .
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